Oportunidad de enmienda

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Editorial UCA
20/03/2015

Marzo, mes de mártires en El Salvador y en otros países de América Latina, sigue trayendo buenas noticias para las víctimas de la violencia. Esta vez, los aires que anuncian justicia llegan desde la ciudad suiza de Ginebra. Durante la reunión del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, cuyo informe fue aprobado el 19 de marzo, por primera vez El Salvador aceptó, por medio de sus representantes, que debe enmendar la ley de amnistía de 1993, decretada cinco días después de la publicación del informe de la Comisión de la Verdad, que investigó las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante la guerra. Ese informe pretendía consolidar la paz a través del conocimiento de la verdad para dignificar a las miles de víctimas del conflicto. La ley de amnistía sepultó esa posibilidad.

Se quiso hacer un “borrón y cuenta nueva”, pasar la página de la historia de la guerra sin leerla, se quiso imponer el perdón y olvido por decreto, pero se equivocaron. Se equivocaron porque no se puede alcanzar una reconciliación nacional si no se conoce la verdad. Se equivocaron porque la paz verdadera solo puede ser fruto de la justicia. Lo que la ley de amnistía sí hizo fue darle carta de ciudadanía a la impunidad. La injusticia cometida con su aprobación y las consecuencias que podría traer al país fueron categóricamente denunciadas por organismos nacionales e internacionales defensores de los derechos humanos. Pero pesó más el poder de personas y de grupos que necesitaban más la impunidad de los perpetradores que el bienestar del pueblo salvadoreño.

Algunos sectores vinculados directa o indirectamente a la guerra han dicho durante estos años que la ley de amnistía es la piedra angular sobre la que se firmó la paz. ¡Falso!, porque desde el Acuerdo de Ginebra de abril de 1990, que fue el embrión del que nacieron los Acuerdos de Paz de 1992, se estableció como uno los cuatro grandes objetivos de la negociación garantizar el respeto irrestricto a los derechos humanos y reunificar a la sociedad salvadoreña. La ley de amnistía fue en realidad la piedra angular bajo la que se cobijaron los perpetradores de crímenes de lesa humanidad, que son los que la defienden y tocan tambores de guerra ante la posibilidad de una sentencia de inconstitucionalidad. Ahora que el Estado salvadoreño ha reconocido que la ley de amnistía debe enmendarse, seguramente se revuelven incómodos y confabulan. Pero las víctimas y sus familiares se alegrarán y se llenarán de esperanza.

Aunque algunos analistas afirman que la difícil situación que vive El Salvador no tiene nada que ver con lo que se dejó de hacer después de la guerra, hay signos que demuestran lo contrario, sobre todo en lo referente a la impunidad. Si alguno de los Gobiernos de posguerra hubiera tenido la valentía de hacerle frente a la verdad y actuar en consecuencia, sería otra la situación. Si se hubieran ventilado las masacres y crímenes del pasado reciente, no tendríamos hoy que lamentar que esté a punto de ser diputado un militar retirado al que la Fiscalía de Estados Unidos señala como violador de derechos humanos durante la guerra, a quien se le atribuye la responsabilidad de abusos contra la población campesina de Cacaopera en 1986 y a quien los padres de Ramón Mauricio García Prieto, asesinado el 10 de junio de 1994, señalan como uno de los presuntos autores intelectuales del homicidio.

La noticia sobre el reconocimiento oficial de que la ley de amnistía violó preceptos constitucionales y parámetros internacionales es una buena nueva para quienes hemos esperado y luchado por que se haga justicia. Aunque esto será leído interesadamente como un afán de venganza, en realidad constituye una oportunidad para conocer la verdad sobre lo que pasó en la guerra y honrar la memoria de las víctimas. Muchas de las que han dado testimonio en el Tribunal para la Aplicación de la Justicia Restaurativa en El Salvador, organizado por la UCA, han expresado que lo que quieren es saber el porqué de sus sufrimientos y quiénes los perpetraron y ordenaron. “No podemos perdonar si no sabemos a quién”, han sentenciado. Y es que solo por medio de la verdad podrá haber reconciliación y, con ella, la tan anhelada paz.

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Anónimo
21/03/2015
12:55 pm
La esperanza cristiana nos dice que no hay nada oculto que no llegue a saberse y tarde o temprano se sabrá quienes hicieron esas brutalidades. El martirio de la gente que murió en el conflicto sin ser protagonista del mismo, sera el faro que iluminara la verdad.
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