Las encuestas de la UCA suelen tener tanta credibilidad que ofenden siempre a algunos de los que, acostumbrados a vivir en la trampa, quisieran que siempre se les diera la razón. Cuando antes de la victoria del presidente Saca dijimos desde el IUDOP que el candidato de Arena le llevaba una ventaja de 20 puntos a Shafick Handal, algunos miembros de la base del FMLN comenzaron a decir que el partido de derecha le había prometido varios millones a la UCA para construir edificios, y que por eso el IUDOP había manipulado las encuestas. Por su lado, algunos dirigentes efemelenistas lo más que se atrevieron a decir fue que la encuesta estaba mal hecha. En la actualidad, cuando estamos diciendo que Mauricio Funes tiene 14.9 puntos porcentuales de ventaja sobre Rodrigo Ávila en las preferencias electorales, algunos dirigentes de Arena han sido mucho más atrevidos; han asegurado que la encuesta del IUDOP ha sido manipulada con la intención deliberada de engañar al pueblo salvadoreño.
¿Qué decir a esto? Lo primero es asegurar que en este momento Arena se ha comportado con una institución universitaria de un modo mucho más grosero que el FMLN cuando las encuestas le han ido mal. Groseros han sido algunos miembros de ambas instituciones partidarias en las ocasiones en las que no se les ha dado la razón o se les ha hecho crítica. Pero este modo cobarde de mentir de algunos areneros prominentes, basado en supuestas informaciones anónimas y falsas, no lo habíamos visto, en lo que respecta a encuestas, en otros dirigentes de partidos. Incluso uno de estos mentirosos, el diputado Gallegos, miembro del Coena, es abogado. Alguien que debería tener una cultura legal mínima, resulta que es tan o más tramposo que un delincuente de barrio.
Lo segundo es decirle a los políticos que por ese afán de cubrir la verdad con mentiras es que están donde están: en el último nivel de confiabilidad del pueblo salvadoreño. Y en eso coinciden todas las encuestas de las diversas casas encuestadoras: la Asamblea Legislativa, donde el señor Gallegos tiene algún puesto importante, y los partidos políticos aparecen sistemáticamente en los últimos puestos de confianza ciudadana. Mentir cuando algo va mal, echarle la culpa a los demás de las propias incapacidades, no es más que una manera poco inteligente de huir de los problemas. Decir que una encuesta puede estar equivocada es entendible. Pero asegurarlo desde una ignorancia grande, o insistir en que está amañada sin tener pruebas, es una actitud del todo impresentable. El pobre diputado Gallegos sabe bien que si tuviera pruebas de una manipulación, las autoridades de la UCA serían las primeras interesadas en oírle. Pero eso no le importa. Simplemente prefiere mentir como único camino de salida a una realidad, la de las encuestas, que ha estado bien trabajada.
El P. Ibisate solía decir de algunas personas que si bien habían pasado por la universidad, la universidad no había pasado por ellos. De la misma manera, por algunos políticos —con títulos universitarios, ciertamente— no ha pasado la universidad. Ni siquiera una universidad de garaje. Porque la universidad es en general un centro donde se reúnen quienes aman el conocimiento y el saber. Y estos pobres políticos de tres al cuarto ni aman el conocimiento ni desean saber la verdad. Acostumbrados a la alabanza sin crítica, a la música tabernaria de sus himnos y al puño levantado, las ideas y el trabajo intelectual les resultan demasiado complicados.
Saben que pueden insultar desde sus puestos, porque la mentira es un delito menor. Y a ellos se les da inmunidad e impunidad plena tanto si llegan borrachos al trabajo como si balean a una policía en el cumplimiento de sus funciones. Sin embargo, muestran su cobardía y su bajeza moral cuando se les dice enfáticamente que son mentirosos y corruptos: ellos jamás se atreverán a llevar a juicio a nadie por estas acusaciones, porque saben que en cualquier tribunal imparcial su causa no saldría adelante.