Tres tipos de militares

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Leyendo un artículo firmado por una asociación de militares veteranos de guerra de El Salvador, se puede fácilmente hacer una tipología, simple, de militares: los que fueron y son correctos, tanto en la guerra como en la actualidad; los que fueron o siguen siendo incorrectos ;y los que se dejan engañar por los incorrectos. Ciertamente, hay militares que merecen respeto por su actuación durante la guerra civil que nos asoló, a pesar de lo terrible que fue. Otros, todos lo sabemos, cometieron crímenes de humanidad que no pueden taparse con los discursos falsos y grandilocuentes de que salvaron la patria, etc. Y, finalmente, no faltan quienes por espíritu de cuerpo se suman a la defensa de los criminales, pensando que defendiéndolos protegen a la institución. 

En realidad, nada peor para la Fuerza Armada que defender a quienes cometieron crímenes durante la guerra. Quienes pensamos en la conveniencia de la desaparición de la Fuerza Armada lo hacemos porque los incorrectos se apoderaron de ella para matar y robar. Y porque los correctos no han sabido decir que hubo graves disfunciones en la Fuerza Armada que merecen una petición de perdón al pueblo salvadoreño. Y es que si esa revisión del pasado no la hace con sinceridad la Fuerza Armada, nadie puede garantizar la vocación democrática de la institución. Si la revisión fuera hecha y comentada honestamente con la sociedad salvadoreña, viendo lo positivo y lo negativo de la propia historia, muchas de las desconfianzas todavía existentes desaparecerían. Y ciertamente se callarían quienes no demuestran para nada una vocación democrática, tratando de llamar héroes en sus discursos a quienes cometieron crímenes de humanidad. 

Los militares de hoy, que —tendemos a pensar— en su mayoría son correctos, tienen intelectualmente que separarse de ese discurso veterano que pone en pie de igualdad la barbarie cometida por la guerrilla, que por supuesto hay que denunciarla y exigir clarificación, con la barbarie cometida por los agentes del Estado, muchos de ellos militares. Incluso en el caso de que las violaciones a los derechos de las personas fueran mayores en la guerrilla que en el Ejército (cosa que no se ve clara en los informes serios sobre derechos humanos), los crímenes, siendo todos repudiables, hay que colocarlos en una diferente esfera. Los crímenes de una guerrilla son siempre odiosos, pero cometidos por individuos que no tienen los mismos juramentos y compromisos de los agente y funcionarios del Estado. Éstos prometieron defender la Constitución, que pone como prioridad y sentido del Estado a las personas y su derecho a la vida. El Estado existe como servicio a las personas, para protegerlas y no para matarlas. Compararse con la guerrilla, o querer justificar los propios crímenes con los crímenes cometidos por ella, deja claramente establecido que estos veteranos de guerra, por muy generales y coroneles que sean, no tienen ni idea de lo que significa ser servidor público, ser militar, o las obligaciones que comportan para ellos los derechos humanos. Las leyes actuales de ética en El Salvador nos pueden ayudar a entender mejor lo que se afirma aquí. 

Las instituciones privadas pueden tener cada una sus propios mecanismos para salvaguardar la ética. Pero nadie puede obligarlas a someterse a un tribunal de ética único y obligatorio para todas. El Estado salvadoreño, en cambio, desde el año 2006, tiene un Tribunal de Ética Gubernamental al que cualquier ciudadano puede acudir cuando algún servidor público viola la ley de ética gubernamental. Los empleados del Estado, por ser servidores públicos, tienen mayor responsabilidad legal que cualquier empleado de una empresa privada. Y cuentan con una ley de la República que les puede imponer sanciones que con frecuencia no se pueden poner a empleados privados. Tener ética es una obligación para todos por igual. Pero las responsabilidades son mayores para quienes son servidores públicos. 

Ojalá este ejemplo de la legislación actual del Estado ayude a los miembros veteranos y activos de la Fuerza Armada a entender lo que decimos. El militar, precisamente por ser servidor público y empeñar su honor en la defensa de la Constitución y los derechos humanos, tiene una mayor responsabilidad cuando viola dichos derechos. Nociones tan sencillas como las que aquí exponemos deberían defenderse públicamente desde el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor actual cuando un conjunto de veteranos comete el terrible error de defender sus felonías utilizando la barbarie de otros. Mientras el Ejército como institución sea incapaz de aclarar estos conceptos, tan tergiversados o bien por ignorancia o bien por malicia de algunos veteranos, muchos ciudadanos seguiremos pensando que es mejor que la democracia salvadoreña llegue a pensar algún día en la eliminación de la Fuerza Armada a través de una reforma constitucional. Los militares correctos tienen la palabra. Si la usan ratificando sus obligaciones constitucionales y condenando los abusos pasados a los derechos humanos, tendrán también una fuerza mucho mayor que los militares incorrectos o los simplemente equivocados, que confunden el espíritu de cuerpo con la defensa de los errores.

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Anónimo
30/11/-0001
00:00 am
Considero que la milicia salvadoreña necesita de una re-estructuración desde raiz, cuestión que por razones claras de conveniencia del actual partido de gobierno, no se dieron y que se tuvieron que haber cumplido desde el momento de los acuerdos de paz.
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