El juego de la polarización

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Editorial UCA
17/03/2017

Después de cinco lustros, El Salvador no ha logrado salir del esquema que impuso la guerra, con dos bandos en contienda. Por la extrema polarización, las salidas a los graves problemas nacionales son inalcanzables. Las discusiones no se dan sobre la base de ideas y de la racionalidad, sino de la pura descalificación personal y partidaria. Y en esta dinámica los actores no solo son políticos. La mayoría de los medios de comunicación siguen con la nociva costumbre de destacar lo que hace el grupo con el que se identifican y sobredimensionar los males del contrario. Pareciera que el oficio de muchos periodistas fuera alimentar la polarización con noticias y entrevistas donde el insulto, la mentira y la manipulación tienen carta franca.

Aunque muchos navegan con la bandera de la imparcialidad, el tratamiento de los temas, la metodología, los espacios que brindan o venden a sus allegados reflejan con claridad de qué lado están. Cualquier asunto, ya sea el presupuesto nacional, las pensiones, la violencia, la canonización de monseñor Romero o la muerte de un hipopótamo, se vuelve materia prima para la polarización. Unos atribuyendo todo los males de hoy a los 20 años de Gobiernos de Arena; los otros culpando de todo lo que pasa a la actual administración, aunque los problemas se hayan incubado hace décadas. Y es que la polarización suele estar acompañada de un grave deterioro en la percepción de la realidad.

Se ha vendido la idea de que esta polarización es ideológica, y la mayoría de la gente ha terminado alineándose con uno de los dos bandos. Se sigue acudiendo a los fantasmas del comunismo y del imperialismo, los espacios mediáticos se llenan de lo que pasa en Venezuela mientras aquí se viven realidades de injusticia y desigualdad lacerantes. Ciertamente, hay polarización, pero esta trasciende lo ideológico. El FMLN, producto de su evolución partidaria y, sobre todo, del ejercicio del poder, ha sufrido una metamorfosis que lo ha llevado a asemejarse a Arena. Aunque sus discursos siguen siendo incendiarios, las acciones implementadas por el Gobierno no se distancian mucho de lo que hicieron sus antecesores.

Detrás del ejercicio de ideologización se esconde una abrumadora desigualdad, cuya ocultación es interés primero de la élite que detenta el poder económico y de los grandes medios de comunicación que le sirven. Estos son los verdaderos actores de la polarización. La élite económica lucha por mantener un modelo que genera exclusión y desigualdad en la medida en que se fundamenta en salarios de hambre. El centro del debate debería ser la construcción de un modelo de desarrollo que incluya a toda la población, que sea sostenible y que distribuya justamente la riqueza.

Las peleas están ideologizadas porque no cuestionan la raíz de nuestros problemas. Lo que en estos días está pasando alrededor de la minería es sintomático de la polarización real. Aunque se disfrace de ideología, en el fondo hay unos interesados en obtener riqueza sin importar la destrucción del medioambiente y los daños sociales a las comunidades. No se pone en el centro la verdad sobre los efectos de esta industria ni el “no” a la minería por parte del 80% de la población que podría resultar afectada. De fondo, la polarización social y económica, revestida de expresión partidaria, es el principal obstáculo para llegar a los acuerdos y soluciones de los que urge el país.

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Anónimo
18/03/2017
19:09 pm
Un buen artículo y una realidad bastante parecida a la de Nicaragua con algunas diferencias. El análisis en perspectiva regional es vital.
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