Desde hace tiempo, Hugo Martínez era mencionado, junto a Gerson Martínez, entre los nombres de los posibles candidatos del FMLN a la Presidencia, y él mismo se encargó de alentar las especulaciones. Ahora, aunque se diga otra cosa, la debacle electoral del 4 de marzo y el apoyo de Óscar Ortiz y su grupo aceleraron la decisión del Canciller de sumarse al proceso de elección interna. El anuncio de su precandidatura es bueno para un partido que se encargó de colgarse a sí mismo el cartel de autoritario y verticalista. En el supuesto de que se realice una verdadera contienda interna, esta segunda opción le puede dar al FMLN un aire pluralista, de democracia participativa y refrescar el ánimo de su militancia y simpatizantes.
El lanzamiento de Martínez también es bueno porque hará contrapeso al abrumador monopolio propagandístico que ha impuesto Arena con su proceso interno. Ojalá que el FMLN comience por distanciarse de su competidor haciendo una campaña destinada básicamente a sus votantes internos, en lugar de imponerle a toda la población una propaganda que solo incumbe a su militancia. Más que porque los precandidatos del FMLN no tengan la cantidad de recursos financieros de la que disponen sus contrapartes en Arena, la decisión de hacer una campaña dirigida a las bases del partido debe ser una opción por respeto a los salvadoreños.
Pero el asunto de los precandidatos no es el mayor ni el principal problema del FMLN de cara a la elección presidencial. El quid de la cuestión es su dirigencia. En los próximos comicios, el partido de izquierda podría llevar al mejor de los candidatos, pero difícilmente saldrá bien librado si la cúpula se mantiene intacta en su conformación y modos de hacer las cosas. Si en Arena el reiterado llamado a la unidad que hacen los dos principales precandidatos refleja la fuerte división interna, en el FMLN no es diferente. En el lanzamiento de la precandidatura, tanto Hugo Martínez como Óscar Ortiz exigieron transparencia, democracia y respeto a la voluntad popular, tres bienes que han estado ausentes en el actuar del FMLN en los últimos años. Sin embargo, no hay que perder de vista que así como sin reparos ni tacto político la cúpula se inclinó públicamente por Gerson Martínez, ahora desde el Gobierno y, en concreto, desde el hombre fuerte en él, se apoya a Hugo Martínez. Dos poderes enfrentados dentro del mismo instituto político.
El llamado del Canciller a la unidad y democratización partidarias se explica, pues, por esa división interna del Frente, pero también por los cientos de militantes que fueron expulsados del partido o que lo abandonaron debido al autoritarismo de la dirigencia. Y es un guiño a los miles de simpatizantes desencantados que prefirieron no votar, dándole así el triunfo a Arena. Martínez no la tendrán fácil, pues está ligado a una corriente renovadora que, liderada por Óscar Ortiz, fue aplastada hace años por la ortodoxia que sigue dominando al FMLN.
Mientras el FMLN no muestre una apertura real, mientras no permita un proceso participativo de reflexión en el que toda su militancia pueda expresar su descontento, mientras no democratice sus estructuras de modo que no solo sus bases sino la población en general vean signos de verdadero cambio, ninguno de sus precandidatos tendrá posibilidades de ganar la elección nacional. Y aunque el FMLN estuviese dispuesto a iniciar un proceso con las características requeridas, queda sin resolver una cuestión crucial: ¿hay tiempo suficiente para realizarlo con éxito antes de los comicios de 2019 o es mejor comenzar la conversión pensando en el mediano plazo?