Se ha cumplido un mes desde que el Presidente, en cadena nacional, informó al país de que su Gobierno se declaraba en emergencia y que se proponía buscar un acuerdo con las fuerzas políticas para salir de la crisis financiera por la que atraviesa el Estado. Muy poco después se conformaron las mesas de diálogo y en varias ocasiones, a lo largo de las últimas semanas, se anunció que el acuerdo era inminente, que las negociaciones entre el Gobierno, FMLN y Arena iban por buen camino. La realidad ha sido otra, pues a pesar de que este miércoles se llegó a los primeros pactos, todavía no puede hablarse de que se ha logrado lo que el país requiere en materia fiscal. Resultados que permitan una real sanidad fiscal a largo plazo —tanto de parte de los ingresos como de los gastos— y una mayor justicia tributaria; resultados que, en definitiva, permitan avanzar hacia la equidad y el desarrollo humano para todos los salvadoreños.
Un Gobierno sin fondos no puede hacer frente a sus compromisos económicos ni políticos. Esta es la situación actual, que se agravará día a día mientras no se alcance un arreglo que permita obtener el dinero para el funcionamiento de la maquinaria estatal. El acuerdo de esta semana le permitirá al Estado hacerle frente a sus obligaciones en lo que queda del año, pone límites al gasto y obliga al Gobierno a continuar negociando con Arena. En el corto plazo, la solución es la aprobación de más deuda pública, a través de la emisión de bonos de largo plazo. Pero para ello se requiere de mayoría cualificada, es decir, dos tercios de los diputados. Esa cantidad de votos solo se puede obtener con la participación de Arena y del FMLN, y esto es precisamente lo que se está buscando en la mesa de negociación.
Es claro que las condiciones que Arena está exigiendo no son aceptables para el FMLN; Arena no está dispuesta a dar sus votos sin obtener concesiones que le beneficien partidariamente y le allanen el camino hacia una próxima victoria electoral. Aunque dice querer contribuir a una solución, Arena se regocija porque por primera vez desde que está en la oposición tiene en sus manos la llave para incidir con fuerza en la marcha del país y, por ende, controlar al Gobierno. Y es evidente que el partido de derecha está interesado en aprovechar al máximo esta coyuntura, en obtener la mayor ventaja política posible de la misma.
Y el país sufre las consecuencias de ese entrampamiento. A lo largo de este mes, no han sido pocos los llamados, tanto internos como externos, a que Gobierno y oposición se sienten a dialogar, abandonen sus posiciones antagónicas y encuentren una pronta solución. A pesar de ello, los intereses partidistas e ideológicos prevalecen por encima de los nacionales. No resolver la crisis fiscal a través de, por un lado, medidas coyunturales y, por otro, acciones de largo plazo es una enorme falta de responsabilidad política, pues afectará el presente y futuro de El Salvador y su gente, hipotecará las posibilidades de alcanzar un verdadero desarrollo humano y social por varias generaciones.
Si una de las consecuencias de la crisis financiera y de la falta de acuerdos es la imposibilidad de pagar el FODES a las alcaldías, también es parte de la estrategia de negociación de Arena que algunas de sus alcaldías organicen protestas y se tomen vías públicas para exigir el pago, dificultando la movilización de la población y el libre tránsito del transporte público y privado. Pareciera, pues, que las posiciones del FMLN y de Arena se han invertido: unos hacen lo que antes condenaban; los otros condenan lo que antes hacían. Arena se lanza a la calle mientras el FMLN llama al orden y al respeto del derecho ajeno. Ciertamente, el impago del FODES perjudica a las alcaldías y pone en riesgo la estabilidad laboral de los funcionarios municipales. Pero no es menos cierto que si Arena hubiera aceptado la creación de un impuesto predial que fuera directamente a las arcas de las alcaldías, estas no dependerían del FODES como ahora. Si Arena y el FMLN ya hubieran logrado un acuerdo para resolver la falta de liquidez del Estado, el FODES no sería un nuevo tema de disputa.
Por otro lado, no es serio pedir una mayor responsabilidad fiscal únicamente para lo que toca a los egresos, dejando de lado la responsabilidad fiscal de los contribuyentes, la cual afecta al ingreso. Para llegar a un equilibrio fiscal, el país necesita de nuevos impuestos, pero no de cualquier tipo, sino de aquellos que supongan un mayor aporte por parte de los que más tienen, como los impuestos predial y al patrimonio. Esto es también responsabilidad fiscal, y Arena no quiere asumir ni saber nada de esta parte.
Ambos partidos son responsables de la actual crisis fiscal, cada uno por distintas razones. Es importante que se haya iniciado un dialogo y se hayan logrado los primeros acuerdos, pero estos son insuficientes. Arena y el FMLN deben ser capaces de entenderse para encontrar juntos una verdadera solución. Si no lo logran pronto, las crisis fiscales y los problemas de liquidez del Estado se repetirán con cierta frecuencia. Deben, pues, diseñar y firmar un compromiso de largo plazo que haga viables las finanzas públicas y evite que esta situación se vuelva a repetir. De lo contrario, todo el país seguirá pagando las consecuencias de la profunda necedad y empecinamiento de dos rivales que no saben más que vivir en sus disputas, caiga quien caiga, afecte a quien afecte.