Sin acuerdos

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Editorial UCA
16/01/2023

El problema no es que la administración de Bukele y su partido odien los Acuerdos de Paz en particular, sino que rechazan cualquier tipo de acercamiento con miembros o sectores de la sociedad civil que tengan una opinión crítica de las acciones o normas gubernamentales. Los Acuerdos de Paz, pese a sus limitaciones, produjeron una enorme alegría en el país al liberarlo de una guerra fratricida. Porque siempre es mejor un acuerdo deficiente que una guerra brutal. Sin embargo, quienes hoy dirigen la política parecen pensar que es mejor guerrear, verbal o represivamente, según las circunstancias, que avanzar por la vía del diálogo en busca de entendimientos. Los problemas que de esa actitud se derivan quizás no sean evidentes de inmediato, pero negarse al diálogo con quien piensa diferente conduce al desgaste del poder, a la pérdida de autoridad moral y al crecimiento de los problemas sociales.

La capacidad de diálogo ha sido considerada siempre como una virtud tanto social como política. Abre al entendimiento, descubre nuevas perspectivas, conduce al respeto y a una amistad básica entre quienes piensan diferente. Desde la ética y el humanismo se insiste en la dimensión comunicativa del ser humano, en la necesidad de relacionarse con los demás para crecer y desarrollarse racionalmente. La construcción de proyectos de realización común solo es posible desde la capacidad de dialogar. En ese sentido, rechazar y denigrar un diálogo impulsado por personas de la categoría humana y religiosa de monseñor Rivera, y en el que participó gente de buena voluntad, lo único que muestra es pequeñez de espíritu. Presentarse como poseedor de la verdad no es de sabios. No reconocer lo positivo del pasado es síntoma claro de inmadurez personal y de carencia de sensatez.

Por supuesto, no se trata de glorificar el pasado. Desde esta casa de estudios siempre se ha dicho que en la búsqueda de la paz tuvieron más protagonismo los movimientos de mujeres que luchaban en favor de encontrar a sus hijos desaparecidos o que pedían justicia para sus parientes asesinados, que quienes firmaron los Acuerdos de Paz. Saber reconocer a las personas y procesos que generan dinamismos positivos contribuye a la construcción de una mejor sociedad que la que puede edificarse desde el autoritarismo, la desigualdad y la injusticia social. Imponer y celebrar el bitcoin como moneda nacional y negarle valor a los Acuerdos de Paz muestra una especie de esquizofrenia política que insufla irracionalidad en los dinamismos de la vida pública.

Evidentemente, honrar los Acuerdos de Paz implica analizar crítica y honestamente sus insuficiencias y problemáticas. Sobre todo cuando los políticos no han mantenido el espíritu de cambio cultural, económico y social que los Acuerdos preconizaban. Pero eso es muy diferente a negarles valor y mostrar una absoluta despreocupación por la dignidad y anhelos de las víctimas de la guerra. Hacer un alto en esta especie de guerra cultural absurda y dialogar con todos los sectores es lo único que podrá conducirnos a una sociedad fraterna que responda a derechos consagrados universalmente y en la que el desarrollo sea equitativo.

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