Lecciones electorales

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Editorial UCA
11/04/2018

Los recientes comicios legislativos y municipales dejaron varias lecciones. La más importante la ofreció la ciudadanía con su comportamiento electoral. El voto popular no solo debe ser respetado, sino también analizado. El 4 de marzo, los salvadoreños expresaron mayoritariamente indiferencia ante el proceso electoral y malestar frente a la manera de hacer política partidista. Y lo manifestaron de las tres únicas maneras que un ciudadano puede hacerlo de manera cívica y democrática. Una mayoría, el 55.5% de la población, escogió no acudir a las urnas. Otros manifestaron su malestar con la clase política anulando su voto o dejándolo en blanco (abstención), lo que representó el 8.73% de la población censada. Así, los que no fueron a votar, los que se abstuvieron y los que anularon su voto suman el 64.24% de la población habilitada para ejercer el sufragio. Una cifra a la que los partidos políticos y los analistas deben ponerle mucha atención.

Ese desencanto con los procesos electorales, este malestar con la clase política, esta desconfianza en que las elecciones sirvan para cambiar las cosas son un acicate para repensar la política y analizar cómo en poco más de 25 años se ha desvirtuado a este punto la democracia electoral en nuestro país. Es importante reflexionar sobre cómo volver a interesar a ese 64.25% que hoy está indiferente y disgustado con aquellos que han fallado en representar sus intereses. Los partidos políticos deben asumir sus errores y cambiar su manera de actuar. Tienen que entender que si quieren representar a la población, deben tomarla en cuenta, conocer de primera mano aquello que para la gente es urgente o importante, y abandonar toda práctica detestable y antiética, como proteger a los corruptos, apostarle a los caciques, comportarse con prepotencia, vender promesas que nunca cumplirán.

Si la clase política opta por ignorar a esta mayoría que de un modo u otro manifestó su descontento o desinterés, nuestra democracia tiene los días contados. Y esto lo deben entender todos los partidos políticos, incluso aquellos que lograron más votos y curules que en elecciones pasadas. Sus resultados no son fruto de un mayor apoyo ciudadano, sino de un extendido desencanto en el sistema y en la política. En el caso de Arena, su caudal de votos se redujo en relación a las elecciones de 2015. A pesar de ello, obtuvo más diputados y gobernará en muchas más alcaldías, incluyendo la mayoría de las cabeceras departamentales. Por supuesto, ello no se debe a un buen trabajo en la Asamblea Legislativa ni a un buen desempeño a nivel municipal o como oposición; se debe fundamentalmente al gran número de votos que perdió su principal contrincante, el FMLN.

Tal y como ha expresado en diversas encuestas, la población se ha ido separando de los partidos políticos y estos cada vez tienen menor capacidad de atraerla y de entusiasmarla con sus programas, en buena medida porque estos no son buenos ni recogen el sentir ciudadano. Si Arena pretende gobernar legítimamente, requiere transformarse; lo fundamental: debe dejar de ser un partido al servicio de los intereses de una pequeña élite, el grupo con mayores ingresos en el país, una minoría ciega y sorda a las necesidades de las mayorías. Por su parte, el FMLN debe aprender de la grave derrota, abrirse a la gente, parar en seco todo afán de enriquecimiento de sus funcionarios, propiciar el relevo generacional; es decir, emprender un proceso de reflexión y de cambio profundo. Un proceso que hasta ahora no ha sido capaz de realizar, al menos públicamente.

Dos lecciones más nos deja el 4 de marzo. Por un lado, sobre el árbitro del proceso electoral. Queda claro que se requiere de un Tribunal Supremo Electoral más competente, con capacidad de planificar con acierto el desarrollo de todo el proceso, con capacidad de formar como es debido a los miembros de las juntas receptoras de votos. Sin ello, la credibilidad de las elecciones no será lo suficientemente alta para animar a más votantes a acudir a las urnas. Por otro lado, las elecciones legislativas deben modificarse de modo que el conteo de los votos sea sencillo y garantice el pleno respeto a la voluntad popular. La complejidad que introdujo el voto cruzado y la decisión de contarlo de manera fraccionada deben abordarse de inmediato, ya sea eliminando la posibilidad del voto cruzado (lo que constituiría un retroceso) o cambiando el sistema de conteo para garantizar que los resultados obtenidos en cada junta receptora de votos respondan a lo expresado por los votantes.

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Anónimo
11/04/2018
15:15 pm
Nada nos hace creer que los partidos ganadores y los perdedores van a aprender la lección que les dio el electorado. Los ganadores van a ignorar que lo lograron con menos votos que en las elecciones anteriores, y los perdedores simularán que asimilan la derrota reconociendo sus fallas, pero seguirán haciendo lo mismo. La prueba está en que el partido arena por ejemplo, se está peleando por ganar la presidencia de la asamblea utilizando como candidatos a los mismos políticos que tienen años de pertenecer al partido, y por lógica, harán lo mismo que han hecho en los anteriores períodos, bajo la consigna de que si alguien hace lo mismo, no puede esperar resultados diferentes. Por un momento debieran recordar que según todas las encuestas, aproximadamente el 80% de la población no quiere que ninguno de los dos partidos que forman el bipartidismo sigan gobernando al país. Seguramente ignorarán esta sentencia y no cambiarán su estilo de hacer política.
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