El fin de semana fue clausurado el Festival Verdad, una tradición entre los sectores de la sociedad salvadoreña que buscan la transformación. El Festival tuvo varias actividades; entre ellas, una conferencia inaugural sobre monseñor Romero, la exposición fotográfica Retos, un cine-foro, un conversatorio, la tercera edición del Tribunal Internacional para la Aplicación de la Justicia Restaurativa en El Salvador y, por supuesto, el concierto de cierre, que se realizó el sábado 26 de marzo.
Aunque ya son 14 las ediciones de un festival que comenzó en 1998, siempre se sacan nuevas enseñanzas de esta profunda experiencia. Hoy queremos rescatar dos de de ellas. En primer lugar, hemos aprendido que las razones que dieron origen al Festival y a su nombre siguen teniendo vigencia. El Festival nació luego de que en marzo de 1993 se publicara el Informe de la Comisión de la Verdad, cuya letra y espíritu fueron negados después con la promulgación de una amnistía general e incondicional. La verdad fue entonces cubierta por el velo de la impunidad, argumentando que perdón y olvido componían la receta para encontrar la reconciliación.
19 años después de la firma de los Acuerdos de Paz y a 18 del Informe de la Comisión de la Verdad y de la amnistía, la verdad sigue clamando salir a la luz. Los testimonios que presentaron las víctimas del conflicto armado en el Tribunal para la Aplicación de la Justicia Restaurativa nos reafirmaron que es mentira que la verdad impide la reconciliación; al contrario, lo único que puede cerrar las heridas que dejó la guerra es el conocimiento y reconocimiento público de la verdad. Sin embargo, esto, algo tan obvio y elemental, ha sido negado por los diferentes Gobiernos de El Salvador, incluyendo el actual. Desde el cese del conflicto armado, todos los presidentes que ha tenido el país han afirmado sin excepción y casi con las mismas palabras que derogar la ley de amnistía abrirá de nuevo las heridas de la guerra. Unas heridas que, no obstante, nunca han sanado y cuyas secuelas vemos a diario en los medios de comunicación. Pedir la derogación de la ley de amnistía no es, pues, un capricho antojadizo de cabezas calientes que quieren vivir en el pasado. La verdadera reconciliación que el país necesita solo será posible si como sociedad nos enfrentamos a la verdad. De ahí el sentido de englobar en el Festival Verdad unas actividades que buscan aportar a la verdadera reconciliación nacional.
En segundo lugar, estas jornadas nos han confirmado que la apuesta por la juventud es el camino correcto para la transformación social, cultural y política. Los grandes cambios que necesita el país nunca vendrán de los políticos de oficio ni de los sectores más poderosos del país. Estos grupos no toman en cuenta a la juventud porque creen que a esta no le interesa el rumbo del país y anda en malos pasos. Pero somos mayoría los que afirmamos que la esperanza está en los y las jóvenes; ellos y ellas, con nuevas actitudes, principios y valores, pueden hacer del ejercicio de la política una plataforma de servicio para los demás, no un medio para enriquecerse o defender intereses mezquinos. Esos jóvenes que fueron protagonistas de las diversas actividades del Festival son el presente esperanzador para un futuro diferente, más solidario, y en el que la verdad resplandezca sobre la mentira.