El P. Rutilio Grande y El Salvador del Mundo

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Estamos ya en plenas fiestas agostinas; un buen momento para reflexionar sobre las lo que en verdad celebramos. No se puede olvidar que estas fiestas son en honor a Jesucristo, Salvador del Mundo, y que el 6 de agosto es el día en que la Iglesia celebra la Transfiguración del Señor, es decir, cuando Jesús se da a conocer a sus discípulos como el Mesías, el Salvador de la humanidad.

Hace ya 41 años, al padre Rutilio Grande se le pidió que pronunciara la homilía en la misa solemne de Catedral. Rutilio hizo una muy bonita y profunda reflexión sobre esta celebración. Lastimosamente, cuatro décadas después, a pesar de la guerra y de los Acuerdos de Paz, la realidad de El Salvador no es muy distinta a la que conoció Rutilio; nuestra sociedad sigue buscando y necesitando transformación.

Es cierto que a lo largo de estos 41 años nuevos elementos se han incorporado a nuestra realidad. Unos han supuesto avances importantes hacia el respeto de la persona humana, como es el caso de las libertades políticas y la vigencia de los derechos humanos; pero otros siguen empañándola, como la enorme desigualdad entre los salvadoreños, la miseria de muchas familias, la violencia cotidiana y la impunidad con la que actúan los criminales. Esta realidad dolorosa para tantas personas no puede ser aceptada como la voluntad de Dios ni como algo natural. Es una realidad construida por seres humanos que actúan movidos por un corazón duro, con una gran falta de amor e incapaces de ver en el prójimo a su propio hermano y hermana.

Por ello, al igual que hizo en su reflexión el P. Grande, conviene partir del significado del ser cristiano auténtico: aquel que está comprometido con el seguimiento de Jesús y trata de vivir el Evangelio, con todas las consecuencias que ello implica en la vida personal y social. Para el P. Rutilio, ser cristiano supone haber asumido todos los postulados del Evangelio y vivir acorde con las exigencias de esos postulados. Por ello, los que no asumen el Evangelio en su totalidad no pueden considerarse verdaderos cristianos. Hoy siguen siendo muy actuales las palabras del P. Grande: "Muchos bautizados en nuestro país no han comulgado todavía con los postulados del Evangelio, que exigen una transfiguración, y por tanto ellos mismos no están transfigurados en su mente y en su corazón, y ponen un dique de egoísmo al mensaje de Jesús".

Para el P. Grande, no tenía sentido celebrar estas fiestas si Jesucristo no es el Señor de El Salvador en la realidad de cada día; para él, Jesucristo no podía ser realmente el patrón de nuestro pueblo si este no se transfiguraba. Hoy, al igual que hace 41 años, nuestra realidad sigue necesitando transfiguración en muchos sentidos. Se requiere transfiguración que impida la muerte de tantos jóvenes a diario. Se necesita una transfiguración para que los jóvenes que hoy se dedican al delito y al crimen tengan oportunidades para humanizarse, dedicarse al estudio o al trabajo, y así poder realizarse como personas. Se requieren cambios profundos para que la migración no sea la única salida para aquellos que no encuentran oportunidades en el propio territorio nacional. Se requiere de un cambio en el corazón de los ricos para que se muestren verdaderamente solidarios con las mayorías populares, y todos compartamos una verdadera mesa común. Se necesita un cambio en el interior de cada salvadoreño y cada salvadoreña para que se abandone la violencia que impera en todos los niveles de la sociedad. Se requiere de transfiguración para que los políticos sean verdaderos servidores públicos y desaparezca todo tipo de corrupción. Se necesita una transformación de los valores para que no sigamos consumiendo más allá de las posibilidades que el país y la gente tienen. Se requiere de esfuerzo y sacrificio personal para anteponer el bien común al beneficio personal.

Estar abiertos a estos cambios, en el interior de cada persona y en el corazón de nuestra sociedad, es fundamental para ser cristianos auténticos. Jesús, a quien El Salvador quiere celebrar como patrón, llamaba constantemente al cambio de actitud. Hoy los signos de los tiempos invitan a dar un paso adelante en la dirección que apuntaba el padre Rutilio Grande, "a fin de conseguir todos juntos, solidariamente, la transfiguración total, íntegra y verdadera de todos y cada uno de los habitantes de este suelo sagrado en el que hemos nacido, al que amamos y por cuyo bien todos nos hemos de afanar".

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