Sin trabajo y voluntad, los sueños no se cumplen

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El comienzo de un nuevo año tiene casi siempre un cierto aire de esperanza. Por muy mal que nos haya ido antes, las personas tendemos a esperar, sobre todo en la vida personal, que en el año que inicia nos vaya mejor. El conocido adagio que dice que "la esperanza es lo último que se pierde" parece hacerse vida en la población en estos primeros días de enero; después de todo, quien pierde la esperanza pierde toda razón para seguir viviendo. Por eso, cada inicio de año es ocasión propicia para fijarse propósitos; propósitos que proyectan los deseos más profundos de superación y de cambio del ser humano. Así, mucha gente aprovecha estos días para ponerse objetivos de todo tipo: espirituales, emocionales, académicos, materiales... Las metas van desde ser mejor persona hasta alcanzar determinado bien material.

Lamentablemente, muchas veces el problema es que se tiene claro el propósito, pero no el cómo conseguirlo. Es decir, se pretende mejorar en un aspecto de la vida, pero no se definen los medios ni se está consciente de la fuerza de voluntad que se requieren para ello. Por esta razón, también es muy común que al final de cada año los propósitos se queden nada más en muy buenas intenciones, en simples sueños sin asidero en la realidad. Y esta situación de la vida personal tiene su correlato en la vida social. Al inicio de cada año también se escuchan anhelos de un mejor El Salvador para todos y todas. Conociendo la realidad que atraviesa el país, seguramente muchos salvadoreños y salvadoreñas tienen entre sus grandes anhelos que mejoren dos cosas en este año: la situación económica y la seguridad ciudadana.

Terminamos el año 2011 con una sensación de frustración debido al agobiante clima de inseguridad ciudadana, un problema que parece no tener caminos de solución. Además, la crisis económica continúa poniendo en jaque la vida del país: de su solución dependen el empleo, la inversión, la distribución de la riqueza, la estabilidad social, y el futuro y oportunidades de nuestros jóvenes. Sin embargo, a pesar de que la realidad de 2011 no fue nada alentadora, esperamos que 2012 sea mejor. Desde la UCA nos unimos al clamor de muchos compatriotas para que a nuestra tierra llegue una paz verdadera, fruto de la justicia, y para que mejore la situación económica de las familias salvadoreñas, especialmente la de aquellas que enfrentan las máximas dificultades para ganarse la vida. Para que este clamor se vuelva realidad se necesitan dos cosas esenciales: que se tomen medidas que enfrenten la raíz de estos problemas y que en esa tarea se inviertan todas las voluntades.

No se puede añorar la paz si no contamos, por ejemplo, con una ley que regule la venta y portación de armas, y sin personas y equipos especializados en la investigación del crimen. No se puede añorar la paz sin una aplicación pronta de la justicia. No se puede añorar salir de la crisis económica esperanzados únicamente en donaciones del exterior y dejando intacta la ofensiva desigualdad que vivimos dentro del país. En definitiva, no podemos esperar que se hagan realidad los deseos de paz y de mejora económica si no se tiene la voluntad de tocar a los grandes poderes que viven precisamente de la violencia y de la desigualdad. Insistimos: al igual que la mayoría de los salvadoreños, deseamos que llegue la paz y que la vida de la población más pobre se dignifique, pero esto solamente será posible con medidas efectivas y con una clara y decidida voluntad de beneficiar al pueblo.

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