El milagro extraviado

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Rodolfo Cardenal
06/03/2025

El rescate de 1,400 millones de dólares del FMI desvela el largo camino que el país tendrá que recorrer para llegar al “milagro económico” anunciado por Bukele. El préstamo es inevitable para contener la inminente explosión de la crisis de la deuda. De paso, puede desbloquear otros 2,100 millones de dólares de prestamistas multilaterales. Además de dejar en evidencia el caos financiero, el acuerdo impone una pesada carga sobre unas mayorías que ya arrastran bastantes penurias. Personalmente, el honor de Bukele sale escarnecido.

Desde 2019, cuando llegó al poder, no solo ha mantenido al país al borde de la mora, sino que también profundizó ese riesgo con el aumento de la deuda pública y la falta de inversión en infraestructura productiva. Durante todos estos años, ha administrado las finanzas con una ligereza sorprendente. En 2024, aceleró el ritmo del endeudamiento, que superó el 90 por ciento del PIB, mientras el crecimiento económico real disminuía. El aumento insensato del 30 por ciento de las pensiones en 2023 es inviable a corto plazo. El crecimiento de la deuda implicó intereses muy altos, todo ello exacerbado por un enorme déficit fiscal. La supresión de la independencia judicial y la persecución de la oposición y los medios de comunicación críticos contribuyeron con la crisis: el clima creado por Bukele ahuyentó a los inversionistas.

El entusiasmo irracional con las criptomonedas tiene mucho que ver con la debacle de las finanzas públicas. Declaró el bitcoin moneda de curso legal y prometió evitar los mercados convencionales de capital, dar servicios financieros a las dos terceras partes de los adultos fuera del sistema bancario, reducir el costo de las remesas (que en los primeros siete meses de 2024 representaron alrededor de la mitad del valor de las importaciones), generar miles de millones de dólares con la emisión de bonos criptográficos emitidos por una multinacional, construir una criptociudad y desarrollar energía geotérmica para los mineros de criptomonedas. Pero los mercados tradicionales no compraron los sueños de Bukele. Los bonos nacionales se depreciaron y cuando comenzó a retrasar el pago de los salarios del sector público, los inversionistas se replegaron más aún.

Si la deuda es elevada y la inversión y el crecimiento del PIB languidecen, prestar al 12 por ciento, tal como hizo Bukele a comienzos del año pasado, es insostenible. Al retrasar el rescate del FMI y al aferrarse al experimento criptográfico mantuvo alta la prima de riesgo y el peligro de mora parecía inminente. El riesgo de una estampida bancaria y de un contagio financiero, incluso de desdolarización, era real, porque los depósitos locales están respaldados parcialmente por la deuda gubernamental.

El escollo se evitó porque Bukele se hizo cargo de la deuda; echó mano de los pocos dólares que tenía para recomprar bonos con un buen descuento, lo cual ahorró buena parte del pago principal. Y por otro lado, por la reducción del déficit y la evasión fiscal, las remesas y ligero crecimiento de la economía. Sin embargo, sin el rescate no tenía probabilidades de sobrevivir. Los resultados de la inversión en criptomonedas y en criptoturismo, dos de sus apuestas más grandes, han sido insignificantes.

Al final, la única salida era el FMI. La negociación duró varios años, porque el Fondo exigió disciplina fiscal, levantar la reserva de la información y, sobre todo, abandonar el bitcoin (quizás el fracaso más sonado de Bukele). El rechazo de la criptomoneda ya era una realidad. El error es de Bukele y sus socios criptoactivistas, que no tomaron en cuenta el reducido tamaño de la economía formal y la poca competencia digital de la gente. La obsesión les metió prisas, que los llevaron a improvisar y equivocarse.

La temeridad dejó más pérdidas que utilidades. El invento costó unos 375 millones de dólares, una suma que supera por mucho las ganancias que pueda haber producido, las cuales, además, pueden evaporarse en cualquier momento. Es de sobra conocido que su volatilidad es un riesgo para la estabilidad financiera y fiscal. Muy a su pesar, Bukele se comprometió, en principio, a suspender las transacciones en bitcoin. El compromiso duró poco, el desafío al FMI no se hizo esperar. La constancia no es su virtud más destacada. Está por verse cuánta indisciplina tolerará un FMI ansioso por un programa exitoso.

El paraíso prometido se lo tragó la corrupción y el desastre de las finanzas públicas. Al menos habrá que aguardar tres años para alcanzar cierta estabilidad financiera. Mientras tanto, las mayorías pagarán muchos más impuestos que los ricos y cada vez tendrán menos acceso a los servicios públicos. Las criptomonedas no conducen al “milagro económico” de Bukele. Sus apuestas más prometedoras se han desinflado al entrar en contacto con la realidad (ver The Economist, “El Salvador’s wild crypto experiment ends in failure. Its curtailment is the price of an IMF bail-out. And one worth paying”, 2 de marzo de 2025).

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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Adalberto239845884
09/03/2025
13:11 pm
Patético paisito el nuestro. Por más arranques imaginarios de autosuficiencia de los orates de turno, el país no sale de su miseria. Los delirios redentores de los Bukele deberían haber encendido las alarmas; habrá ocurrido entre los entendidos y sin embargo como suele ocurrir, no habría habido manera de hacer entender a los burros políticos el ABC del funcionamiento de las instituciones y las cosas de gobierno. Tontos doloso se han inventado quimeras disparatadas, verdaderos castillos en el aire de consecuencias nefastas para las mayorías. Mayorías ignorantes -ingenuas si se quiere- que nunca entenderán que les están quitando lo poco que les quedaba. Los que yerran son los que mandan pero los que afrontan las consecuencias son los que no. Es una tontería creer que un paisito se puede abstraer de las reglas universales del poder e irse de rositas.Si así fuera no habría tercer mundo. ahora y como siempre habrá qué aturrar la car y tragar el órdago. Sigan votanto a Bukele...¡insensatos!
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