Con la tranquilidad de tener de nuevo al sol con nosotros y con la conciencia de que el sufrimiento de miles de familias afectadas por las lluvias apenas comienza, nos animamos a hacer una reflexión más reposada sobre lo que nos ha enseñado la tragedia vivida a causa de las lluvias recientes. En medio de la destrucción y del dolor de las familias que perdieron a seres queridos, se observan algunos avances que vale la pena destacar. En primer lugar, como ya se dijo en este espacio, se constata la solidaridad del pueblo salvadoreño. Solidaridad viene de "sólido", es decir, de un cuerpo uniforme, firme. El Salvador demostró en los días anteriores mucha solidez, es decir, mucha solidaridad con los compatriotas que sufren.
En segundo lugar, valoramos como un avance el reconocimiento de que este tipo de tragedias no se deben exclusivamente a los fenómenos naturales, sino también y en mayor grado a la vulnerabilidad social y ambiental de gran parte de la población. Prácticamente en todos los espacios de análisis se ha reconocido públicamente que el sufrimiento de la población por los fenómenos naturales es directamente proporcional a la precariedad de sus condiciones socioeconómicas de vida. Quizá para algunos esto sea una verdad asumida desde hace mucho tiempo, pero no lo ha sido para quienes generan opinión y para los que deciden los destinos del país.
En tercer lugar, y unido al punto anterior, hoy se reconoce más abiertamente que las condiciones que provocan los desastres sociales no son de ahora, sino el resultado de muchos años de postergar soluciones verdaderas, no poner alto a la destrucción del medioambiente y seguir permitiendo que se construyan viviendas en lugares de riesgo. Un cuarto aspecto que no podemos dejar de mencionar es la rápida reacción de los países amigos, que han enviado ayuda que, más por su significado que por su cuantía, nos confirma que la solidaridad es una de las mejores expresiones del afecto entre los pueblos.
La consecuencia lógica y obligada de estas enseñanzas debería ser trabajar inmediatamente por una transformación del país que tenga como centro la seguridad social, ambiental y habitacional de la población. Este enorme reto incumbe a todas las fuerzas sociales, políticas y económicas de El Salvador y va más allá de la gestión del Gobierno, pero es a la administración del presidente Funes a la que le corresponde dar por fin señales de un verdadero cambio en esta materia. Apelar solo a la reconstrucción equivaldría a aceptar implícitamente la continuación del estado actual de cosas, por lo que la vulnerabilidad de la población seguiría siendo la misma o aumentaría, y tarde o temprano volveríamos a lamentar otra tragedia de igual o de mayor envergadura. Muchos especialistas coinciden en señalar que el costo económico de este tipo de emergencias, a la larga, es más elevado que implementar soluciones estructurales que pongan a salvo la vida de la población en las actuales zonas de riesgo.
El impacto de una tormenta que arrojó casi el doble de agua que el huracán Mitch y provocó la evacuación de más de 50 mil familias, la muerte de casi 40 personas, la destrucción de buena parte de la red vial y la pérdida de un amplio porcentaje de las cosechas, nos debe hacer reaccionar; debe empujarnos a cambiar de una vez por todas las causas estructurales que hacen que la gente sufra estos embates con heredada resignación. En los albores de una nueva campaña electoral, lo peor que nos podría pasar es que las necesidades de la población afectada sean objeto de manipulación partidaria. En el recorrido que YSUCA hizo para repartir ayuda, vimos a activistas partidarios más empeñados en exhibir los símbolos de sus partidos y el rostro de algunos de sus candidatos que en auxiliar a la gente. La vulnerabilidad de la población debería de estar en el centro de las prioridades de los partidos, pero para perfilar soluciones estructurales, no para aprovecharse de la emergencia. No es éticamente admisible que los políticos se aprovechen de las necesidades de la población afectada en busca de réditos electorales; no merecen la simpatía de los electores los candidatos y políticos que han instrumentalizado la tragedia. Ojalá la futura campaña sirva más bien para ofrecer propuestas de solución concretas, integrales y realistas a tan grave problema nacional.