Responsabilidad global

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Editorial UCA
29/09/2014

Aunque cada vez se hable menos de las diferencias entre países y se piense que la apuesta por la globalización es la solución a los problemas del desarrollo y de la inequidad, hoy el mundo es mucho más desigual. Hasta poco después del fin de la Guerra Fría se hablaba de que el planeta estaba dividido prácticamente en dos: los países ricos, con altos niveles de desarrollo, y los pobres, empantanados en el subdesarrollo. Esa división, aunque a muchos no les gustara el término “subdesarrollo”, definía de un modo certero la realidad mundial, y llevó a la idea de que las naciones ricas debían ayudar a las pobres para posibilitar su desarrollo. Así nació una visión en la que la ayuda para el desarrollo se concebía como una obligación de los países ricos con los pobres. En 1980, en la 34.° Asamblea General de la Naciones Unidas, se acordó que el Primer Mundo debía destinar el 0.7% de su producto nacional bruto a la cooperación para el desarrollo. Sin embargo, la mayoría de los países ricos no asumieron el compromiso: solamente cinco llegaron a entregar el 0.7%.

Ante el incumplimiento, ciudadanos conscientes y solidarios en varios países ricos se organizaron para exigirles a sus Gobiernos que aumentaran los montos de la ayuda y se acercaran progresivamente al porcentaje prometido. Algún éxito tuvieron; en ciertos años se alcanzaron aumentos importantes en la cooperación para el desarrollo. No obstante, esta en su conjunto apenas ha alcanzado el 0.32% de los 23 países donantes; Estados Unidos, por ejemplo, no ha pasado del 0.23% destinado a la cooperación internacional. Así pues, las ayudas para el desarrollo han sido insuficiente y en muchos casos los países del Sur han enviado más recursos a los del Norte de lo que han recibido. Para colmo, desde la crisis financiera internacional, la ayuda ha disminuido de manera importante.

Mientras la pobreza sea realidad cotidiana para segmentos importantes de la población de la mayoría de los países del mundo, si no se dan avances importantes en la educación pública y en la generación de empleos, mientras los países pobres no tengan los recursos necesarios para garantizar la salud de su gente, la migración seguirá imparable y no será posible resolver el agudo problema de la violencia. Por ello, es oportuno que en la 69.° Asamblea General de la ONU se les recuerde a los países ricos que tienen responsabilidades con esta situación, que hace 35 años acordaron dedicar un pequeño porcentaje de su producto nacional bruto a la cooperación para el desarrollo y que no cumplieron. Es necesario recordarles que los problemas actuales de los países pobres se deben en parte a su falta de solidaridad y de compromiso con el desarrollo global.

No deben olvidar que nuestra pobreza tiene que ver con un sistema comercial injusto que beneficia a los países ricos; que la pobreza en el campo está relacionada con los subsidios a los productos agrícolas en Estados Unidos y en la Unión Europea; que los cuantiosos pagos al servicio de la deuda externa de los países pobres se deben a las altas tasas de interés que nos cobran; que el cambio climático lo provocó el mundo desarrollado y que son los pobres los más afectados; que las empresas transnacionales deben pagar impuestos y someterse a las leyes como todos.

Para que el mundo sea casa de todos, es necesario tomar conciencia de que, primero, debe globalizarse la solidaridad, para así posibilitar una vida digna en los países cuya población sufre las lacras de la desigualdad y la pobreza. Sin obviar, por supuesto, el papel que deben jugar los respectivos Gobiernos, no hay que dejar de señalar la responsabilidad de la comunidad internacional en la escandalosa desigualdad a nivel mundial. Ya se verá si esta realidad encuentra eco en el foro de las Naciones Unidas.

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Anónimo
01/10/2014
16:33 pm
Lo que dan los ricos a los pobres lo hacen en condición de limosna. Es mentira que un país rico le interese la vida de estas naciones empobrecidas y envilecidas por el alcohol,el fútbol y la politiquería de los politiqueros mercachifles. A esto se suma los vividores de la biblia que explotan a los incautos encasillados en sectas fundamentalistas dela religión.
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Anónimo
30/09/2014
14:33 pm
Otra farza de la llamada globalización, si un ciudadano del primer mundo va a trabajar a donde sea es recibido con todos los honores que sus capacidades merezcan mientras cuando nosotros los latinoamericanos por muy capacitados que estemos queremos aceptar un trabajo en cualquier país de estos sufrimos todo tipo de tramitología discriminatoria es decir talvez ellos tienen un concepto de globo terraqueo en el que nosotros no estamos incluidos, nisiquiera para sembrar y recoger sus cosechas donde estamos día a día pero sin derechos de tal forma que cuando lo deseen pueden deshacerse de nosotros
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