No más derramamiento de sangre

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Editorial UCA
11/12/2015

En reiteradas ocasiones, esta casa de estudios ha hecho enérgicos llamados para frenar la violencia que cada año arrebata prematuramente la vida de miles de salvadoreños. Ello bajo la firme convicción de que cada vida es única y sagrada, y que demanda todos los esfuerzos, absolutamente todos, para protegerla. En cada hecho violento en el que muere un compatriota, las víctimas u ofendidos no son solo los familiares cercanos; la sociedad entera pierde a uno de sus hijos. Cada persona asesinada abona a la pérdida de confianza, de armonía, de pacífica convivencia. Ahora, la ola de violencia nos hace sufrir nuevamente en carne propia lo que hemos denunciado tantas veces con ahínco. Al igual que el odio de la guerra civil nos quitó a miembros de nuestra comunidad universitaria, ahora la irracional violencia nos ha arrebatado a otro de nuestros compañeros (el tercero en los últimos cinco años).

El viernes 4 de diciembre, José Manuel González, catedrático y coordinador de la Licenciatura en Comunicación Social, fue asesinado en el municipio de Chalchuapa, Santa Ana, en circunstancias aún no esclarecidas. Sus compañeros de trabajo, sus alumnos y exalumnos lo describen como una persona dedicada a su trabajo, un buen compañero y maestro, y un noble ser humano. Su asesinato es un nuevo agravio para una sociedad en luto permanente y eleva la indignación ante tanta muerte. El homicidio de José Manuel es hoy parte del hilo de dolor que une a las miles de familias que han sido víctimas de diversas formas de violencia.

La vida es el valor supremo y está siendo sistemáticamente negado en el país. La inseguridad que vivimos no respeta ideologías, creencias, ni opciones personales. Basta ya de tanto crimen que queda en la impunidad. No nos cansaremos de señalar que esta crisis tiene relación directa con atávicos e irresueltos problemas estructurales (como la pobreza, la desigualdad y la exclusión) y con una cultura que privilegia a la fuerza como el camino para dirimir las diferencias.

Repudiamos el asesinato de José Manuel González, cuyo nombre se suma a la lista de más de 6,000 víctimas mortales de la violencia en lo que va de 2015. Condenamos todo atentado contra la integridad física y emocional de los que habitamos esta tierra de monseñor Romero y de tantos mártires que se ofrendaron por construir un país mejor. Exigimos, una vez más, a la Policía Nacional Civil, a la Fiscalía General de la República y a los organismos públicos vinculados con la justicia que trabajen unidos contra la impunidad y por el esclarecimiento de todos los hechos de violencia. Y, como en otros momentos de la historia nacional, ponemos a disposición de las autoridades nuestras herramientas y recursos universitarios para proveer justicia, verdad y paz.

Finalmente, nos unimos a monseñor Romero en sus proféticas palabras sobre la dinámica de la violencia: “Los nombres de los asesinados irán cambiando, pero siempre habrá asesinados. Las violencias seguirán cambiando de nombre, pero siempre habrá violencia mientras no se cambie de raíz de donde están brotando como de una fuente fecunda todas estas cosas tan horrorosas de nuestro ambiente”.

