En el mundo actual, y por tanto también en nuestra sociedad, tienen mayor presencia pública, van ganando el reconocimiento que merecen, las personas que se agrupan bajo las siglas LGBTI: lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales. Por falta de información, dogmatismo o simple y llana ignorancia, en El Salvador muchos consideran que todos aquellos con una identidad de género o una orientación sexual distinta a la mayoritaria son pervertidos y merecen repudio. Así, la comunidad LGBTI frecuentemente sufre discriminación y violencia. Son rechazados en la escuela y a la hora de aplicar a un trabajo, no tienen cabida en el Ejército ni en la PNC, son objeto de burlas y amenazas, son asesinados con impunidad.
Nuestra sociedad tiene una gran deuda en tolerancia y respeto; tiene que aprender y avanzar mucho en el combate a la discriminación. Pero no solamente en lo que respecta a la tolerancia ideológica y política, sino también en el respeto hacia todas las minorías. Debemos, pues, aprender a aceptar la diversidad, evitando siempre entender la tolerancia y la aceptación como una resignación o concesión desganada y condescendiente ante la diferencia. Se trata de entender al otro en su diversidad, con honesto y profundo respeto, asumiendo sin matices que tiene los mismos derechos que cualquier persona.
El machismo, tan enraizado en nuestra cultura, condiciona sentimientos y relaciones, y constituye un enorme obstáculo para avanzar en tolerancia y respeto. La cultura machista solo entiende una determinada forma de ser hombre o mujer, y por tanto no tolera a las personas de la comunidad LGBTI. Y a esa intolerancia ha contribuido la posición de las Iglesias católica y evangélica, que han condenado sin matices las tendencias sexuales distintas a la tradicional. De este modo, en la conciencia de la mayoría de salvadoreños hay unos patrones definidos y muy rígidos de lo que debe ser y de lo que no debe ser en cuanto a la sexualidad, rechazando frontalmente a todas las personas que no los siguen.
De esa intolerancia, de ese rechazo, de esa cerrazón se derivan los constantes ultrajes y crímenes de los que son víctimas los miembros de la comunidad LGBTI en El Salvador. Sin duda que ello contribuye a que esos crímenes de odio queden usualmente en la impunidad, porque la discriminación, la negación del otro como persona, lleva a concluir que estas víctimas merecen serlo por el simple hecho de estar fuera de la mayoría. Esos son los casos de Francela Méndez, una activa defensora de los derechos humanos de los y las transgénero, y de otras nueve personas LGBTI asesinadas en lo que va de 2015. Asesinatos que a la fecha no han sido investigados ni juzgados.
Odio es la palabra que cristaliza el rechazo y la intolerancia que muchas personas sienten hacia la comunidad LGBTI, y que los mueve a actuar contra ellos. Por eso una gran parte de las violencias que sufren son tipificadas como crímenes de odio. Aunque ello está contemplado en el Código Penal actual, conviene dejarlo más claramente explicitado y que se considere homicidio agravado cualquier asesinato motivado por odio racial, étnico, religioso, político, por expresión de género u orientación sexual.
Se puede estar en desacuerdo con las reinvindicaciones de las personas LGBTI, desconcertarse ante ellas, apegarse a la idea de que solo son válidas las relaciones heterosexuales, seguir los principios de la moral católica o evangélica, pero eso no da ningún derecho a irrespetar a lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales, mucho menos a estigmatizarlos y desconocer sus derechos humanos. Si se quiere respeto a los propios principios, se debe respetar los de los demás, aun cuando sean de signo diferente o contrario. Si se quiere que la vida sea respetada, debe serlo para todos por igual. Toda persona es sagrada y tiene equivalente dignidad, y ello es inherente a la condición humana, con independencia de la orientación sexual. En este sentido, es fundamental que se sigan las recientes recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que insta al Estado salvadoreños a adoptar medidas adicionales para combatir la discriminación y la violencia contra las personas LGBTI.