Las palabras que hacen falta

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Si hiciéramos un recuento de las palabras más repetidas en la campaña electorera, especialmente en estos días en los que se acerca la fecha de las elecciones presidenciales, nos llevaríamos una sorpresa: "caos", "desastre", "peligro de la democracia" son algunas de ellas. Entre los nombres propios destacan "Chávez"  y "Venezuela". Palabras y tonos con frecuencia apocalípticos que no son los que más necesita nuestro país.

Si algunas palabras debieran pronunciarse en la campaña preelectoral, estas serían muy sencillas: "justicia social", "solidaridad", "tolerancia", "pluralismo", "diálogo", "fortalecimiento institucional y democrático". Todas ellas acompañadas de contenidos programáticos. Los partidos deberían competir por ver quién mejora el estado de la solidaridad en el país, y no en ver quién pone peor al contrario. Pero se ve que no es esa la prioridad.

El problema es que El Salvador no necesita para nada ningún tipo de violencia. Y la violencia verbal, que ha sido abundante, no puede separarse de algunos brotes de violencia física, que hasta ahora han sido relativamente escasos. Estamos acostumbrados a que los políticos se insulten, y tal vez pensamos que entre ellos nunca llega la sangre al río. Pero que una parte de la sociedad civil se incorpore a la violencia verbal no es buen augurio de cohesión social, ni de gobernabilidad, ni de convivencia social pacífica.

Cuando los ánimos se caldean, nos cuesta reflexionar sobre la conexión entre violencia verbal y violencia en general. Pero la conexión ha sido clara y evidente en las relaciones personales y en todas las etapas de la historia política de los pueblos. Se comienza insultando y se termina peleando. Cuando la institucionalidad es fuerte y la cultura alta, el peligro es menor y es más difícil pasar de las palabras a los hechos. Pero en nuestros países, donde la tradición de violencia no se ha interrumpido con el fin de nuestras guerras, por otra parte tan recientes, el abusar de la violencia verbal es una grave irresponsabilidad y un verdadero atentado contra el desarrollo social y contra el necesario crecimiento del pluralismo.

En este sentido, los dos únicos candidatos a la presidencia tienen la grave responsabilidad de calmar los ánimos, de desmarcarse del lenguaje violento y de afirmar públicamente que hay puntos de coincidencia entre ambos partidos. Y no sólo eso, sino que tienen también la grave responsabilidad de hablar juntos comprometiéndose, incluso antes de las elecciones, a cooperar una vez realizadas las mismas. Cooperar tanto para el desarrollo y la cohesión social como para el fortalecimiento de la democracia y sus instituciones.

Después de tanto insulto y de tanta exacerbación de los ánimos, ofrecer una mano amiga al partido que llegue a ser oposición tras las elecciones puede ser un mensaje tardío. Los dos únicos candidatos a la presidencia, ya que no han querido o podido debatir, deberían al menos juntarse ante testigos creíbles de la sociedad civil y decir que están dispuestos a colaborar constructivamente en temas de verdadero desarrollo nacional. Si no son incapaces de hablar ahora juntos y civilizadamente, al menos ante al pueblo salvadoreño y pensando en el bien común, serán responsables después de los problemas que puedan surgir en una sociedad que solo hereda de las campañas políticas una mayor polarización. Ya es hora de despolarizar al país, hablando de justicia social, de fortalecimiento institucional y democrático, de pluralismo y de convivencia pacífica en torno al bien común.

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Anónimo
04/03/2009
14:37 pm
comparto el articulo en un todo, que pobre campana electoral hemos visto y de ambos lados, esto viene desde hace mas de 20 anos... que esperamos en este pais para tener nuevos politicos con valores ? despertemos del letargo profesionales, empresarios, comerciantes, ciudadanos honestos !!!
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