Tras los pasos de Jon Cortina

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Editorial UCA
16/12/2015

El 12 de diciembre se cumplieron diez años de la muerte de Jon Cortina. Y tanto en la UCA como en la comunidad de Guarjila se celebró su recuerdo. Su figura, como la de otros muchos testigos y protagonistas de la lucha en favor de la dignidad humana, sigue ganando terreno. En parte porque supo unir de un modo extraordinario la cercanía humana y el apoyo a la causas de los pobres con una labor universitaria exigente y especializada. Su trabajo, entre muchos otros logros, ha contribuido a romper de un modo original las distancias entre una institución elitista, como son en general las universidades, y las necesidades populares. De hecho, sus amigos pobres entran en la UCA como en su propia casa. Y no solo en los aniversarios de su fallecimiento, sino en cualquier ocasión en que el apoyo o la consulta sean necesarios.

En el contexto de la labor de Jon Cortina y de otras personas luchadoras y solidarias, se ha ido construyendo en esa extensa zona del nororiente de Chalatenango no solo una conciencia muy especial de lucha y de dignidad comunitarias, sino un proceso que lleva a enfocar el desarrollo regionalmente. En ese proceso se ha insertado la UCA como acompañante, dispuesta a aprender y a enseñar, a escuchar y a servir. El lema “memoria viva, comunidades unidas” con el que se celebró este año el aniversario, combina perfectamente con el esfuerzo de la UCA por concentrar regionalmente su apoyo al desarrollo socioeconómico y cultural.

En el contexto actual de desigualdad y violencia, el trabajo de personas como Jon Cortina muestra el camino de superación de las plagas que nos afectan. Si estas comunidades, a pesar de tener altos índices de pobreza y ser conscientes de la profunda desigualdad, mantienen una convivencia armoniosa y una paz social muy superior a la del promedio nacional, es porque han sabido desarrollar proyectos comunes para enfrentar los desafíos de su situación y porque han estado acompañados. No tanto por las instituciones, sino por personas que han sabido hacer de puente con el desarrollo, generando diálogo y esperanza. La cercanía humana entre gente de alta capacidad técnica y sólido espíritu solidario, y personas de alta resistencia al sufrimiento y arraigada esperanza ha ido generando lo que generalmente llamamos resiliencia.

La fundación de la Asociación Pro-Búsqueda, combinación creativa del deseo de los familiares y la pasión de Jon Cortina por la justicia, no hubiera podido darse sin esa capacidad de los salvadoreños de rehacerse y confiar en el futuro, y sin ese diálogo permanente entre personas generosas entregadas al servicio de los demás y pueblo esperanzado. Esta voluntad de volver a sus tierras, de querer sacar fruto de una zona donde la muerte y la destrucción estuvo muy presente, de incidir a nivel nacional hasta lograr una Comisión Nacional de Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos, muestra una capacidad de recuperación de nuestra gente que debe ser observada si queremos vencer el cáncer actual de la violencia y la desigualdad.

Y al observar la situación concreta de estas comunidades, descubrimos una lucha conjunta en favor y defensa de la dignidad humana. En la construcción de viviendas, en la gestión de la propia salud, en la educación solidaria, en la búsqueda de niños desaparecidos, en los proyectos comunitarios hubo siempre esfuerzo de líderes locales y acompañamiento de personas generosas y abiertas, dispuestas a ayudar y aprender. Sin conciencia de la igual dignidad humana es difícil vencer los problemas que plantea la injusticia social. Pero esa conciencia de la igual dignidad solo se adquiere y profundiza cuando los diferentes sectores y estratos sociales, en vez de marginar o excluir al débil, lo acompañan y viven a su lado la igual y radical igualdad en dignidad. Porque al que solemos considerar débil socialmente, en realidad no lo es. Y cuando se le margina o humilla, puede llegar a perder la paciencia y mostrar desde su organización y su espíritu de lucha una fuerza insospechada por las élites indolentes y egoístas.

El legado de Jon Cortina es de trabajo conjunto, de esfuerzo sectorial, de diálogo permanente con las necesidades de la gente, de respaldo generoso desde el conocimiento técnico, de aprendizaje humilde desde la resistencia y la resiliencia de las comunidades. Por eso las comunidades del nororiente de Chalate lo recuerdan y lo han convertido en símbolo de su propia identidad. Lo recuerdan y reviven como signo de esperanza y de confianza plena en la propia capacidad del pueblo de planificar y construir un futuro más digno y justo. Diez años después, ante las sinergias despertadas por su presencia en la zona, Jon Cortina puede descansar en paz.

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