La crisis y el compromiso ético

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La Conferencia de Obispos Latinoamericanos ha publicado recientemente una serie de consideraciones sobre la crisis económica mundial, que ya está golpeando a América Latina en general y a nuestro país en particular. La baja de remesas, el descenso de puestos de trabajo, el encarecimiento de los alimentos han sido ya muestras patentes de la crisis que nos ha afectado a lo largo del año 2008. Los obispos no dudan a la hora de de catalogar la situación como realmente alarmante y con efectos trágicos: "Los problemas del desempleo, el hambre, la migración forzosa, el deterioro de la salud y la pérdida de calidad de vida de los pobres, que como siempre son las víctimas más afectadas de las crisis", son algunos de los efectos que mencionan los pastores latinoamericanos.

Enfrentar la crisis supone también enfrentar las causas que la producen. Y a la hora de analizar las causas, los obispos son de nuevo muy claros: "La actual crisis financiera ha puesto de manifiesto el afán excesivo de lucro por encima de la valoración del trabajo y del empleo, convirtiéndolo en un fin en sí mismo". La idolatría de la riqueza, tantas veces mencionada por monseñor Romero, sigue siendo en el mundo, igual que en El Salvador, la causa de terribles tragedias humanas.

Frente a ello, los obispos hacen un llamado a la responsabilidad: "[Todos,] gobernantes, políticos, empresarios, obreros, asociaciones civiles y comunidades religiosas de los diversos credos, debemos promover la humanización de las estructuras políticas, económicas y de desarrollo, para que estén al servicio del bien común, de la prioridad del trabajo sobre el capital y de la producción sobre las finanzas. Queremos recorrer juntos este camino de amenazas y oportunidades, apostando a los valores de la democracia, la participación y el diálogo".

A las universidades en particular, junto con otros grupos de investigación, pastoral social etc., nos piden que estimulemos nuestra creatividad, que pongamos nuestros mejores esfuerzos para "la formulación de un nuevo modelo de desarrollo para América Latina y el Caribe, y de un sistema económico mundial mejor regulado, que elimine la pobreza y promueva la justicia y la solidaridad en nuestro continente, tristemente el más inequitativo del planeta". Ese nuevo modelo debe no sólo tener un componente de solidaridad fundamental, sino que debe dar prioridad al trabajo sobre el capital.

Tal vez este último punto, la prioridad del trabajo sobre el capital, es el más retante de todos y el que con frecuencia tratamos de ocultar en nuestros proyectos, discursos y prospecciones de futuro. Pero si no se construye un modelo de desarrollo que realmente valore el trabajo humano con mayor fuerza que el capital, el futuro seguirá siendo miserable para nuestros países. Y aquí conviene señalar que quienes defienden lo que ellos llaman el sistema salvadoreño vigente, que es un sistema que en realidad pone al capital por encima del trabajo, están defendiendo una estructura socioeconómica que la fe cristiana no puede llamar suya.

Cuando hablamos de que pertenecemos a una cultura cristiana, olvidamos con excesiva frecuencia no sólo los llamados evangélicos a la solidaridad y la opción preferencial por los pobres, sino también con demasiada persistencia la doctrina social de la Iglesia y las aplicaciones de la misma que los obispos latinoamericanos hacen a nuestra realidad.

En El Salvador debemos dar un salto radical hacia una mayor solidaridad. No a poner parches a una sociedad con demasiados agujeros de injusticia, sino a transformar adecuadamente una estructura socioeconómica demasiado centrada en el lucro, en la prioridad práctica del capital y en el egoísmo individual. Pasar a formas de convivencia solidarias, donde el trabajo y la retribución decente del mismo sean considerados realmente como el patrimonio de un El Salvador más justo, es una exigencia ética, y más en tiempos de crisis, que nos alcanza a todos y todas. Ojalá este tipo de mensajes no caiga en el vacío ni se pierda en medio de la vocinglería demasiado estridente de nuestras campañas electorales.

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