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Anónimo
04/01/2016
14:12 pm
Bueno para que ganen los malos, es suficiente con que los buenos no hagan nada, mientras siga esperando que sea otro el que resuelva mi problema, todo seguira igual o peor, la jente buena de este pueblo debe unirse para combatir la maldad.
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Anónimo
19/12/2015
10:25 am
La violencia en nuestro país tiene un enorme potencial de crecimiento, porqué no hay una voluntad de arrancar la raíz de su origen.A la oligarquía no le importa que 6000 o más salvadoreños al año, sean víctimas de la violencia, pues la seguridad de todos nosotros es un autentico negocio. Por otra parte, tampoco le importa un pito a los partidos políticos que gobiernan el país. El FMLN, parece haber olvidado por completo las causas por la que fue la principal fuerza beligerante en los más de 12 años de guerra. Sus mejores hijos que ofrendaron su sangre, creyendo que era posible una verdadera transformación de un sistema injusto y desigual. Entonces, no hay donde perderse. Estamos a la vuelta de la esquin de perder toda esperanza ; y entonces, el futuro de nuestro país es muy doloroso y triste. Rogad por todos nosotros San Romero de América !!.
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Anónimo
12/12/2015
18:56 pm
No mas.
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Anónimo
12/12/2015
09:27 am
Continuando con mi comentario...Y lo triste es que el capitalismo irracional e inhumano pone sus genes en sus siervos. Para el caso, es obvio que el capitalismo fomenta el individualismo, es decir fomenta el egoismo, el \'tener, el sentir placer, el hedonismo\', el \'ser individuo consumista o estrella, el ídolo\' y menosprecia al que quiere \'ser persona\' o \'ser persona solidaria\'. Todos tomamos como normal buscar comodidades, placeres y \'un buen nivel de vida\' para nosotros y nuestra familia. Ello lo buscamos a toda costa; porque es un \"valor\", o una terrible necesidad que el mounstroso sistema capitalista nos indica que debemos hacer. Pero muy pocos buscan ser solidarios con los demás. Muy pocos piensan en eliminar las causas de la violencia que tanto dañan a las familias de los asesinados. \"Uno más que se va\". Ello hasta que ésta nos toca de cerca. ¿Qué hacemos como sociedad civil? ¿Alguna vez nos uniremos, 6 millones de compatriotas como hermanos para
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Anónimo
12/12/2015
09:26 am
Continuando con el comentario que aparece abajo: La violencia tiene causas diversas que actúan e interaccionan en un sistema muy complejo y con jerarquías de precedencia igual de complejas. Un modelo muy sencillo y que abaraca tan solo una minúscula óptica de la violencia sería: problemas estructurales --->desórdenes emocionales/psicológicos--->violencia hacia los hijos o subalternos--->violencia familiar-->ciclo se repite. La perpetuación de la violencia familiar es difícil de erradicar, sobre todo porque depende de muchas causa, entre ellas libre albedrío de los que la ejercen para buscar ayuda psicológica. En lo personal, conozco jefes de unidades empresariales que a todas luces necesitan largas y continuas sesiones terapéuticas para minimizar conductas violentas. Pero su orgullo, o su ignorancia de que tienen \'taras\' causadas por sus ancestros, o su miedo a aceptar que tienen problemas psicológicos, les ayuda a justificar NO buscar ayuda psicológica.
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Anónimo
12/12/2015
06:52 am
Ante todo, felicitar a la UCA por honrar el nombre y obra de uno de sus docentes. De todos es sabido que El Salvador es un país bastante, sino extremadamente, violento. Es preocupante que tanto los problemas estructurales sean las raíces últimas de esta violencia, como el hecho de que existen vertientes (derivadas de dichos problemas): padres y madres violentos, padres y madres maltratados, abusados, o sencillamente criados por adultos con desórdenes de violencia desde tiempos \'ancestrales\'. Adultos que perpetúan la violencia a través de humillaciones verbales y físicas a sus hijos; adultos tragados por la vorágine de este sistema capitalista inhumano, quienes nunca buscaron el tiempo, ni se esforzaron por aprender cómo educar a sus hijos con amor y sabiduría. Víctimas convertidas en victimarios. Y esto se irradia a la esfera laboral: jefes que maltratan empleados con ira irracional. Y dichos empleados irradian esta violencia en sus hogares. Pobrecito El Salvador!
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Anónimo
11/12/2015
21:28 pm
Es lamentable la inseguridad y la violencia que vivimos expuestos en El Salvador, ojalá que la muerte de este catedrático sea investigada y judicializada con verdad, se investigue también porque la PNC lo hace ver con una riña, totalmente incoherente ese hecho con su estilo de vida, pero con ese comentario también percibo cierta anomalia que provenga de la policía que sería bueno indagar al cuerpo policial.
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Anónimo
11/12/2015
19:44 pm
Es realmente triste, todos en algún momento estamos expuestos a esta violencia que tanto nos lastima. Prevención, encomendar nuestra vida a Dios, y los que podemos hagamos algo para que esto cambie, aunque sea la mínima cosa.
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Anónimo
11/12/2015
11:39 am
No más jugar a Ruleta Rusa en este país que a ratitos le que queda grande el nombre, Y sin embargo... le amamos.
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