Aunque todavía muchas obras secundarias aguardan conclusión en detalles importantes, e incluso la carretera Longitudinal del Norte tiene muchos tramos intransitables, el Fomilenio ya está cerrando el programa y celebrándolo como un gran éxito; en palabras de su presidente, ya pueden decir: "misión cumplida". Ciertamente, es difícil cuestionar la calidad y el éxito de algunos de los proyectos del Fomilenio, que en su conjunto han significado la creación de importantes infraestructuras para los municipios y comunidades de la zona norte del país, y ofrecido posibilidades de acceso a la educación y a financiamiento para una mayor inversión productiva a sus pobladores. Pero también deben señalarse los problemas que se han dado en el desarrollo del proyecto, los conflictos que generó con algunas comunidades y la poca atención que a las demandas de estas se prestó.
La principal obra a realizar por el Fomilenio era la carretera Longitudinal del Norte, que conectaría 94 municipios del norte del país, desde Anamorós, en La Unión, hasta Metapán, en Santa Ana. El recorrido de esta carretera fue el primer punto de discusión. Desde un principio, el FMLN expresó su desacuerdo con la construcción de la vía, bajo los argumentos de que causaría grave daño ecológico y facilitaría la penetración del capitalismo salvaje en las zonas rurales, donde encontraría mano de obra barata y disponible para sus proyectos. Además, afirmaba que, una vez construida, la carretera estaría al servicio de la explotación minera. Las propuestas alternativas iban encaminadas a mejorar la conectividad de las comunidades del norte, con carreteras secundarias que facilitaran el acceso hacia las cabeceras departamentales, así como obras de infraestructura que contribuyeran al desarrollo. Finalmente, lograron superarse los principales reparos, se asumieron algunos de los proyectos alternativos y se inició la construcción de la autopista. Pero ello no impidió que surgieran problemas en la marcha.
Las autoridades del Fomilenio han mostrado muy poca capacidad de escucha y nula sensibilidad a las demandas de algunas comunidades. Para poner un solo ejemplo: los habitantes de Guarjila no querían que la carretera cruzara por el centro del poblado. A pesar de sus protestas y de las visitas a las oficinas del Fomilenio y del MOP, la petición no fue escuchada y la obra pasó por el centro de la comunidad, dividiéndola en dos partes y poniendo en riesgo la vida de cientos de niños y adultos mayores, que deben cruzar la vía a diario para ir a la escuela o al centro de salud. Mientras en otras poblaciones se aprobó un baipás para evitar este problema, en el caso de Guarjila la negativa fue rotunda.
Después de largas negociaciones, se prometió la construcción de una pasarela sobre la carretera. Pero Fomilenio la dejó abandonada, pese al peligro que representa para los transeúntes, ante la oposición de un vecino cercano a la obra; oposición sin argumentos sólidos y contraria a la opinión de la Adesco y del resto de la comunidad. Así, una vez más, ha prevalecido el interés particular sobre el colectivo, y Fomilenio se ha prestado al juego poniéndose del lado de los intereses de una persona.
De este modo, el Fondo del Milenio de El Salvador ha contribuido a la división de la comunidad y a la desintegración del tejido social que a lo largo de 20 años la gente de Guarjila había construido con gran empeño y esfuerzo. Por desgracia, esto no es excepcional; ocurre cada vez que se interviene en una comunidad sin tomar en cuenta sus necesidades y sus demandas. Esto empaña los posibles beneficios para el desarrollo que podría conllevar un proyecto como este. Es importante aprender esta lección ahora que arrancará el Fomilienio II en la zona costera del país. Si de verdad se quiere contribuir al desarrollo, hay que partir de las necesidades y de las demandas de la gente, y no de la visión de los directivos y técnicos de las instituciones. El éxito de un proyecto de desarrollo pasa necesariamente por la satisfacción y el beneficio de cada una de las comunidades implicadas.