Trato cruel y degradante

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Editorial UCA
31/10/2016

El artículo quinto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice textualmente: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Por supuesto, es una declaración aceptada y ratificada por el Estado salvadoreño. En nuestra Constitución, se asegura el respeto a ese derecho inalienable cuando se dice que las penas infamantes quedan prohibidas. Sin embargo, la realidad es otra, en especial en las cárceles sujetas a las medidas extraordinarias vigentes desde marzo. En agosto, David Morales, al frente de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, publicó un pronunciamiento e informe sobre la cuestión. El documento da cuenta de una serie de descuidos, faltas de atención, problemas alimentarios y de salud entre los presos que justifican la afirmación de que en el país se les está dando penas o tratos crueles a una gran proporción de ellos.

Esta situación, que de haber sucedido con los combatientes de la guerra habría sido catalogada inmediatamente como gravísima, puede tener consecuencias muy peligrosas. Y no solo en el aumento del clima de violencia. En algunos penales, hay presos con tuberculosis que no están recibiendo atención. Cuántos están infectados por la enfermedad, no se sabe. Pero los susceptibles de contagiarse son muchos dado el hacinamiento, la falta de alimentos y de medicamentos, la suciedad y, en algunos casos, la ausencia de agua potable. En la práctica, algunas cárceles se han convertido en una especie de incubadoras de tuberculosis, elevando las posibilidades de contagio de una enfermedad que creíamos casi vencida en El Salvador.

Pero más allá de las epidemias y los daños a la salud pública que puede ocasionar la actual política carcelaria, es indispensable reflexionar sobre la justicia. Hace años, en la entrada del penal de Mariona se puso una frase de monseñor Rivera: “No desesperen al preso con malos tratos”. Ese penal se llama La Esperanza, y quizás por eso el arzobispo decía que no se debía desesperar a los reclusos. El trato al preso debe estar orientado a la corrección y la recuperación, en la medida de lo posible, de una conducta decente. Maltratarlo no solo es irracional, sino fuente de posteriores conflictos. Ciertamente, no faltan los ciudadanos que ante la violencia imperante desean establecer una dinámica de venganza brutal, no de justicia. Pero el Estado y el Gobierno no pueden ceder a ese clamor que daña a la misma sociedad al incrementar los niveles de violencia, sadismo y brutalidad.

Por otra parte, la salud mental de muchos de los recluidos en las cárceles en las que rigen las medidas especiales está deteriorándose significativamente. ¿Qué queremos? ¿Un país con un mayor número de perturbados? Inquieta que el Vicepresidente de la República afirme que hoy por hoy no queda más remedio que el uso de la fuerza para vencer la criminalidad. Si se observan las redadas masivas, las detenciones con escasez de pruebas y las cárceles con hacinamiento, maltrato e incluso trato cruel y degradante, solo puede concluirse que las palabras del Vicepresidente no apuntan a algo normal. Más bien parece que buscan justificar el uso excesivo de la fuerza. Y eso no es democrático ni justo.

Sabemos que hay gente que se indigna cuando se dice algo a favor de los presos. Sin embargo, la condescendencia con el abuso de la fuerza mantiene al país en niveles graves de inhumanidad, sean quienes sean los que sufren el abuso. Además, nuestro sistema de persecución del delito es demasiado flojo, basado en escasa evidencia científica y no es capaz de evitar detenciones injustas. Detenciones que generan humillación, dolor y rabia ante el oprobio de sufrir un castigo desproporcionado y no merecido. Es evidente que hay que hacer justicia, tanto con los crímenes del pasado como con los del presente. Pero el espíritu de venganza que está presente en algunas medidas carcelarias es perjudicial para la sana convivencia social. Reflexionar sobre la situación de nuestros presos, no desesperarlos, como decía monseñor Rivera, es imprescindible para el desarrollo humano de El Salvador. La misericordia con los presos aparece de modo sistemático en la Biblia. Un país que se dice cristiano debería ser más cauto a la hora de violar los derechos humanos de quienes guardan prisión.

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Anónimo
02/11/2016
16:36 pm
Hay que purgar las carceles. Es necesario que se pare de mantener a toda esa escoria. Sus dolencias es la concecuencia del sufrimiento por el que hacen pasar a sus victimas.
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Anónimo
31/10/2016
21:08 pm
Por lo que se alcanza a ver Oscar Ortiz tuvo que haber sido un gran matarife en la guerra, sólo garrotes ofrece, pero también es demagogo al hablar el es el único que se cree lo de la baja en homicidios, lo más vergonzoso que en el reportaje de RT sobre la violencia el periodista, lo ignoró no lo tomó en cuenta teniéndolo frente a frente en una charla con el transporte público, donde el reportero en lugar de preguntar a el , cuestionó su postura del índice oficial de homicidios, quedando en evidencia cuando el periodista decidió mejor ir hacer su propia estadística en las afueras de Medicina Legal, Ortiz tiene poca credibilidad y mucha demagogia pretendiendo torcer los índices reales de la violencia.
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