Todo lo que está bajo el cielo tiene su tiempo, dice el libro de Eclesiastés. Y El Salvador ha tenido demasiado tiempo de dolor, violencia, destrucción. Es ya momento de unidad, de paz. Es tiempo de construir. Hacía ya mucho rato que no se veían en el país escenas como las del 9 de marzo. Miles de personas provenientes de parroquias urbanas y rurales, campesinos, miembros de organizaciones desfilaron en las calles junto a sus sacerdotes, incluyendo a los máximos jerarcas de la Iglesia católica. La frase del papa Francisco que tuvo eco mundial, “Ser pastores con olor a oveja”, cobró realidad ese día. También hacía ya tiempo que no se veía a miembros de todas las fracciones políticas de la Asamblea Legislativa recibir juntos una exigencia popular; en concreto, el clamor ciudadano por que se legisle para proteger el medioambiente de los estragos de la minería metálica.
Lo que pretendían que significara un duro golpe para el país se ha convertido en una oportunidad para librarlo de una grave amenaza. La injusta demanda interpuesta por una empresa transnacional contra el Estado salvadoreño por no dejarla explotar metales preciosos animó la conciencia de nuestra sociedad sobre el peligro que representa la minería metálica para la vida de las personas y el hábitat. Lo que pretendía ser una lección para quien se opone a los intereses del gran capital se revirtió y se convirtió en un proyecto a favor de la vida, la verdad y la unidad de gran parte de la población. Las miles de personas que desfilaron exigiendo que se apruebe una ley que prohíba la minería metálica en El Salvador fueron muestra del sentir de la mayoría de la población, registrado por diversas encuestas.
Es tiempo propicio para dar un histórico paso. Este clamor ciudadano encontró eco en las fuerzas políticas, que prometieron públicamente hacer todo lo posible por cerrar la puerta a una industria de muerte antes de la Semana Santa. Ha llegado el momento de que la larga y comprometida lucha de personas y organizaciones, de la Mesa frente a la Minería Metálica, de ambientalistas, de religiosos, dé frutos. Es hora de tomarles la palabra a los diputados; y habrá que recordarles cuando haga falta que no tienen otro camino que escuchar a la gente y legislar a favor de la vida. Lo que la marcha enseña es que hay condiciones para coordinar, para juntar ánimos y esfuerzos a favor de solucionar los graves problemas nacionales. Solo la unidad de todos los sectores podrá sacar al país adelante. En definitiva, se han sentado las bases para que todos los legisladores den sus votos en favor de la ley contra la minería. El Salvador y las futuras generaciones se los agradecerán.