Pauline Martin, directora de la Maestría en Política y Evaluación Educativa, analiza el impacto del covid-19 en los los procesos de enseñanza y aprendizaje en los niveles básico y medio, y cómo esto obliga a repensar roles, estrategias y políticas educativas de cara a futuras crisis.
¿Qué palabra utilizaría para describir el año 2020 en el ámbito de la educación en El Salvador? ¿Por qué?
Frustración. Porque de forma repentina se tuvo que cambiar todo el esquema sobre qué es educación, para qué sirve, cómo se ve, y se tuvo que involucrar intensamente a todos los actores de manera distinta. Los docentes, sin duda, sufrieron frustración por estos cambios; las familias hoy sí tuvieron que enfrentar a la educación más directamente, e igual los alumnos y alumnas. Se manejó un nivel de frustración, a pesar de todas las estrategias para buscar soluciones.
Antes de la pandemia, en el país ya existía desigualdad en el acceso a la educación, la calidad de la formación de niñas y niñas, etc. ¿La pandemia ha profundizado estas brechas?, ¿cuál es el principal impacto?
Antes de la pandemia uno de los asuntos más evidentes, por ejemplo, era la diferencia de servicios educativos en la zona rural y la zona urbana. Ya con la inclusión o la dependencia del Internet o la telefonía celular para desarrollar la educación, la desigualdad se vuelve más grande. Otras brechas agudizadas tienen que ver con el nivel socioeconómico y la situación de la familia.
¿Y cuál sería el principal impacto de esto?
El impacto se da en el aprendizaje, que siempre ha sido la dificultad. Es decir, se volvió más complejo poder consolidar en los niños y niñas los aprendizajes y pautas de desarrollo, que son tan importantes para su futuro para los grados que vienen, pero también pensando en qué van hacer en su vida productiva o su vida de cara a contribuir al país.
Considerando que la pandemia obligó a un cambio abrupto (pasar de la presencialidad a la virtualidad), en su opinión, en los niveles básico y medio, ¿los procesos de enseñanza-aprendizaje a distancia han sido efectivos?, ¿es el 2020 un año “perdido” en estos niveles de educación?
Ha habido demasiados retos en este tema. Hay colegios, escuelas públicas y familias que han enfrentado esta situación con posibilidades, pero otras no. Hay una encuesta que indica que, al inicio, la mayor parte de los docentes se estaban apoyando en el celular y en WhatsApp para llevar a cabo el proceso educativo. Eso no es de calidad. Algo se puede hacer, por lo menos no se pierde contacto con el estudiante, pero eso no es de calidad.
Hay aspectos importante que, creo yo, se han perdido en esta educación remota. Uno, la falta del trabajo en habilidades, pues las guías hablan de conceptos y esta parte conceptual es la que se ha trabajado mayormente. Y, dos, la poca interacción. Interacción tan básica como la de los estudiantes con sus maestros y maestras, y la interacción entre el grupo de alumnos. Y es que el aprendizaje no es unidireccional, no es solo el estudiante con su profesor o profesora, es entre el grupo. Y además, como tercer elemento, creo ha faltado la parte de socialización y de apoyo socioemocional [en el proceso educativo], que es elemental y más en una crisis o emergencia.
Podemos felicitar a los docentes y reconocer su esfuerzo, a las familias por su entrega y compromiso, al Ministerio de Educación por armar la estructura de apoyo curricular, etc. Pero también tenemos que ser honestos y sinceros y decir: “No, esto no ha sido lo ideal”. ¿Año perdido? El aprendizaje se da desde diferentes vías. Hay un tema de resiliencia, que bien orientado, puede permitir desarrollar las habilidades de adaptación de los niños y niñas, que aprendan a asimilar los cambios y a resistir. Esto les va a servir en la vida, porque esta no será la última crisis, seguramente.
¿Hay información sobre el impacto que ha tenido el covid-19 en las escuelas de zonas rurales?
