En reiteradas ocasiones, esta casa de estudios ha hecho enérgicos llamados para frenar la violencia que cada año arrebata prematuramente la vida de miles de salvadoreños. Ello bajo la firme convicción de que cada vida es única y sagrada, y que demanda todos los esfuerzos, absolutamente todos, para protegerla. En cada hecho violento en el que muere un compatriota, las víctimas u ofendidos no son solo los familiares cercanos; la sociedad entera pierde a uno de sus hijos. Cada persona asesinada abona a la pérdida de confianza, de armonía, de pacífica convivencia. Ahora, la ola de violencia nos hace sufrir nuevamente en carne propia lo que hemos denunciado tantas veces con ahínco. Al igual que el odio de la guerra civil nos quitó a miembros de nuestra comunidad universitaria, ahora la irracional violencia nos ha arrebatado a otro de nuestros compañeros (el tercero en los últimos cinco años).
El viernes 4 de diciembre, José Manuel González, catedrático y coordinador de la Licenciatura en Comunicación Social, fue asesinado en el municipio de Chalchuapa, Santa Ana, en circunstancias aún no esclarecidas. Sus compañeros de trabajo, sus alumnos y exalumnos lo describen como una persona dedicada a su trabajo, un buen compañero y maestro, y un noble ser humano. Su asesinato es un nuevo agravio para una sociedad en luto permanente y eleva la indignación ante tanta muerte. El homicidio de José Manuel es hoy parte del hilo de dolor que une a las miles de familias que han sido víctimas de diversas formas de violencia.
La vida es el valor supremo y está siendo sistemáticamente negado en el país. La inseguridad que vivimos no respeta ideologías, creencias, ni opciones personales. Basta ya de tanto crimen que queda en la impunidad. No nos cansaremos de señalar que esta crisis tiene relación directa con atávicos e irresueltos problemas estructurales (como la pobreza, la desigualdad y la exclusión) y con una cultura que privilegia a la fuerza como el camino para dirimir las diferencias.
Repudiamos el asesinato de José Manuel González, cuyo nombre se suma a la lista de más de 6,000 víctimas mortales de la violencia en lo que va de 2015. Condenamos todo atentado contra la integridad física y emocional de los que habitamos esta tierra de monseñor Romero y de tantos mártires que se ofrendaron por construir un país mejor. Exigimos, una vez más, a la Policía Nacional Civil, a la Fiscalía General de la República y a los organismos públicos vinculados con la justicia que trabajen unidos contra la impunidad y por el esclarecimiento de todos los hechos de violencia. Y, como en otros momentos de la historia nacional, ponemos a disposición de las autoridades nuestras herramientas y recursos universitarios para proveer justicia, verdad y paz.
Finalmente, nos unimos a monseñor Romero en sus proféticas palabras sobre la dinámica de la violencia: “Los nombres de los asesinados irán cambiando, pero siempre habrá asesinados. Las violencias seguirán cambiando de nombre, pero siempre habrá violencia mientras no se cambie de raíz de donde están brotando como de una fuente fecunda todas estas cosas tan horrorosas de nuestro ambiente”.