Siempre es necesario levantar la mirada hacia el horizonte, más allá de la localidad. Es más, a veces solo se puede entender bien lo local con la referencia de lo global. En estos tiempos, conviene pensar globalmente lo local. En ese ejercicio de alzar la mirada, nos topamos con que se está proclamando el éxito del sistema económico actual. A nivel mundial, comienza a asomar una nueva narrativa que reivindica la bondad del actual desarrollo económico y que cuestiona otras iniciativas de carácter social. ¿En qué se basa esta nueva narrativa? Entre otras cosas, los que proclaman el éxito del modelo se basan en que en los últimos 20 años, mil millones de personas han salido de la pobreza extrema, es decir, han pasado a ganar más de 1.25 de dólar al día. En esta línea, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ya anunció el fin de la pobreza extrema para 2030. Otro argumento para sostener el éxito del sistema es que entre 2000 y 2010 el crecimiento económico del mundo, en promedio, fue del 6% anual. Todas las regiones, excepto la europea, crecieron. Asia, un 8%; África y América Latina, un 5%.
Sin embargo, a este nuevo discurso triunfalista hay que darle algunos matices y señalarle ciertas contradicciones. De esas mil millones de personas que salieron de la pobreza, 680 millones son chinos, lo que ya pone en entredicho que sea un logro del sistema. Además, hay que recordar que en el mundo viven en extrema pobreza, de acuerdo a las mismas cifras, mil 100 millones de personas. Por otra parte, el crecimiento económico ha beneficiado muy poco a África, cuyo número de pobres no ha variado, como tampoco lo ha hecho la cantidad de gente (tres mil millones, casi la mitad de la humanidad) que sobrevive en el mundo con dos dólares o menos al día. A todo lo anterior hay que agregar que el sistema económico actual está marcado por la creciente desigualdad, tanto entre las regiones del planeta como al interior de los países. De acuerdo a los últimos reportes, en todas las regiones se ha profundizado la desigualdad. De esta tendencia se salva América Latina, que como región ha logrado disminuirla. Sin embargo, nuestro continente mantiene el deshonroso primer lugar en desigualdad en el mundo. Finalmente, hay que objetar diciendo que el crecimiento económico no significa que mejore la situación de toda la gente. Al contrario, en tiempos de globalización, solo una pequeña franja de la población (en la que están los grandes capitalistas, las oligarquías locales y los más cercanos servidores que garantizan el proceso de acumulación) ha resultada beneficiada, y en excesos de escándalo.
Ahora bien, volvamos la vista a lo local. ¿Cómo afecta lo anterior a nuestro pequeño territorio? De acuerdo al economista y politólogo Anthony Giddens, la globalización es "acción a distancia". Las olas del nuevo discurso que sostiene que el modelo tiene éxito llegan hasta nuestro país de manera concreta. Los grandes capitales del mundo tienen intereses puestos en El Salvador; en los bancos que una vez fueron salvadoreños, en las grandes empresas transnacionales como las telefónicas y en la ambición de explotación minera en nuestro suelo, que por ahora solo está suspendida. También esta nueva ola de la globalización llega al país cuando se aprueban políticas desreguladoras que promueven la llegada de capital extranjero, como las recientes leyes de asocios público-privados y de zonas francas. Y por supuesto, cuando se acrecienta la vulnerabilidad de la gente más pobre, cuando se individualizan sus problemas como si no existieran causas estructurales y sociales de la pobreza, entonces, esos dinamismos económicos que vemos tan lejanos actúan a distancia en nosotros.