La UCA presentó su última encuesta este jueves recién pasado. En medio de un ambiente crispado por una campaña electoral cada vez más vacía y vocinglera, los datos nos llaman a la reflexión. La figura de Mauricio Funes no parece declinar tanto como algunos dicen. Al contrario, un mes y medio antes de las elecciones, que es cuando se realizó la encuesta, Funes muestra una diferencia notable en preferencia de voto: 17 puntos sobre su opositor. Esto no quiere decir, sin embargo, que vaya a tener una victoria fácil. Un 25% de indecisos, o de personas que pueden cambiar su voto, resultan un misterio de cara al día de las elecciones.
Lo que sí queda claro a partir de la encuesta es que después de las elecciones nos encontraremos con un país más polarizado y con una agresividad que al darse a sí misma rienda suelta estará poco contenida cuando toque trabajar al unísono para sacar adelante al país. No se puede mentarle la madre a una persona durante un mes y medio y luego decirle que somos amigos, hermanos y que debemos colaborar todos juntos en temas de importancia nacional. La gente, que cada vez muestra más deseo de votar, tiene cada día menos interés en la campaña. Por sucia, vacía y creadora de tensiones innecesarias y perjudiciales para el propio país. Campaña que además de larga en exceso, ha sido también muy cara. Y un país pobre como el nuestro no está para tirar dinero gastándolo en insultos.
Este mismo tipo de campaña, unido a las irregularidades que se han dado en las elecciones municipales y legislativas, crea una profunda desconfianza en el proceso electoral. Si bien hay que reconocer que el Tribunal Supremo electoral ha realizado avances en dimensiones técnicas y administrativas, en el campo jurisdiccional ha sido demasiado ineficiente. No es raro ello al ser los propios políticos jueces y parte frente a las irregularidades electorales o ante las violaciones patentes a la ley electoral. Separar los aspectos administrativos de los jurisdiccionales se muestra cada vez más urgente si se quiere realmente corregir una serie de irregularidades que de dejarlas correr pueden incluso poner en riesgo nuestra democracia. El pensamiento de fraude, aunque no tenga base suficiente, sigue presente en una buena proporción de la ciudadanía. Y la responsabilidad de cambiar esa percepción nos corresponde a todos, pero especialmente a los políticos haciendo las reformas adecuadas en el Tribunal Supremo Electoral.
En este contexto, los dos candidatos en contienda electoral deberían aprovechar el último día de campaña para realizar una actividad común: presentarse juntos ante los periodistas y comprometerse a trabajar unidos en el establecimiento de compromisos básicos de desarrollo y de fortalecimiento institucional. Nuestra gente necesita saber que, gane quien gane, no ganará la polarización y la falta de gobernabilidad. Y nada mejor para dar confianza a los salvadoreños que los dos candidatos se comprometan juntos, gane quien gane, a impulsar grandes acuerdos en el campo social, económico, político y de fortalecimiento institucional que nos lleven hacia el desarrollo. Si los candidatos no son capaces de hacer esto, nos darán una pésima señal. Porque no hay que esperar a ganar para ofrecer una mano colaboradora al adversario. Es importante hacerlo antes, especialmente en un momento en el que la polarización está llegando a extremos que enturbian incluso las mentes de gente normalmente equilibrada.
Las encuestas dan radiografías, mejor o peor hechas, de momentos concretos de la opinión pública y de la percepción popular de los hechos y acontecimientos del país. Son un instrumento científico tanto para hacer esa especie de radiografías como para reflejar sentimientos y percepciones de la población. Pero los datos sin reflexión no sirven para mucho. Y reflexión no es decir va a ganar este, ni es asegurar que las encuestas están mal hechas o se equivocan. Reflexión es ver aquello que resulta preocupante para la salud del país, e indicar por dónde deben ir los remedios. Viendo a un país prácticamente dividido en dos, que eso reflejan las encuestas, y cansado además de la agresividad de la campaña, nada mejor que dar un poco de esperanza con una declaración conjunta de los dos candidatos comprometiéndose seriamente a trabajar en una serie de objetivos nacionales que estén claramente orientados hacia el bien común.