La jornada electoral de este domingo transcurrió con tranquilidad, aunque con moderada participación ciudadana. Si bien el ambiente fue de fiesta cívica, no faltaron las irregularidades. A algunas ya estamos acostumbrados, pues se repiten elección tras elección, como la inducción al voto por parte de los partidos políticos. En su afán de seguir pescando votantes hasta el último momento, los partidos llenaron las cercanías de los centros de votación de militantes y signos partidarios, violando así la prohibición de hacer propaganda durante la celebración de las elecciones. Una cosa es orientar a la ciudadanía y otra muy distinta repartir banderas partidarias, camisetas y gorras con el fin de inducir al voto. A pesar de que esto ocurre en cada elección, ninguna administración del Tribunal Supremo Electoral (TSE) le ha puesto coto.
También se está haciendo habitual que no todos los centros de votación abran sus puertas a la hora establecida. En este caso, torpe excusa es decir que eso responde a la impuntualidad con la que en El Salvador se acostumbra iniciar la mayoría de las actividades. Algunos centros abrieron con más de una hora de retraso, lo que en un evento de esta naturaleza no tiene justificación. Comenzar a la hora señalada no solo debe hacerse por respeto a la ciudadanía, sino por seriedad institucional y para darle credibilidad al proceso electoral. Tampoco faltó la picaresca entre algunos ciudadanos. Una de las más llamativas, la de aquellos que después de votar salieron corriendo sin entintarse el dedo ni recoger el DUI. Más preocupante fue la intención de un grupo de hacerse pasar por vigilantes de un partido político, usando credenciales falsificadas, en un centro de votación en San Salvador. En este caso, la intervención de las autoridades fue pronta y en regla, lo que permitió el arresto oportuno de esas personas antes de que pudieran actuar.
Pero lo más grave, y que sí puede empañar la transparencia y la credibilidad de estas elecciones, ha sido la tardanza en la difusión de los resultados por parte del Tribunal Supremo Electoral. Aunque el proceso del conteo de votos es complejo, y había claridad de que los resultados no estarían disponibles con prontitud, la excesiva demora en ofrecer datos ha provocado insatisfacción y decepción entre una buena parte de los actores del proceso electoral. En esta ocasión, el Tribunal ha sido víctima de sus propias decisiones erradas. Queriendo mostrarse capaz de heredar al país un sistema propio de transmisión de datos, ha dejado al descubierto su inexperiencia e ineficacia. La opción de no contratar a una empresa especializada y con experiencia en la transmisión de datos electorales ha puesto en crisis la transparencia y credibilidad del conteo de votos. Que el Tribunal no haya podido dar a lo largo de la noche del domingo ni un solo avance de los resultados habla mal de su capacidad técnica. Fue un grave error de los magistrados del TSE no haber aprovechado la buena y satisfactoria experiencia acumulada en las elecciones anteriores.
Pero también hay otros responsables en este asunto. El procesamiento de datos se hizo excesivamente dificultoso por la negativa de algunos partidos políticos a que cada marca sobre los rostros de los candidatos tuviera un mismo y único valor. Esto no solo ha dificultado el conteo de votos y ha dado lugar a múltiples errores, sino que puede haber empañado la transparencia y la credibilidad de la jornada electoral. Asimismo, la decisión de la Sala de lo Constitucional de permitir el voto cruzado, en un sistema electoral en el que los escaños se asignan en primera instancia a los partidos políticos y no a los candidatos, ha complicado las cosas. Aunque conceptualmente el voto cruzado suponga más libertad del votante a la hora de elegir, técnicamente hace el conteo tan complejo que puede resultar inviable, más aún si se ha tenido muy poco tiempo de preparación.
Tampoco la ley electoral ha sido acertada al determinar el orden del conteo de los votos. Se inició por la elección más compleja, la del Parlamento Centroamericano, siendo la que menos interés despierta entre la población; y se dejó por último la elección municipal, siendo la más sencilla de contar y la que más interesa a la ciudadanía. De haberse legislado a la inversa, pronto se hubieran tenido resultados que ofrecer, lo que hubiese calmado los ánimos y aportado tranquilidad. En definitiva, son varios los errores cometidos en estas elecciones, y de ellos debe tomarse cuidadosa nota para evitar que se repitan. Antes de los próximos comicios, se dispondrá de tres años para la reflexión y el análisis. Ojalá que ese tiempo se aproveche para modificar todo lo que sea necesario, a fin de que las siguientes elecciones sean señaladas por su transparencia y credibilidad.