No desesperar

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Editorial UCA
02/09/2022

La vida no es ni ha sido fácil para la mayoría del pueblo salvadoreño. A lo largo de la historia nacional ha habido algunas épocas de bonanza y tranquilidad, pero han sido muy pocas y cortas. Fuera de un pequeño grupo que vive en la abundancia, que ha sido favorecido por los poderes de turno y por un sistema económico que privilegia el capital sobre el trabajo, al oportunismo sobre la honradez y la dedicación, la mayoría lucha contra viento y marea para sobrevivir y salir adelante. Y en la actualidad, la conjunción de diversas circunstancias ha creado un ambiente aún más difícil y hostil que está perjudicando de diversas maneras a muchos hogares.

Aunque el alto incremento del costo de la vida golpea a la población en general, pone en especial aprieto al segmento de menores ingresos, limitando su capacidad adquisitiva, ya de por sí muy ajustada. Para ellos, las deudas crecen y no hay  modo de equilibrar las finanzas domésticas. Miles de hogares han visto disminuir sus ingresos en estos últimos años a causa de la pandemia, ya sea por la muerte de la jefa o jefe de familia, o por la pérdida del empleo de uno de sus miembros, o por el cierre del pequeño negocio que garantizaba el sustento familiar.  Otros son asesinados o detenidos en el camino hacia el norte. Según las estadísticas, en el último año, cerca de 14 mil personas han pasado a engrosar el sector en condiciones de pobreza.

Por otro lado, miles que antes estaban expuestos a los embates de la violencia pandilleril ahora sufren detención arbitraria en el marco del estado de excepción, el cual ha cambiado el principio de inocencia (toda persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario) por el principio de culpabilidad (todos son culpables mientras no se compruebe su inocencia). Además, cualquier ciudadano que levanta la voz para disentir de la versión oficial de la realidad se arriesga a ser perseguido por un régimen intransigente y antidemocrático, con vocación autoritaria, que ha destruido el Estado de derecho y ha dejado al pueblo salvadoreño sin posibilidad de defensa ni de justicia independiente, pronta y cumplida.

Es posible que algunos encuentren en estas palabras un dramatismo exagerado o las vean como propias de aves de mal agüero. Con seguridad, la mayor parte de quienes así piensan tienen la fortuna de no sufrir violencia o privación alguna; sin duda forman parte del 20% que goza de una vida segura y acomodada. Sin embargo, más allá de las burbujas de privilegio, no es fácil mantener la esperanza y la fe ante tantas dificultades y calamidades, pero ambas son fundamentales para salir adelante. Es preciso tener fe en que esta situación será superada, así como se superaron en el pasado otras igual de duras. Las crisis pueden aplastar a un pueblo o empujarlo a sacar lo mejor de sí mismo. Hasta hoy, El Salvador se ha caracterizado por lo segundo.

Nuestra gente ha encontrado siempre la fuerza para salir adelante, con su esfuerzo diario, con su honestidad, con su solidaridad. Esta capacidad de resistir ante las dificultades y las frustraciones mostrada por generaciones previas debe ser hoy imitada para superar los obstáculos que nos impiden vivir con tranquilidad, dignidad y libertad. No es momento de desesperar. Todo aquel que ama a El Salvador y su gente debe perseverar, dejar a un lado los pretextos y excusas, y tener la confianza de que el bien siempre acaba triunfando sobre el mal.  No hay que desesperar.

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Daniel589889002
02/09/2022
20:39 pm
Los graves aprietos que traviesan los más desfavorecidos por el aumento inflacionario, el alto riesgo de arbitraria detención y la incrementada vulnerabilidad frente el clima, no son dramas en sentido estricto ni presagian calamidades. Se requiere, en efecto, de mucha esperanza y elevada fe para superar la adversidad y tener claro que el esfuerzo cotidiano, la solidaridad y la honestidad se habrán de tensionar al máximo; que es imprescindible desechar las excusas y los pretextos y recordar que siempre hará falta luchar y mucho, en todos los terrenos, espacios e instancias en que así se requiera. Contaremos para ello con el comprobado valor y la enorme valía de compañeros y compañeros; y no prestaremos inapropiada atención a indiferentes, cansados y pusilánimes, excepto para reconocer las primeras máscaras del oportunismo y la traición.
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