Justicia versus venganza

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Editorial UCA
16/05/2016

Las autoridades y la mayoría de la población culpan a las pandillas de la situación de violencia y criminalidad que afecta a todo el país, pese a que ello no ha sido respaldado con datos fehacientes y creíbles ni se ha determinado con exactitud cuántos crímenes son cometidos por las pandillas, cuántos por la delincuencia común y cuántos por el crimen organizado. Como sea, los altos niveles de criminalidad (la hemorragia diaria de homicidios, las extorsiones y amenazas, los asaltos en calles y buses, las presiones para que familias enteras abandonen sus hogares) han incrementado el nivel de riesgo y vulnerabilidad de una buena parte de los salvadoreños, hasta límites desconocidos en la época democrática. Fruto de ello, la vida es muy difícil en ciertas zonas del país.

Este contexto justifica con creces las recientes medidas gubernamentales contra el crimen y explica la buena recepción de las mismas por parte de la población y las fuerzas políticas, que muy rara vez aparcan sus diferencias ideológicas para ponerse de acuerdo en algo. Ciertamente, era necesario un golpe de timón en la lucha contra la delincuencia; era urgente adoptar medidas que le permitieran al Estado cumplir con su misión de garantizar la seguridad pública. Pero el cansancio y la desesperanza ante tanta vulnerabilidad también han llevado a que en las redes sociales y en espacios de opinión se aplaudan acciones totalmente incompatibles con una doctrina de seguridad democrática y respetuosa de los derechos humanos.

Las ejecuciones extrajudiciales, la tortura y el abuso de poder no pueden avalarse bajo ninguna lógica. En los últimos meses, las denuncias de violaciones a derechos humanos perpetradas por agentes de las fuerzas de seguridad se han disparado; en algunos casos, se ha regresado a prácticas erradicadas en el país luego de los Acuerdos de Paz. En la actualidad, y duele afirmarlo, se asesina, maltrata y condena tanto a personas sospechosas de pertenecer a las pandillas como a inocentes, víctimas circunstanciales de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. Las autoridades saben de esto, pero hasta ahora, lejos de ponerle paro, han defendido a los miembros de los cuerpos de seguridad acusados de violar derechos humanos.

La reciente creación de una comisión que velará para que no se cometan este tipo de abusos supone el reconocimiento de la problemática. Sin embargo, es mal signo que la mayor parte de sus miembros sean responsables de las políticas de seguridad pública y autores de las actuales estrategias de combate a la delincuencia. Esta composición no ofrece suficientes garantías de que la comisión cumplirá con su cometido. A sabiendas de que defender los derechos humanos es hoy antipopular, aún más cuando se trata de personas que han cometido crímenes, es necesario que se castigue ejemplarmente todo arbitrariedad; de lo contrario, pronto lo lamentaremos.

Por muy distintas que sean las razones de ahora que las de antes, así como en el pasado la violación a los derechos humanos llevó al país a un conflicto de grandes proporciones y causó tanto sufrimiento, también hoy se agudizará el conflicto social si no se pone fin a los abusos de la autoridades. El exceso de violencia por parte del Estado, incluso para enfrentar el crimen, no solo es inaceptable en una sociedad democrática, sino que genera más violencia y anima a más jóvenes a incorporarse a las estructuras criminales en busca de cobrarse las injusticias de las que son objeto.

Para combatir la delincuencia lo que se requiere es justicia, no venganza. Por ello es necesario fortalecer el sistema judicial y erradicar cualquier acto propio de la ley del talión. La doctrina cristiana exige justicia y condena la venganza. La primera es necesaria para proteger a la sociedad; la segunda acrecienta la violencia y convierte en criminal al que la ejecuta, aunque represente al Estado. El exterminio de presuntos criminales es un acto de venganza que socava los ya maltrechos valores de la sociedad salvadoreña, que, por un lado, es capaz de aplaudir la violación de derechos humanos y que, por otro, se dice cristiana y democrática.

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Anónimo
26/05/2016
12:49 pm
En el caso de las investigaciones por el asesinato cruel de una decena de trabajadores, en Opico, la fiscalía está luchando desesperada para que el caso no se le caiga. Su única \"prueba\" son las declaraciones de un criminal crieriado, a quien le han puesto un apodo para identificarlo. El caso es que en muchas ocasiones, para aparentar efectividad en la investigación del crimen, van a traer a pandilleros previamente identificados desde sus casas y basàndose en las declaraciones en ocasiones prefabricadas, de testigos criticados arman el \"muñeco\", visten de blanco a los aun inocentes, los exhiben y los acusan de cualquier cosa. Entre los sindicados aparece un joven de 18 años sosteniendo pesadas cadenas que le pusieron como castigo, al mejor estilo de la Edad Media. Un joven que como consecuencia de los problemas estructurales, en lugar de estar estudiando está sufriendo la persecución del sistema que lo formó para que fuera delincuente. Si el proceso fracasa ¡A c
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Anónimo
24/05/2016
12:45 pm
Que se prepare la UCA, ya van a tildar a la institución de defensora de los mareros. Da tristeza ver a las personas pidiendo el ahogamiento en sangre, en lugar de exigir medidas inteligentes que no conviertan al país en un represor que sustituye a la Guardia Nacional, la Policía de Hacienda y los Escuadrones de la Muerte de la derecha criminal en los años de la guerra. Les encanta seguir con el tema de la tregua como que si es el mayor problema que tenemos. Comprendo que Arena y sus apologistas quieran aprovechar la situación y vengarse de Funes y Munguía Payés, pero empecemos ya a olvidarnos de eso. Molestan con el estigma de la tregua e ignoran que en EUA hay militares expertos en sicología que hablan a cada rato con líderes de las pandillas y han logrado grandes avances en el control de la violencia. Esconden que dialogar con pandillas no es un delito, sino algunos ilícitos que puedan cometerse. El gobierno se ufana de ir ganando el conflicto, basado en el...
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Anónimo
17/05/2016
07:26 am
Comparto totalmente este editorial, y me atrevo a reflexionar que es lamentable cómo se están cometiendo crímenes de des-humanización en nuestro país, sin importar de que bando vienen, lo cierto es que hasta la población, que si bien es cierto, ya está cansada de tanta violencia, se hace participe de aceptar esta forma de exterminio, llamecele erradicación del mal; no obstante es un pecado mortal ante los ojos de Dios, por tanto es importante que las instituciones u organismos tanto nacionales, como internacionales tomen cartas en el asunto e impongan su autoridad a fin de intervenir para que estas practicas se detengan y no se vaya a formar una cultura de venganza indiscriminada en el pensamiento de las nuevas generaciones.
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