El último sondeo de opinión pública del Iudop muestra una sombría percepción de los salvadoreños sobre la marcha del país. El 67.4% considera que la situación general de El Salvador en 2015 fue peor que en 2014; el 56.9% siente temor ante el futuro; el 59.9% piensa que en 2016 la economía irá peor que el año pasado; y casi siete de cada diez consultados consideran que los planes de seguridad no están arrojando resultados. No dar importancia a esta opinión de la población sería contraproducente e irrespetuoso. Los datos de la encuesta deberían ser analizados y tomados en cuenta por todas las instituciones del Estado, especialmente por el Presidente de la República y su Gobierno, así como también por los partidos políticos que aspiran a representar los intereses de la ciudadanía.
La democracia no se basa únicamente en la realización periódica y libre de elecciones; en un régimen que se dice democrático, debe alentarse y valorarse la participación de la gente y su opinión sobre la marcha del país. Aunque existen diversas formas de participación, unas más directas que otras, los sondeos de opinión permiten conocer el pensar y sentir de las personas en un momento dado; permiten escuchar la voz de los ciudadanos, incluso de aquellos que habitualmente no se pronuncian o que no participan activamente en política, y por ello tienen un gran valor.
En un contexto generalizado de violencia, el Gobierno debe tomar nota de que la forma en que combate a la delincuencia se está convirtiendo en otra preocupación popular. Que el 53% de los encuestados no se sienta seguro ante un policía, que el 27.6 % crea que la PNC se está excediendo en el uso de la fuerza o que el 6.6% señale haber sido maltratado físicamente por la Policía o el Ejército son datos muy preocupantes. La percepción de que ha empeorado la situación de respeto a los derechos humanos, que el incremento de homicidios se debe en parte a las ejecuciones extrajudiciales cometidas tanto por grupos de exterminio como por la PNC, y que la guerra entre esta y las maras se debe precisamente al asesinato de pandilleros no puede ser ignorada. Igualmente grave es que el 62.3% de la población considere que la Fiscalía General de la República cumple poco o nada con su misión, y que casi el 70% considere que es corrupta.
Sin embargo, los factores asociados a la dramática situación de criminalidad no son la única causa de la negativa visión sobre el país. Importantes segmentos de la población opinan que no hay logros a destacar en la gestión de la administración de Sánchez Cerén, que la principal razón del empeoramiento de la situación nacional es la mala gestión gubernamental, que las condiciones económicas (empleo, costo de la canasta básica, pobreza) han empeorado, que ha aumentado el deterioro del medioambiente y se ha incrementado la emigración, entre otros.
Estas valoraciones de la ciudadanía deben mover a una profunda reflexión. Es absurdo que el Gobierno y el FMLN hagan alardes de logros que la población no percibe. En lugar de ello, es de rigor que analicen a profundidad sus políticas y estrategias, y reconozcan los fallos cometidos, así como hagan los cambios necesarios para mejorar. En este marco, se impone una renovación del gabinete, empezando por los funcionarios que no han demostrado estar a la altura de lo que el país requiere y los salvadoreños demandan.
La oposición también tiene tarea. Que la mayoría de la población no tenga preferencia partidaria y que siga erosionándose la confianza en los partidos políticos deja en evidencia que estos no están respondiendo a lo que la población espera de ellos. Si bien la negativa valoración de la situación del país y del accionar gubernamental explica la disminución de las simpatías por el FMLN, ello no se traduce en un aumento de las preferencias por Arena. Y la razón de ello reside en su modo de actuar. El principal partido de oposición no ha sido capaz de capitalizar el descontento de la población; más bien dilapida su capital político defendiendo su pasado de corrupción y abusos, y apostando por la agudización de la crisis económica y de seguridad como medio para ganar las próximas elecciones. Todo apunta a que esta estrategia no le está dando resultados. Y de este fracaso debe extraer la misma lección que queda para el FMLN y el Gobierno: es hora de autocrítica y de cambio de rumbo.