Votar por la integración

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Editorial UCA
09/02/2015

El 1 de marzo, por primera vez en nuestra historia electoral, la población elegirá por votación directa a los 20 representantes de El Salvador en el Parlamento Centroamericano, conocido como Parlacen. En el artículo 80, la Constitución establece que los diputados del Parlamento son funcionarios de elección popular, y en el 78, que el voto es libre, directo, igualitario y secreto. Así, esta será la primera ocasión en que se cumpla lo que manda la Carta Magna, pues hasta ahora esos funcionarios eran elegidos de modo indirecto, en base a la suma de los votos obtenidos a nivel nacional por cada partido en la elección legislativa.

Sin duda alguna, la elección popular y directa de nuestros representantes en el Parlacen será un avance importante en la medida en que la instancia cobre más relieve gracias al trabajo de sus diputados y la población conozca el trabajo de los que resulten elegidos. Hasta el momento, el Parlacen es más conocido por ser una especie de retiro dorado, donde abundan los problemas e irregularidades, y donde poco o nada se hace en pro de la integración centroamericana, un esfuerzo que data de los años cincuenta y que a lo largo de casi seis décadas ha tenido avances, retrocesos y letargos, lo que ha impedido su desarrollo y el cumplimiento de las metas planteadas en su concepción.

Aunque la población sepa poco sobre los beneficios de este proceso, y pese a que todavía no haya alcanzado los niveles requeridos para aportar al desarrollo de la región, no hay duda de que, con un carácter multidimensional y más allá de la lógica económica, la integración centroamericana es una necesidad, una de las condiciones para que los países del istmo alcancen mayores niveles de bienestar y puedan participar de mejor manera en un mundo cada vez más globalizado. La integración regional es una oportunidad sin igual para acelerar el desarrollo político, económico y social de cada uno de los países y de la región en su conjunto, de cara a su inserción en el mundo.

Los principios que animan la integración centroamericana son nobles: “Fortalecer los vínculos que unen a los pueblos, afianzar y mantener la convivencia fraterna, asegurar la solución conjunta a los problemas comunes, promover el desarrollo económico, social y cultural, mediante la acción cooperativa y solidaria”. Actualmente, el proceso ha avanzado considerablemente en algunos aspectos, pero no parece estar ocupando un lugar prioritario en las agendas nacionales de la región. Para fortalecerlo, se crearon instituciones; el Parlamento Centroamericano es una de ellas. Fue creado en 1987 y constituido en 1991, con sede permanente en Guatemala. Es fruto de los Acuerdos de Esquipulas y tiene como objetivo fundamental lograr la integración centroamericana, buscando el bienestar y la unión de los pueblos que la conforman, contribuyendo a que Centroamérica sea una región de paz, libertad, democracia y desarrollo.

Si bien los alcances del Parlacen son limitados de origen, por el mismo tratado de constitución y sus posteriores reformas, podría haber aportado más a la integración si sus funcionarios hubiesen puesto empeño y exigido ampliar sus atribuciones, como la participación de la instancia en la función legislativa regional. En esta línea, a la hora de votar por quienes representarán a El Salvador en el Parlacen, es importante escoger a personas con trayectoria y capacidad. No hay que caer en la trampa de los partidos políticos, que pagan favores a sus correligionarios ofreciéndoles una diputación en el Parlacen sin importar si son idóneos para esa función. La apertura hacia los países vecinos, la capacidad de diálogo, el respeto por las distintas culturas e historias, el compromiso con la paz y el bienestar de todos los pueblos deberían ser características fundamentales de un diputado centroamericano. Separar el grano del trigo en esta elección, negarles el voto a candidatos que hayan llegado a las listas sin otro mérito que la fidelidad partidaria, significará apostar por la integración centroamericana, por un proyecto de fraternidad que requiere trabajo, entrega y claridad de principios.

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