El cansancio por la violencia y el mal funcionamiento de las instituciones se acumula. Y cada Gobierno trata de enfrentar la situación de una o de varias maneras diferentes. Primero, la violencia se disimulaba con la guerra civil. Los muertos a causa de la delincuencia común casi no contaban, aunque fueran muchos. Después de la guerra, se trataba de negar el fenómeno, diciendo que las denuncias sobre la violencia extrema eran propaganda contra el Gobierno. Ante la imposibilidad de negar la dureza de la violencia, Francisco Flores inventó la Mano Dura, que fue un rotundo fracaso. Luego, Antonio Saca habló de Súper Mano Dura. Y cuando esta también fracasó, formó una comisión que recomendó una serie de medidas inteligentes. Pero con la excusa de que las medidas costaban dinero, quedaron archivadas.
Mauricio Funes tuvo tres etapas claramente diferenciadas. Comenzó tratando de mejorar la investigación y depurar la PNC. Dio un bandazo y pasó a una estrategia en la que se habló inicialmente de dureza, para pronto desembocar en una tregua. Y terminó con un ambicioso plan de unión nacional contra la violencia que no dio resultado. La desesperación de la sociedad ha continuado creciendo ante un proceso tan largo de ineficacia y la permanencia de un fenómeno cuya expresión más trágica, los homicidios, nunca ha dejado de tener los niveles propios de una epidemia. Hay un proceso de acumulación, desesperación y furia entre la ciudadanía que afecta la visión de la política, de la interacción ciudadana e incluso de los criterios de racionalidad que deben regir la convivencia. Para hacerse una idea de esto último, basta echar una ojeada a las redes sociales en Internet.
En la actualidad, hay un esfuerzo gubernamental para alcanzar acuerdos sobre cómo enfrentar la violencia, al tiempo que se intenta retomar la relación con la población. Con el PNUD actuando como secretaría técnica y con la representación de diversas instituciones de la vida nacional (gubernamentales, de la sociedad civil y privadas), se ha comenzado un diálogo, con plazo fijo y breve, para lograr acuerdos encaminados a la pacificación de El Salvador. La UCA, que en el tema de la violencia siempre ha sido pionera, tanto en la medición como en el análisis y en los aportes de solución a esta problemática, presenta esta semana el informe La situación de la seguridad y la justicia 2009-2014. Sin lugar a dudas, un insumo valioso para la reflexión y el debate.
Lo cierto es que el esfuerzo que hay que hacer tanto para contener la delincuencia y la violencia como para prevenirla tiene que ser grande. Una parte de la población no cree ya en soluciones o está harta de esperarlas. Otra desearía una especie de baño de sangre en el que ahogar a todo el que sea identificado como delincuente. Convencer a la gente de que hay políticas adecuadas y que el problema se puede controlar no será fácil. Pero hay que hacer el esfuerzo, y con la conciencia de que todos debemos poner una cuota, aunque sea pequeña, de sacrificio. La prevención cuesta dinero, especialmente si se emprenden planes ambiciosos, necesarios para ser eficaces, en el campo educativo, cultural, familiar, deportivo y laboral. Y el dinero sale siempre de los impuestos, en los que la aportación mayoritaria tiene que ser, por supuesto, de los que tienen más. No habrá solución para la violencia sin sacrificio, generosidad y solidaridad. Pero a la larga el sacrificio valdrá la pena. Conseguir un país justo generará no solo una convivencia pacífica, sino confianza en el futuro y en las instituciones que ayudará a convertir el camino hacia el desarrollo en un dinamismo estable.
También en el área de la contención del crimen habrá que hacer esfuerzos. Dotar a la PNC de mejores y más eficaces recursos, cambiar la mentalidad reactiva y violenta de algunos agentes, corregir posibles brotes de corrupción, requiere mejorar la inversión y el trabajo interno. Convencer a los medios de comunicación, o incluso a los oficiales de información de la misma Policía, de que toda persona detenida debe ser tratada con respeto y bajo la presunción de inocencia no es algo fácil. Continuamente vemos en los diarios fotos de redadas en las que se exhibe a jóvenes en posturas degradantes y semidesnudos. Al leer la Constitución encontramos en el artículo 27 una prohibición de las penas infamantes, que de algún modo señala la necesidad de evitar los abusos contra personas que en una buena proporción son después liberadas. Exhibir a alguien en ropa interior no es la mejor manera de combatir el crimen ni de confiar en la PNC.
Debemos trabajar juntos, cooperar todos en la solución del problema, aceptar a cualquier sector con voluntad de participar en un diálogo racional para aportar, sabiendo que ante la violencia solo hay una respuesta de largo plazo, que incluye calidad policial y desarrollo humano. Y que esa respuesta, de parte de la sociedad, incluye generosidad, sacrificio y solidaridad.