Impulsar la Policía Comunitaria es fundamental para que la gente confíe en los agentes. El alto nivel de delincuencia en El Salvador es fruto sobre todo de injusticias de tipo estructural y de una cultura que empuja a resolver los problemas por la vía de la fuerza. La impunidad, la débil institucionalidad y la corrupción son factores que suman, pero la desigualdad injusta y la tendencia a convertir la razón de la fuerza en costumbre de ley son los elementos fundamentales de multiplicación de la violencia que azota al país. Pero al mismo tiempo que se lucha contra la injusticia estructural que genera estas graves desigualdades, es necesario fortalecer las instituciones que persiguen el delito. Y la primera y básica manera de hacerlo es despertando confianza no solo en las instituciones, sino en las personas que sirven y trabajan en ellas.
Y la confianza en un país como el nuestro tiene que ganarse. No todo ha sido claridad, eficiencia, cercanía a la gente y responsabilidad en la PNC, aunque hay y ha habido policías ejemplares. La Policía Comunitaria implica cercanía y servicio. Y la cercanía no se gana a tiros, sino protegiendo, investigando y persiguiendo el delito con pleno respeto a leyes y derechos de las personas. Es necesario decir esto porque en los últimos tiempos ha aumentado el lenguaje violento. Animar a los policías a usar sus armas con contundencia en vez de con prudencia no los acerca a la población. Anunciar juicios abreviados para quienes maten agentes no es el mejor modo de hacer justicia. Tan grave es matar a un policía como a un menor de edad o a cualquier persona indefensa.
Es cierto que todos estamos llamados a mostrar solidaridad con la Policía, puesto que corre riesgos en la protección de las personas. Pero la solidaridad no consiste en decirles a los agentes que se defiendan a tiro limpio o que no se preocupen porque se les suprimirán las garantías procesales a los sospechosos de matar a uno de los suyos. Dotarlos de mejor armamento, facilitarles la vivienda en zonas seguras, mantener un respaldo grupal cuando entren o salgan de zonas de riesgo, invertir más en ellos, en la calidad de su trabajo y su seguridad, es mucho más productivo que el grito de guerra. Varios de los policías asesinados han muerto cerca de sus casas. ¿No se les puede apoyar para que vivan en colonias más seguras?
Es casi imposible impedir que mueran policías en servicio. Pero si se sabe que hay una decisión de atentar contra ellos, lo prioritario es aumentar las medidas de seguridad y la prevención para evitar pérdidas. Por supuesto, los agentes tienen derecho a la legítima defensa, pero no es sano para una sociedad que quiere construir la paz hacer propaganda del gatillo fácil. No sería la primera vez que a un lenguaje guerrerista le suceden los grupos de exterminio. Y algunos medios de comunicación expertos en investigación periodística del delito están ya mencionando esa posibilidad. Hemos trabajado mucho para lograr una sociedad con avances en el respeto a los derechos humanos como para perder ese logro en un momento de desesperación o impotencia. Buscar soluciones racionales, técnicas; fortalecer la investigación; mejorar la protección y apoyo a los agentes; acercarlos más a una sociedad que quiere confiar en ellos son formas idóneas de combatir a una delincuencia feroz, a la que hay que ganarle la partida desde el desarrollo socioeconómico y desde una institucionalidad fortalecida, organizada y mejor dotada.