Estuve hablando con asistentes pedagógicos y sí es importante resaltar que la experiencia en las zonas rurales ha sido muy distinta a la de la urbana. En la zona rural, muchos padres y madres de familia, según lo que me han comentado, están motivados porque sus hijos regresen a la escuela. Esto porque la carga económica de tratar de contar con dispositivos, saldos, etc. no les ha funcionado; y piensan que en casa no les pueden apoyar, porque muchas veces no tienen un nivel educativo que les permita ayudarles o no cuentan con las herramientas necesarias. Pero, por otro lado, resalta la parte económica de las familias. Han pasado ya más de un año con los hijos en la casa apoyándoles en distintos trabajos. Algunas familias piensan que si regresan a la escuela van a perder este apoyo, sobre todo ahorita que estamos entrando a la época de siembra.
Acá entramos al tema de la deserción.
En este momento, no hay números muy claros, porque las condiciones no se han normalizado. Me parece que cuando los niños y niñas puedan asistir a los centros educativos se podrán analizar esos números y compararlos con los de antes de la pandemia. Yo entiendo que el Ministerio ha levantado los datos de matrícula de este año, pero ni siquiera ha publicado los datos de 2019, mucho menos los de 2020.
Algo muy positivo del Ministerio de Educación ahorita es su flexibilización en cuestiones de matrícula y de apoyo para la no reprobación. Yo digo positivo, porque, en más de 20 años de estar viendo proceso educativos, antes eran bien estrictos, bien cuadrados, por decirlo así, en temas de aprobación, etc. Sin embargo, la otra cara de la moneda es que esta flexibilización bastante extrema no debe perjudicar al estudiante.
Algunos docentes están desmotivados porque han pasado a todos de grado. Y es que no es solo pasar a los alumnos, sino también hacer todas las actividades para su recuperación, que puedan nivelarse, sino estamos bajando la exigencia y eso irá afectando la calidad de la educación. Y se corre el riesgo de que un sexto grado ya no sea un sexto grado, sino un cuarto grado, porque los niños están atrasados en sus aprendizajes.
A su juicio, y en términos generales, ¿los docente se han adaptado a la nueva realidad educativa? A nivel nacional, ¿había alguna base de formación pedagógica de la cual partir cuando llegó la pandemia?
No, nadie estaba preparado. Lo que, a mi juicio, complicó el asunto fue la incertidumbre inicial de cuánto iba a durar esto. Porque hoy nos puede dar risa o hasta vergüenza decir que todo el mundo pensaba que por quince días íbamos a suspender [las clases]. Hubo una falta de dosis de realidad.
Pero sí es importante decir que la adaptación ha dependido mucho de la motivación del maestro o maestra, y de la claridad de su rol. Y también tiene que ver con el cumplimiento de sus funciones: hay docentes que han dado todo, se han preocupado por aprender las nuevas herramientas, pero hay otros que no.
Hay docentes que su trabajo ha sido mandar la guía el día lunes por WhatsApp y recibir las fotos de la guía resuelta el viernes, por el mismo medio. No han buscado promover la interacción, responder consultas o dar clases en línea. Hay centros educativos que han tomado la iniciativa de reunirse en equipo docente, para hacer adecuaciones de las guías y atender casos. Y esa es la modalidad más positiva y efectiva. Pero en otros casos no ha sido así y han funcionado con la idea de que cada quien desde sus casa vea lo que puede hacer.
Con la pandemia, ¿se ha transformado el rol del docente?
Creo que no se ha transformado mucho. Y parte de la dificultad ha sido que muchos docentes están tratando de replicar a distancia lo que hacían en el aula. Y esto no funciona muy bien. Lo que sí creo que se ha transformado es el rol del estudiante, que se ha visto obligado a trabajar con más autonomía. Y otro punto es el mayor involucramiento de la familia en los contenidos curriculares. A la familia siempre se la ha pedido llegar a reuniones y vigilar las tareas de sus hijos en la casa. Pero hoy sí han tenido que meterse mucho más y no todos ha podido hacerlo o no están en las condiciones de hacerlo.
Pero vuelvo al tema frustración, porque creo que la frustración ha sido en todos los niveles: no se ha logrado una sinergia entre la modalidad, las posibilidades de las personas y los mecanismos de trabajo. No estamos en las mejores condiciones generales para estudiar y hacerlo con efectividad. Así que yo diría que el papel del docente no ha cambiado mucho. Y a lo mejor esto es parte del problema, porque es otra modalidad y tendrían que ser otros roles y funciones.
