Los tiempos electorales son propicios para la mentira. Especialmente para la mentira histórica inmediata, que generalmente se lanza al público con tonos histéricos. Ya habíamos observado que en El Diario de Hoy, en la página 4 de la edición del viernes 13 de febrero, se afirmaba que en tiempos de Chávez habían muerto cien mil millones de personas víctimas de la violencia. Alguna gente esperaba que dado lo monumental de la mentira, y además publicada en una nota firmada no por un periodista, sino responsabilizando a "agencias", el diario mencionado pidiera disculpas a los lectores. Cien mil millones de personas son las que aproximadamente han vivido en el planeta tierra desde que comenzó a existir el homo sapiens hasta el año 2000. Al menos eso calcula el Population Reference Bureau (PRB), una reconocida organización que estudia el tema de población. Pero la magnitud de la exageración, dado que es contra Chávez, no permite un reconocimiento del error. Mucho menos pedirles disculpas a sus lectores.
Y es que en tiempo de elecciones la mentira histérica de Enrique Altamirano, dueño e inspirador de la violencia verbal de mayor difusión en El Salvador, no tiene límites. A los pocos días de la mentira poblacional, Altamirano se dedicó en un editorial a denigrar a un sacerdote, Jon Cortina, que no sólo defendió y se solidarizó permanentemente con las víctimas de la guerra, sino que después de la misma contribuyó a la reconciliación, promoviendo el encuentro de niños desaparecidos y su reencuentro con los padres biológicos salvadoreños. La Fundación Pro Búsqueda, iniciada y alentada por el padre Cortina hasta su muerte, es todavía hoy la ONG más exitosa de América Latina en conseguir que niños desaparecidos durante las guerras civiles y sucias pudieran reencontrar a sus padres biológicos.
Decir que alentaba personalmente a los niños a incorporarse a la guerrilla no es más que una mentira dedicada a ensuciar el recuerdo de un sacerdote que contribuyó a la paz y reconciliación de El Salvador. Y mentiras, además, dichas por Enrique Altamirano, del que existen muchos indicios y pruebas de que financió a los escuadrones de la muerte. El Diario de Hoy, dirigido desde hace años por Altamirano, se significó a lo largo de toda la guerra civil por su lenguaje violento e incitador de violencia, por su odio visceral a arzobispos como Mons. Romero y Mons. Rivera, por su enemistad con el proceso de paz y por su protección y encubrimiento de los terribles crímenes cometidos por el Ejército y los escuadrones de la muerte. Violencia verbal que en tiempos de paz ha continuado, insultando, mintiendo y tratando de crear un clima de odio y desprecio contra todo aquel que piense diferente de este histérico personaje.
En los sectores bien pensantes de El Salvador se suele decir que ahora ya tiene más influencia en El Diario de Hoy su hijo Fabricio, y que éste es diferente. Pero mientras los editoriales sigan siendo la obra histérica de un hombre probablemente enfermo, y mientras las mentiras redaccionales no se corrijan con información adecuada y confiable, todos los dueños del periódico quedan marcados por el mismo y absoluto desprecio de la dignidad humana que caracteriza al editorialista del periódico.
A nadie en su sano juicio se le ocurre meterse con los familiares que antecedieron a Enrique Altamirano en la propiedad y dirección de El Diario de Hoy. Su padre y su madre son personas difuntas, y en la cultura normal de la gente sana a los muertos se les respeta. Son personas que ya no se pueden defender, y de cobardes es atacar a los indefensos. Se puede hablar mal de monstruos como Hitler y Stalin, porque históricamente lideraron épocas de barbarie casi infinita que tuvieron una terrible repercusión colectiva, tanto generando víctimas, como verdugos y cómplices cobardes de la infamia. Pero tratar con el irrespeto que este señor trata al P. Jon Cortina, gente de bien y ya fallecido, ni es de hombres con hombría, ni de hombres de bien, ni de personas sanas mentalmente.