Aunque para la mayoría de los grandes medios de comunicación nacionales fue solo una noticia más, la prohibición de la minería metálica en El Salvador es un hecho trascendental, tal como afirmó, en general, la prensa internacional. Si bien El Salvador no es el primer país en prohibir esta industria en América Latina (Costa Rica cerró sus puertas a la minería de oro a cielo abierto en 2010), sí es el primero en prohibir la minería metálica en general, tanto en su modalidad a cielo abierto como subterránea. Entre los países más desarrollados, ya antes Turquía (1997), la República Checa (2000), Alemania (2002) y la Unión Europea (2010) prohibieron la extracción de minerales a cielo abierto por la contaminación y la destrucción ambiental que causa.
La prohibición de la minería es histórica porque se impuso la racionalidad, porque se derrotó el poder del dinero que corrompe, que compra espacios en los grandes medios de comunicación y que tuerce las leyes para su beneficio. Es histórica porque, a favor de la vida, se derrotó el poderío del gran capital, porque el clamor de la mayoría fue escuchado. ¿Cómo fue posible lograr esto que hasta hace un año parecía poco menos que imposible? ¿Qué sucedió para que todas las fracciones partidarias aprobaran una ley que beneficia al país y a toda la población? Esta gesta —porque así merece llamarse— fue fruto del esfuerzo de muchos actores, a los cuales debemos agradecer; luchadores históricos que resultaría imposible listar en este breve espacio y organizaciones sociales que lucharon y aguantaron contra toda esperanza
La sangre derramada por Marcelo, Dora Alicia y su bebé de 6 meses de gestación, Ramiro y Francisco ahora florece en esta victoria que sabe a justicia. Los clamores de los pobladores de las comunidades que resistieron los cantos de sirena de la gran empresa fueron escuchados. La valentía del arzobispo de San Salvador al respaldar esta lucha de comunidades pobres y organizaciones populares fue, sin duda, una contribución decisiva. Los aportes de académicos al proyecto de ley, el apoyo entusiasta e incansable de campesinos y agentes de pastoral empujaron, y mucho. Por su lado, los funcionarios e instituciones del Estado que sintonizaron con este movimiento ahora pueden sentirse contentos por el triunfo. Y también tienen mérito, aunque muy pocos lo reconozcan, los diputados que convencieron a sus compañeros de la importancia esencial de rechazar el mal que se cernía sobre el país.
Es momento de dar gracias. A todas estas personas, a todas las organizaciones. Esta victoria es de todos los salvadoreños. Que este triunfo de la vida contra de la muerte impulse a hacer realidad lo que la ley posibilita. Que la celebración merecida anime a exigir que Oceana Gold pague lo que le adeuda a El Salvador. Que este espíritu que ganó voluntades no se apague, que se siga pensando en el bien de la mayoría, no en los intereses de pequeños pero poderosos grupos. Que este júbilo se extienda para reconocer el derecho humano al agua, para coordinar mejor los esfuerzos, para unir ánimos, talentos y aportes por el bien del país.