Imaginando una etapa pospandemia, ¿volverá la dinámica educativa en el aula a ser la misma?
Depende del contexto. Seguramente en las zonas urbanas, incluso en algunos colegios privados con mayores recursos, y en educación superior sin duda se va a ver una transformación y mayor uso de tecnología, más autonomía en los estudiantes, menos tiempo presencial, por ejemplo.
Hay todo un discurso a nivel global de que esta pandemia y esta crisis nos obliga a renovar y transformar el sistema educativo. Comprendo la idea. Pero también creo que si no se toman en cuenta los contextos de los centros educativos ni la opinión y perspectivas de los docentes, y las decisiones se toman centralmente y solo se bajan a las escuelas, no se genera un ambiente que propicie la innovación. Quienes tienen que innovar son los centros educativos en su forma de organizarse, su forma de planificar en conjunto, de responder a su contexto. Ahorita son muy pocas las decisiones que toman los centros educativos y tienen muy pocos recursos. Veo difícil que haya una transformación tan radical, de raíz, que permita que realmente tengamos un sistema educativo distinto después de esto.
¿Cuál es su valoración de las acciones implementadas por las autoridades en materia educativa durante esta crisis?
Se ha hecho lo que se tiene que hacer, con los recursos que se tienen. El Salvador parte de un sistema educativo centralizado. Esto quiere decir que las escuelas realmente no tienen mucha autonomía para tomar sus decisiones y para programase a su medida. Sumado a esto, creo que se tardó un poco en armar la estrategia multimodal, o sea, la utilización de la televisión, radio y otros medios. Y también, al principio, habían dos lineamientos: el primero, y que está en las circulares del Mineducyt, es que la educación pasaba a responsabilidad de la familia y los docentes estarían de apoyo. Esto no es factible. Después, en el segundo lineamiento, se planteó que esta crisis iba servir para instalar la tecnología en educación. Pero tampoco es muy factible, porque el tema tecnológico no depende del Ministerio ni de computadoras, sino de toda la infraestructura del país a nivel de telecomunicación, de Internet, etc. No es solo una computadora.
Y sobre este tema, pues, no es la primera vez que se habla de entregar computadoras a los estudiantes. Incluso, al final de la administración anterior, se habían contabilizado más de 100 mil computadoras en las escuelas del país, incluyendo 60 mil mini laptops para estudiantes. Pero no se habló de utilizar esos recursos que ya existían. Hay estudios sobre la entrega de computadoras en otros países y no necesariamente mejoran la calidad de los aprendizajes. Al final, es un tema de recursos, los cuales nunca alcanzan en educación, por lo que es necesario tener prioridades. No sé si una prioridad sea el tema de las computadoras. Sin embargo, en esto me alegra que hayan tomado en cuenta a los docentes, pues para ellos la computadora sí puede ser un buen equipo de trabajo. Pero temo que, por tener que tomar decisiones muy a la ligera por una crisis, no sea esta la mejor inversión.
¿Qué necesidades hay en materia de política educativa para la situación actual?, ¿qué pasos hay que dar?
Creo que hay dos temas. El primero es la descentralización. La única forma en la que se puede enfrentar una crisis o emergencia es que los centros educativos tengan mayor incidencia y protagonismo en la respuesta. Muchas escuelas lo hacen por iniciativa propia, pero no está normado ni formalizado. Claro, no estamos hablando de obviar al Ministerio de Educación, pero sí es necesaria una mayor autonomía. Y el segundo tema importante, que se ha puesto en evidencia el año pasado y no se ha mencionado mucho, es la falta de una verdadera carrera profesional docente. Los docentes no tienen todas las herramientas que necesitan para ejercer profesionalmente.
Entonces, por ejemplo, repartir computadoras a lo mejor es una respuesta lógica ante una situación puntual. Pero puede llegar una crisis de otra índole, donde las computadoras no sean la solución. Más que tecnología, lo que se necesita es una infraestructura organizacional que promueva la autonomía de los centros educativos y la formación profesional docente, así se podrán enfrentar los distintos tipos de emergencias que vengan.