Emergencia de salud mental

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Editorial UCA
12/06/2024

Ya la Organización Mundial de la Salud había advertido que la pandemia ocasionaría un decaimiento de la salud mental a escala planetaria. El Salvador no se ha librado de ello. La Encuesta Nacional de Salud Mental de 2022, del Ministerio de Salud, revela que el 10.3% de las personas adultas presenta signos significativos de estrés postraumático y 21% algún grado de depresión; el 22.4% de los adolescentes sufre estrés postraumático o angustia moderada. Además, cuatro de cada diez adolescentes presentan síntomas de trastorno de depresión mayor. La contra parte de esta realidad es el aumento de los suicidios.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan 800 mil personas en el mundo, es decir, una cada 40 segundos. Aunque los datos nacionales no son exactos, los números disponibles indican que los suicidios han aumentado en el país en los últimos años. En promedio se suicidan nueve personas a la semana; de cada 10 suicidios, en promedio ocho son de hombres y dos de mujeres. De acuerdo al Instituto de Medicina Legal, en el trienio 2020-2022 ocurrieron 1,500 suicidios. Solo el Movimiento de Trabajadores de la Policía ha contabilizado que desde 2012 más de medio centenar de agentes han muerto por mano propia.

Diversos estudios coinciden en que los factores que más precipitan el suicidio son el alcoholismo y/o las drogas, los conflictos emocionales, la depresión, las enfermedades físicas o psiquiátricas, y los problemas económicos. También hay acuerdo en que las mujeres son más propensas a pensar en quitarse la vida, pero los hombres son los que más lo llevan a cabo y por métodos más violentos. En la mayor parte de los casos, las personas no buscan acabar con su vida, sino poner fin al sufrimiento. Es tal el grado de dolor que se experimenta que se llega a la conclusión de que el alivio más cercano y rápido es quitarse la vida.

Sin embargo, el suicidio se puede prevenir si se trata a tiempo. Así como hay factores que precipitan al suicidio, también están los que disminuyen las probabilidades de cometerlo. La presencia de vínculos familiares y sociales positivos, una sana autoestima, tener hijos que cuidar, la fe y el acceso a recursos educativos, sanitarios, sociales y comunitarios disminuyen la propensión al suicidio. ¿Qué se está haciendo en el país para promover estos factores? ¿Se está preparando el sistema de salud pública para hacerle frente a esta emergencia? ¿Se cuenta con suficientes psicólogos y psiquiatras para atender la demanda de la población?

Si esta dramática situación no interpela socialmente ni mueve a las autoridades, poca esperanza hay de un futuro más humano. Algo pasa con el país, y no huele bien. La ciudadanía se está acostumbrando demasiado a convivir con problemas que se podrían resolver de haber voluntad política. Así como se normalizó la guerra y la brutal violencia de las pandillas; ahora se está normalizando el miedo consustancial al régimen de excepción. ¿Lo mismo sucederá con los suicidios? Normalizarlos deshumaniza, orilla a las personas a pensar que el dolor y el sufrimiento son parte de la cotidianidad.

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