El 1 de mayo los municipios de El Salvador inauguraron una nueva etapa en su forma de gobierno, fruto de una profundización democrática, al contar por primera vez con concejos pluripartidistas. Hasta entonces, eran regidos exclusivamente por el partido que había obtenido el mayor número de votos en la elección, aun cuando no hubiera alcanzado el 50% de los votos válidos. Al partido que ganaba, con independencia de cuál fuese la diferencia con su más cercano competidor, se le asignaba, además del puesto de alcalde, todos los concejales. Así, el gobierno municipal quedaba cargo de un único partido con todo el poder.
Pero eso pasó a la historia el 7 de marzo de 2013, cuando la Asamblea Legislativa reformó el Código Electoral para dar paso a los concejos municipales pluripartidistas, a partir de las elecciones de este año. Así, los concejos quedaron abiertos a todos los partidos que obtuvieran suficientes votos en una elección. Sin lugar a dudas, este cambio supone un avance importante: se da más valor al voto ciudadano (no solo cuentan los que obtiene el partido que gana la elección) y se democratizan los concejos municipales, eliminando el control total y absoluto por parte de un solo partido.
Además, la medida no afecta la gobernabilidad de los municipios, pues el partido más votado siempre tiene mayoría simple en el concejo municipal, al ser suyos, como mínimo, los puestos de alcalde y síndico. Y la influencia en el gobierno municipal por parte de los partidos representados en el concejo propiciará el debate sobre la conveniencia de los proyectos a implementar en el municipio, obligará a la búsqueda de acuerdos entre los partidos y, por tanto, podría repercutir en una mejor administración en beneficio de la ciudadanía.
Un dato que no debe perderse de vista es que los partidos que participaron en la contienda debían presentar dos planillas para los concejos municipales, una si ganaban la alcaldía y la otra por si perdían. En algunos municipios, los candidatos a alcaldes declinaron ser parte del concejo en el caso de que perdieran la elección y por ello sus nombres no figuraban en la segunda planilla. No fue así en el caso del candidato de Arena, Edwin Zamora, que siempre manifestó su intención de ser parte del concejo municipal de San Salvador, aun si perdía frente a Nayib Bukele. Sin embargo, la semana pasada, Zamora pidió un permiso de seis meses para ausentarse del concejo por motivos personales.
Independientemente de los motivos reales que hayan llevado a Zamora a solicitar un permiso tan largo, su acción sienta un mal precedente y expresa cierto desprecio al nuevo sistema de elección y a la población que votó por su candidatura. Arena fue el segundo partido más votado en San Salvador; el FMLN lo aventajó con apenas un 2% de los votos válidos. En otras palabras, el 46.49% de los votantes prefirió a Zamora, que había asumido el compromiso de ser parte del concejo capitalino en caso de no convertirse en alcalde.
Porque no ha dado la cara para explicarse con detalle y franqueza, caben varias hipótesis para explicar la decisión de Zamora. Quizás no le interesa ser parte del concejo porque el protagonismo principal lo tendrá siempre el que fue su rival. Es probable que el arenero crea que no le aporta beneficios personales integrar un organismo que no está bajo su control. Tampoco es gratuito sospechar que la decisión de Bukele de donar su salario para becas de estudio haya puesto a Zamora en una posición incómoda, y al no estar dispuesto a hacer lo mismo haya preferido que otro ocupe su puesto, para dedicarse por entero a sus negocios personales. También hay que considerar que su apoyo para devolverle el nombre original a la calle San Antonio Abad, quitándole el nombre del fundador de Arena, Roberto D’Aubuisson, haya causado malestar en la dirigencia del partido, más interesada en que la gestión de Bukele fracase que en el desarrollo de San Salvador, y que por ello haya sido presionado para retirarse del concejo.
Como sea, con la solicitud y posterior aprobación de un permiso de seis meses, el concejal da un mal ejemplo, demuestra poco compromiso con sus decisiones y con sus electores, y sobre todo, da un golpe bajo al nuevo sistema de concejos municipales plurales, que necesita reforzarse y mostrar su eficacia. Si a Zamora no le convenía personal, política o económicamente ser parte del concejo de San Salvador, debió haberlo previsto y no inscribirse en la segunda planilla. En eso fue honesto Bukele, que desde un principio anunció que de perder la alcaldía, no sería parte del gobierno municipal capitalino. En contraste, Zamora no solo faltó a la verdad durante la campaña, sino también a la responsabilidad y al compromiso después de la elección.