El Gobierno de Sánchez Cerén inicia su tercer año en un clima de elevado descontento ciudadano, producido principalmente por las demandas insatisfechas en los ámbitos de la seguridad y la economía. A la creciente preocupación por el crimen que dominó en 2015 se han sumado hoy los reclamos por la situación de las economías doméstica y nacional. La más reciente encuesta del Iudop muestra que si bien hay una mejoría en la percepción de la situación de seguridad respecto a hace seis meses, influida en buena medida por la implementación de las medidas excepcionales, ello no parece ser suficiente para elevar la evaluación general del Ejecutivo, que sigue estando en nivel de desaprobación.
En la encuesta, los consultados asignaron una nota promedio de 5.32 a la gestión del Gobierno. Esta baja calificación es parte de una tendencia que ha prevalecido en todas las consultas realizadas por el Iudop durante la actual administración. En noviembre de 2014, el Gobierno de Sánchez Cerén registró una nota de 5.59, la cual decayó un año después a 5.18. Después de Calderón Sol, ningún otro Gobierno del posconflicto había registrado tales niveles de impopularidad en su segundo año de gestión. Ello se acentúa cuando el dato se contrasta con los dos mediáticos Gobiernos anteriores.
Pero esta evaluación crítica de los ciudadanos no se limita a la calificación general del desempeño gubernamental. El 50.2% cree que el Presidente está gobernando mal al país, el 48.4% piensa que el Gobierno ha incumplido sus promesas, el 74.7% dijo que se siente poco o nada beneficiado con el trabajo del Ejecutivo y un 82% considera que el país está igual o peor que antes de la llegada de Sánchez Cerén al poder. Estas apreciaciones no se construyen en el vacío; se inscriben en el marco de un agudo malestar ciudadano que es resultado de la desilusión respecto a los cambios prometidos, la percepción de poca capacidad para gobernar y la difícil situación salvadoreña.
De hecho, el 57.6 % asegura que los cambios prometidos aún no se han visto y el 48.2% no identifica acierto gubernamental alguno en este segundo año. En la misma línea, dos de cada tres ciudadanos señala haber notado cambios negativos en el país desde la llegada del actual Gobierno. Y esa proporción es la más alta que ha registrado el Iudop en sus encuestas de evaluación de Gobierno, desde 2002. El área en la que más logros se reconocen —por pocos que sean— es la educativa, por programas como la entrega de paquetes escolares y Un Niño, Una Niña, Una Computadora. A pesar de los cuestionamientos técnicos sobre el impacto sistémico de estas acciones en la mejora de la calidad educativa, la gente las valora positivamente.
Otras preguntas referidas a ámbitos más concretos de la realidad también muestran un predominio de las apreciaciones negativas. 68.5% de los consultados piensa que la migración de salvadoreños hacia el exterior ha aumentado y el 42.4% expresa deseo de migrar fuera (el porcentaje más alto registrado en las encuestas de la UCA durante la última década). Por otra parte, más de la mitad de los consultados cree que la delincuencia y la corrupción aumentaron, y que la economía nacional y la familiar, y la atención en los hospitales públicos empeoró con la actual gestión gubernamental.
Ciertamente, las apreciaciones negativas que prevalecen sobre la situación del país, principalmente en los ámbitos de la seguridad y la economía, no son novedad. Sí lo es que la población haga una conexión directa entre ello y el trabajo del Gobierno. En contraste con lo ocurrido con las administraciones de Antonio Saca y Mauricio Funes, en la evaluación de Sánchez Cerén, la gente traslada al Gobierno la responsabilidad directa por los problemas nacionales. Los atenuantes relacionados con la idea de que estos problemas son heredados o que es muy temprano para evaluar, presentes en las primeras evaluaciones de Saca y Funes, parecen no operar en la evaluación del actual mandatario. La imagen del Gobierno y un presidente mediáticamente ausente coadyuvan a una calificación general muy negativa. Todo ello inscrito en un contexto de generalizado cansancio ciudadano. La esperanza de cambios se ha hecho añicos.