Dado el tono y contenido de sus últimos tuits, alcanzar moderación no es uno de los propósitos de nuevo año de Donald Trump. El empresario devenido en presidente arrancó 2018 con una agresividad que hace presagiar lo peor para las relaciones internacionales. Desde su cuenta en Twitter, el mandatario estadounidense arremetió contra Pakistán, Palestina, Corea del Norte e Irán. En el caso de este último, apoyó las manifestaciones populares en contra del Gobierno, al que llamó “brutal y corrupto”. El 3 de enero, Trump afirmó que en el momento adecuado proporcionará apoyo al pueblo iraní. Salvando las distancias históricas, geográficas e ideológicas, ese apoyo llama la atención porque el Gobierno estadounidense actúa de manera contraria frente a la situación en Honduras: le ha dado la espalda a un pueblo que lucha en contra de un Gobierno muy cuestionado, brutal y corrupto.
Estados Unidos ha apoyado la reelección de Juan Orlando Hernández, quien violó flagrantemente el marco constitucional hondureño para postularse, da pasos de dictador en su afán de controlar todos los poderes del Estado y ha sido vinculado con el crimen organizado en tribunales neoyorquinos. El comportamiento errático de la administración Trump ante Honduras tuvo su cénit con el reconocimiento de las elecciones más descaradamente fraudulentas desde que el vecino país inauguró su democracia electoral en 1982. La represión contra quienes exigen que se respeten los resultados electorales ha causado hasta el momento, según organizaciones de derechos humanos, 30 muertes, cientos de detenidos y 33 casos comprobados de tortura y amenazas. Además, desde el golpe de Estado en 2009, han sido asesinados cerca de 60 periodistas.
Estados Unidos sabe bien lo que pasa en Honduras. Sin embargo, han pesado más sus intereses geopolíticos que el afán democrático del pueblo hondureño. No hay que engañarse: el régimen de Juan Orlando Hernández se sostiene por la vía de la militarización del país y por el apoyo del Gobierno de Trump. En contextos como este fue que surgió el “Yankee go home” que tanto molesta a algunos funcionarios estadounidenses y del que pretenden sacar raja electoral las derechas política, empresarial y mediática salvadoreñas. En Honduras, como en otras regiones del mundo, la actual política exterior estadounidense se antepone a cualquier otra realidad, incluyendo a la dignidad humana y a la democracia de un pueblo.