El pasado 16 de octubre se celebró el Día Mundial de la Alimentación. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) publicaba una nota informativa ese mismo día que debe ponernos a todos en alerta. Y es que las cosas no pintan bien en el mundo. Desde mediados de 2007 a mediados de 2008, los precios de los alimentos se dispararon a nivel mundial. El número de personas que pasan hambre creció desde entonce en 105 millones. En el mundo, hay en la actualidad 1,020 millones de personas que pasan hambre.
Y este no es un escenario ajeno a El Salvador. Si bien es cierto que América Latina, El Salvador incluido, había conseguido que descendiera el número de hambrientos, a partir de 2007 el número ha vuelto a aumentar. El hecho de que en nuestro país, a partir de la fecha mencionada y en los términos más comunes de medición de la pobreza, hayamos pasado de un 30% de la población en pobreza a un 40% nos habla también del aumento del hambre. Y ante eso debemos recordar las palabras recientes de Benedicto XVI, quien nos dice que el derecho a comer es primordial.
Los factores que produjeron la crisis de 2007 siguen presentes, según la FAO. A pesar de que a partir de 2008 han bajado los precios de los alimentos, éstos siguen sustancialmente más altos que en el año 2005. Después de la crisis alimentaria sobrevino la crisis mundial, cuyos efectos aún estamos sintiendo. Bajó la producción de nuestras exportaciones, se redujeron las remesas que nos enviaban e incluso algunos de los sectores salvadoreños que más empleo generan, como la construcción, están seriamente deprimidos.
En el mundo en que vivimos, la situación ante el hambre es de terrible irresponsabilidad; en términos cristianos diríamos de pecado gravísimo. La FAO calcula que con una inversión mundial de 30,000 millones de dólares al año en los países subdesarrollados se podría superar la situación de hambre. Sin esa inversión será imposible cumplir el compromiso del milenio de reducir el hambre a la mitad en el mundo para 2015. Y aunque la cantidad nos parezca muy grande, desde El Salvador no lo es en absoluto. De hecho, los países ricos han invertido 365,000 millones de dólares en apoyo a sus propias agriculturas. Y si observamos la inversión mundial en armamento, veremos que los 30,000 millones no constituyen ni el 3% de los que se gasta anualmente en armas.
La irresponsabilidad mundial, el pecado del mundo, tiene a veces la virtualidad de hacernos pensar que nosotros, un país pequeñito, se encuentra impotente ante dicha realidad. Nada más falso. Precisamente por ser pequeño, por tener una relativa buena infraestructura en comparación con otros países en vías de desarrollo, por tener claridad de nuestros propios problemas y por estar en paz y con relativa estabilidad, podemos enfrentar el problema y resolverlo. El Ministerio de Agricultura está conformando un consejo que precisamente, entre otros temas, quiere tocar con urgencia el tema de la agricultura. Seguridad alimentaria, que sería el objetivo, y derrota del hambre irían juntas. Ojalá esta iniciativa cuente con el respaldo de todos y logremos, para 2015, que está ya a la vuelta de la esquina, un El Salvador sin hambre.