La semana pasada, el PNUD dio a conocer el informe global sobre desarrollo humano correspondiente a 2014. El organismo escogió a El Salvador para presentar el documento, como un reconocimiento a los esfuerzos que acá se hacen para avanzar en el desarrollo humano. Las autoridades del PNUD dijeron que este es el país de América Latina cuyo índice de desarrollo humano ha crecido más en los últimos veinte años y señalaron que se han dado pasos importantes para el cumplimiento de los Objetivos del Milenio. Esta es, sin duda alguna, una buena noticia. No obstante, también afirmaron que es necesario seguir trabajando en políticas públicas centradas en el desarrollo de la gente.
Ciertamente, tenemos mucho por hacer. Actualmente, en desarrollo humano, El Salvador ocupa el puesto 115 entre 187 países. Pero las capacidades nacionales nos permitirían alcanzar el nivel de desarrollo humano de Panamá y Costa Rica, ubicados, respectivamente, en los lugares 65 y 68 de la tabla. Eso no es imposible, pero requiere de más conciencia y voluntad de todos los sectores de la sociedad. Si se aunaran capacidades y esfuerzos, si se dejaran a un lado los sectarismos y la defensa a ultranza de lo propio en desmedro de lo común, podríamos alcanzar esos niveles de desarrollo humano en menos de dos décadas.
Lo novedoso de este informe es su enfoque en la vulnerabilidad. Se resalta que el planeta es cada vez más vulnerable, lo que supone que la población mundial está más indefensa ante crisis de diversa índole. En la mayoría de países, el crecimiento económico es cada vez menor y la riqueza la acapara un grupo muy pequeño de personas, lo cual significa un aumento de la desigualdad y la ralentización del desarrollo humano. En este sentido, el informe advierte que muchos de los avances logrados en el último siglo podrían revertirse fácilmente ante desastres naturales de grandes proporciones, los efectos del cambio climático o una crisis política.
Pero la vulnerabilidad también está presente en las familias, de modo que una enfermedad o la pérdida del empleo de un miembro de la familia pueden traer una crisis importante que conduzca a la pobreza o que la profundice. Dada la mayor vulnerabilidad de la población mundial, especialmente en los países en desarrollo, el informe subraya la necesidad de incrementar el esfuerzo para promover oportunidades de vida, así como de proteger los logros alcanzados hasta la fecha.
Todo esto es aplicable a El Salvador. Hemos vivido una disminución de la pobreza de 4.2%, pero, a la vez, el 1.8% de las familias que habían logrado superarla y pasado a la clase media, hoy son nuevamente pobres. Esto significa que la vulnerabilidad ha aumentado en 6.2%, el cuarto mayor crecimiento de la región latinoamericana. Por ende, cualquier sequía, terremoto o huracán provoca enormes pérdidas y perjudica la calidad de vida de los salvadoreños. Lo mismo ocurre con una enfermedad: el costo de los servicios de salud privados y de las medicinas son tan altos que con facilidad una familia queda en la pobreza después de enfrentar el padecimiento de un familiar.
Por esto, el informe destaca “la necesidad de ampliar la protección social y hacerla efectivamente universal”, es decir, que abarque a toda la población. En El Salvador, son muchos los que carecen de protección social, algo que es “particularmente importante en las fases más críticas de la vida de mujeres y hombres, como es el caso de las y los niños, jóvenes que ingresan al mercado laboral y los adultos mayores”. Los programas sociales que se han impulsado en los últimos años han contribuido a la disminución de la vulnerabilidad de la población más pobre, pero no son suficientes. El país debe avanzar hacia la extensión de la protección social; esta debe cubrir a los trabajadores del campo, a los del sector informal, a las amas de casa. De ese modo, estaríamos más preparados para lidiar con eventos adversos, como los que sin duda vendrán, sin que el bienestar familiar y social tenga retrocesos.
En este marco, es fundamental enfrentar el grave problema de la calidad del empleo, un tema clave para la región latinoamericana y en especial para el país. Los trabajadores —en su mayoría, informales, en zonas urbanas y con medios de vida precarios— son en extremo vulnerables a las crisis. El acceso a empleos decentes es requisito para impulsar el desarrollo humano, fortalecer la cohesión social y aumentar la seguridad ciudadana en El Salvador. Por eso suscribimos las palabras de Jessica Faieta, subsecretaria general de la ONU y directora del PNUD para América Latina y el Caribe: “Hoy tenemos una tarea urgente que demanda un esfuerzo conjunto de nuestras sociedades, del sector privado y del Gobierno, que sean cada vez más eficientes y estén cada vez más comprometidos con la visión de un desarrollo sostenible a largo plazo”.