La “medicina amarga”, mencionada en el discurso de toma de posesión de Nayib Bukele, ha dado mucho de qué hablar, sobre todo por tratarse de una segunda dosis medicinal. En esta ocasión, según filtraciones, serán los mayoritarios sectores populares los que tendrán que soportar la quinina amarga aplicada a la economía. Desde hace tiempo, diversas instancias internacionales han recomendado aumentar el IVA, un impuesto que golpea más a quien menos tiene. En este sentido, incrementarlo sería una medicina amarga para gran parte de la población, pues más del 50% se encuentra en situación de pobreza o corre el riesgo de caer en ella a raíz de una contingencia o desgracia fortuita.
Sin embargo, hay remedios alternativos a la subida del IVA. Uno de ellos es el impuesto sobre la renta. Al revés del IVA, que lo pagan todos por igual y que, por ello, golpea más a quienes tienen menos ingresos, el impuesto sobre la renta grava especialmente a los que tienen más ingresos. En los países desarrollados, se recauda más dinero con el impuesto sobre la renta que con el IVA, pero en El Salvador el Estado recoge con el IVA más del doble que con el impuesto sobre la renta. En otras palabras, en el país los ricos contribuyen a la hacienda pública, en proporción a sus ingresos, con menos dinero que los pobres y vulnerables. Con una subida de la renta se posibilitaría mejorar los sistemas públicos de educación, salud, apoyo a vivienda y pensiones, convirtiéndolos en una especie de salario social universal que compensara los bajos salarios.
Otra alternativa es crear el impuesto predial, de modo que lo paguen quienes posean una casa de habitación o de descanso de más de 80 metros cuadrados de espacio habitable. Incluso podrían establecerse tramos, para que así el porcentaje del impuesto fuese mayor en función del tamaño de la propiedad; por ejemplo, el porcentaje sería mayor para una casa de 200 metros cuadrados que para una de 85. Esta sería una medicina interesante para la economía en caso de que se quisiese ser justo y respetar a los pobres. Y un tercer remedio es el impuesto al patrimonio privado. Puesto que prácticamente todos los grandes patrimonios privados se construyen, directa o indirectamente, a través del trabajo de muchas otras personas, implementar este tributo sería un acto de justicia.
Las recetas del Ejecutivo y de su obediente Asamblea Legislativa podrían dar un descanso a las mayorías pobres y vulnerables aplicando un remedio que no les sea amargo. Por lo general, las élites presionan a las autoridades para echar por tierra cualquier medida que toque sus privilegios y patrimonio. Pero frente al aumento al IVA, una medicina amarga que recortará salarios de por sí insuficientes para cubrir las necesidades básicas, merece la pena probar acciones como las propuestas, que no harían pasar hambre a nadie.