Premio a la defensa de los derechos humanos

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Editorial UCA
16/11/2016

Este martes 15, en vísperas del XXVII aniversario de la masacre en la Universidad, el embajador de España en El Salvador entregó, en nombre del Rey de España, Felipe VI, la Placa del Mérito Civil al Instituto de Derechos Humanos de la UCA (Idhuca). Este reconocimiento lo otorga el Rey a personas naturales o jurídicas, españolas o extranjeras, que han destacado por prestar servicios relevantes al Estado, trabajos extraordinarios, provechosas iniciativas o una constancia ejemplar en el cumplimiento de sus deberes.

Según afirmó el embajador, Francisco Rabena, en el acto de entrega de la Placa, los méritos del Idhuca para hacerse acreedor de este importante reconocimiento son muchos, pero se honra uno en especial: ha realizado su labor de manera extraordinaria y ejemplar. Y ello es así porque el Instituto ha cumplido con su misión: ha luchado denodadamente por el respeto a la dignidad y los derechos humanos en nuestro país a lo largo de más de 30 años, desde que fue fundado a finales de 1985 y se le encargó su dirección al P. Segundo Montes, uno de los jesuitas asesinados en la UCA en aquella fatídica madrugada del 16 de noviembre de 1989.

Lo que hace el Idhuca no es más que acompañar a las personas y grupos que no encuentran apoyo suficiente en las instituciones estatales ante sus problemas relacionados con los derechos humanos y la justicia. El Instituto trabaja para que el sistema judicial opere y trate a todos por igual; brinda apoyo legal a las víctimas de la guerra; se enfrenta a la impunidad, especialmente la de los crímenes cometidos contra los pobres y las personas en situación de vulnerabilidad; y vela por que se cumplan los compromisos adquiridos por las partes en los Acuerdos de Paz.

Cuando se recuerda el quehacer del Idhuca a lo largo de su historia, hay que destacar su trabajo por conocer y dar a conocer el estado de los derechos humanos en El Salvador, que se ha caracterizado siempre por no ser de respeto, sino de faltas y graves violaciones. Ello ha obligado a denunciar los abusos del sistema y de los poderosos. A defender a las víctimas, reconocer su condición de inocencia y animarles a luchar por la justicia de forma organizada. Del Idhuca se debe recordar su defensa de los humildes por medio de la asesoría y el acompañamiento jurídicos. Sus luchas para que impere la justicia a través de la protección de los derechos de las miles de personas que han llegado a sus oficinas en búsqueda de apoyo.

Hay que recordar sus luchas contra la impunidad, libradas con terquedad e insistencia, buscando que funcione el Estado de derecho y recurriendo ante cualquier instancia pertinente, ya sea el sistema judicial nacional, el sistema interamericano de derechos humanos de la OEA, o incluso creando una instancia moral como el Tribunal Internacional para la Aplicación de Justicia Restaurativa, que ha escuchado a las víctimas de más de 100 casos de violación a derechos humanos durante el conflicto armado. Y porque ha estado al lado de las víctimas y conoce sus historias, los abusos que sufrieron, el Instituto ha insistido en que el único camino posible para la reconciliación nacional es la verdad, la justicia y la reparación.

El Idhuca, a pesar de ser una organización jurídica, ha sabido consolar y ofrecer esperanza a las víctimas y a sus familiares, recibiendo sus testimonios, su confianza, sus demandas con gran respeto y cariño. Ha mostrado amor, solidaridad y capacidad de ponerse en el lugar de las víctimas, lo que lo ha llevado a investigar las principales masacres que tuvieron lugar en el país y presentar las respectivas demandas ante los tribunales. Además, ha buscado formar en el conocimiento y respeto de los derechos humamos no solo a la población, sino también a las autoridades policiales, fiscales y judiciales, para que sean respetuosas de los mismos en el ejercicio de su función, para que no se repita la historia de locura que vivió nuestro país en la década de los ochenta, para que podamos tener un futuro de esperanza.

A lo largo de sus 31 años, el Idhuca ha encarnado a plenitud la misión de la Compañía de Jesús: la defensa de la fe y la lucha por la justicia que la misma fe exige, la opción preferencial por los pobres (no solo materiales, sino todos aquellos que no cuentan y que son ninguneados) y la búsqueda de la reconciliación. Y por supuesto, la misión de la UCA de buscar el cambio social a favor de las mayorías populares. El Idhuca ha sabido estar al lado de los pequeños, de los encarcelados, de los desnudos, de los sintierra, los sin hogar, los desamparados. Pero no todo lo ha hecho perfecto; ha cometido errores, y estos hay que saberlos reconocer con humildad y enmendarlos.

La entrega de la Placa del Mérito Civil confirma la misión y el trabajo del Idhuca, y revitaliza el compromiso con su misión. El premio es un estímulo para continuar haciendo tanto bien, para hacerlo cada vez mejor, para no desanimarse ante una tarea que nunca acaba, para tener claro que no hay servicio mayor que el que se presta a los pobres y las víctimas.

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