El país necesita diálogo; la gente lo desea: hay demasiados problemas por resolver. Arena está jugando a boicotear las posibilidades de llegar a acuerdos, creyendo que el estancamiento del país le beneficiará electoralmente. Sin embargo, esa negativa a dialogar está logrando que su simpatía entre la ciudadanía, en cuanto partido de oposición, se mantenga limitada y no crezca. Aun en el caso de que cosechara ventaja electoral, una cosa es ganar elecciones y otra tener éxito como Gobierno. De continuar con ese afán de bloqueo, muy difícilmente podrá luego desde el Ejecutivo pedir unidad ante los problemas nacionales. Si Arena es incapaz de dialogar sobre las necesidades económicas y sociales de El Salvador, cualquier triunfo electoral que obtenga no hará más que agudizar la crisis existente.
La cerrazón al diálogo, además, está creando divisiones dentro del propio partido. La aparición tan temprana de cuatro precandidatos a una elección presidencial que se realizará dentro de año y medio es signo de tensiones internas. Hay miedo en quienes tienen aspiraciones presidenciales a que la candidatura no se pueda alcanzar democráticamente. Por eso, tantos se presentan tan pronto como precandidatos, para ir adquiriendo fuerza de cara a un panorama incierto. El hecho de que en sus discursos insistan más en la unión interna que en propuestas de gobierno concretas muestra la falta de certeza sobre el rumbo del partido y sobre las tendencias mayoritarias a su interior. Un partido de oposición que solamente sabe decir “no” y que es incapaz de hacer propuestas concretas que sean acogidas por la sociedad civil muestra públicamente su enorme debilidad interna y se declara a sí mismo sin mucho futuro.
El FMLN tampoco está manteniendo un diálogo adecuado con la gente. Su Gobierno ha hecho esfuerzos por abordar con la sociedad civil el tema de la prevención del delito, y algo ha avanzado al respecto. Pero simultáneamente, y sin escuchar para nada a la población, maneja una política de mano dura que ha acrecentado el clima de violencia, en vez de disminuirlo. La pena de muerte que oportunistamente reclama el diputado Guillermo Gallegos ha quedado superada por la pena de muerte ilegal que se impone en esta especie de guerra entre la Policía y las pandillas. El hecho de que periodistas o defensores de derechos humanos que critican el manodurismo gubernamental sufran amenazas de personas vinculadas a los cuerpos de seguridad deja clara la debilidad oficial a la hora de manejar los problemas que ocasiona su política contra la violencia. En otros campos, como los casos de violaciones a derechos humanos y el problema de las pensiones, en vez de escuchar a la ciudadanía comprometida con los derechos de las víctimas, el FMLN acaba teniendo una posición de lentitud y apocamiento que lo hace coincidir en la práctica con la inacción que preconizan otros partidos.
El diálogo es necesario en demasiadas áreas. No querer entrarle con seriedad a la reforma fiscal equivale simple y sencillamente a alargar una crisis que acabará pagando, cuando menos, el 80% de los salvadoreños. El tema de la seguridad tiene que ser debatido con más transparencia y con mayor apego a las leyes y a los derechos humanos. Los delitos cometidos por miembros de la PNC deben ser investigados a fondo para impedir la desnaturalización de esta institución de la democracia en la que todavía hay mayoría de hombres y mujeres buenos, pero que enfrenta una grave crisis de control de quienes abusan de la fuerza. Más diálogo político, más intercambio con la sociedad civil, es indispensable para el futuro de El Salvador. No dialogar es apoyar el sufrimiento de las grandes mayorías y mantener la crisis que desgarra al país. Los dos partidos más fuertes, y de un modo especial Arena, que hasta ahora se ha negado a dialogar, tienen una enorme responsabilidad.