San Romero de América

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Editorial UCA
14/03/2018

El 7 de marzo llegó la noticia largamente esperada por la feligresía católica salvadoreña: la firma del decreto de canonización de monseñor Óscar Arnulfo Romero por el obispo de Roma. Una muy buena nueva no solo para El Salvador y los católicos, sino también para las miles de personas a lo largo y ancho del mundo que conocen la vida de monseñor Romero y ven en ella un modelo, un ejemplo de vida entregada a las causas de la justicia en favor de los pobres. Muchos, como monseñor Pedro Casaldaliga, obispo emérito de Mato Grosso, o monseñor Urioste, lo consideraron mártir y santo desde el mismo día en que fue asesinado por quienes no soportaron su palabra profética, su denuncia de las atroces violaciones a los derechos humanos y su defensa de los sin voz.

A pesar de que Juan Pablo II lo citó en el año 2000 como uno de los santos del siglo XX, fue necesario que se dieran todos los pasos que exige la canonización. Así, se realizaron minuciosos estudios de su vida, escritos y actos antes de declararlo mártir por odio a la fe; y para declararlo santo, se necesitó constatar que por su intercesión se había realizado un milagro. Todo esto es importante, porque así se convalida oficialmente lo que ya gran parte de los salvadoreños sabían; y porque al declarar la santidad de Romero de acuerdo a las normas de la Iglesia, nadie podrá refutar su canonización.

Son de sobra conocidas las dificultades que enfrentó el proceso de beatificación en el Vaticano (por orden expresa, pasó engavetado varios años), la oposición de obispos y altos prelados a considerarlo mártir, el temor de políticos salvadoreños a que se canonizara al que consideraron su principal adversario porque, con su palabra fiel al Evangelio, se opuso a su maquinaria de terror y muerte. Toda esta poderosa oposición ha sido superada. Tanto los teólogos que han analizado la ortodoxia de las obras de monseñor, la autenticidad de su vida según el Evangelio y la legitimidad de su labor como arzobispo y pastor, como las autoridades eclesiales responsables de decidir si merecía la canonización han coincidido en que efectivamente Romero es santo.

Sin duda, en gran medida ello ha sido posible por el inmenso cariño y devoción que se le profesa dentro y fuera de El Salvador. Un cariño y devoción que, lejos de decrecer con el paso de los años, se ha trasladado a las nuevas generaciones, que encuentran en Óscar Romero un hombre que inspira y guía. Sin esta identificación del pueblo con su pastor, sin la insistencia de los salvadoreños en reconocerlo santo, sin los miles de actos de agradecimiento y de memoria colectiva y amorosa a monseñor es muy posible que todo el proceso hubiera sido mucho más largo o que incluso no hubiera tenido lugar.

La firma del decreto debe hacer reflexionar a El Salvador entero. Más allá de la celebración y la alegría, debemos preguntarnos qué significa la canonización de Óscar Arnulfo Romero para el país y sus muchos problemas. Declararlo santo es validar más allá de toda duda un modo de ser cristiano y de ejercer la misión arzobispal poco común, con los pies bien puestos en la tierra; una praxis fundamentada en el amor al prójimo, en la compasión, en la defensa de la verdad y de la vida, en ser voz de los sin voz; una prédica a favor de la justicia y la liberación basada en la palabra de Dios.

Permitamos que estas palabras suyas lleguen a lo más profundo de nuestro corazón: “Sean como Jesús. Vayan a anunciar la buena noticia a los pobres de este pueblo. Llévenles consuelo y defiéndanlos de sus opresores. Y ustedes, reconcíliense, llévense unos a otros. No tengan miedo. Tengan paz”. Es el momento de hacer caso a monseñor Romero. Y para ello, más que seguir bautizando con su nombre calles y edificaciones, o llenar el país y las iglesias de imágenes suyas, hay que seguir su ejemplo y sus enseñanzas. Si lo hacemos, le haremos honor y veneraremos de verdad su memoria.

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Anónimo
15/03/2018
09:57 am
Y sobre todo el potente llamado de Monseñor Romero a defender la vida del no nacido, muchos poliíticos usan su imagen como bandera pero no respetan la vida del no nacido y claman por legalizar el aborto, un crimen cruel que va contra los seres humanos más indefensos.
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Anónimo
14/03/2018
14:30 pm
Los únicos que pueden oponerse a la canonización de Santo Romero son los que no comparten la idea de que la fundación De la Iglesia son los mas necesitados. De ahí el deber de estar con ellos como nuestro Santo Romero estuvo. Fácil deducir que un gran sector de grupos privilegiados nunca entenderán las obras de Santo Romero.
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Anónimo
14/03/2018
12:01 pm
Monseñor Oscar Arnulfo, ejemplo de obediencia a Jesucristo, inclusivo y defensor por los más desprotegidos y olvidados por la sociedad, ejemplo de amor a seguir.
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Anónimo
14/03/2018
09:35 am
Sin duda un logro ejemplar para muchos y una ofensa para otros ya que los salvadoreños están divididos sobre la obra de Romero, los daños causados en El Salvador a la credibilidad de una iglesia que dia a dia es mas cuestionada están hechos y aumentaran a medida que los políticos lo toman como bandera para sus interese.
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