Infantiles

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Editorial UCA
15/02/2021

En El Salvador, los debates en torno al futuro y la política se han infantilizado. Cuando los niños se pelean verbalmente entre sí, el que replica a una crítica acusa al otro del mismo defecto que se le ha señalado, insistiendo en que el oponente es más feo, más tonto o más malo, por ejemplo. En el país, en las redes sociales se repiten sin cesar ese tipo de intercambios, sin que aparezcan mayores datos o argumentos.  Quienes son acusados de ladrones responden que otros lo son más. Y la misma tónica se sigue ante las críticas por modos y afanes autoritarios o populistas. No hay reflexión sobre lo que puede haber de verdad en las acusaciones y mucho menos se reconocen defectos y fallos. Este infantilismo no solo ha invadido a los miembros de los partidos políticos, sino incluso a personas que en otros tiempos estaban más abiertas a dialogar y a reconocer la complejidad de los problemas nacionales.

Tan infantil es la posición del “o gano por mucho o hay fraude” como retocar fotos y emitir mensajes breves y sin contenido para posicionar candidatos. En contraste, no hay propuestas para universalizar las pensiones, reforzar los sistemas de control interno en la Policía, la Fiscalía y el sistema judicial, dar seguridad social a los trabajadores informales, frenar el proyecto El Ángel, proveer de acceso a Internet a todas las escuelas rurales, impulsar una reforma tributaria progresiva o bajar el IVA a alimentos básicos y medicinas. La apuesta es ganar el voto por una cara bonita o por afirmaciones que solo apelan a las emociones. Esta ausencia de razonamiento y claridad política es peligrosa para todos, gane quien gane.

A las puertas de las elecciones es difícil que esa lógica cambie, pero caer en la cuenta del problema es clave para reaccionar como ciudadanos decentes en la construcción de la convivencia. En una verdadera democracia, quien debe ganar en unos comicios no es un partido concreto, sino el pueblo en su amplitud y generalidad. Ganar porque el resultado de la votación contribuiye a eliminar la corrupción, la pobreza, el mal funcionamiento de los tribunales, la violencia, la brutalidad policial o el militarismo. Lamentablemente, las señales que dan los políticos en la contienda electoral apuntan a lo contrario. La pobreza continuará porque no se está pensando en cómo superarla. La corrupción seguirá imperando porque el interés es controlar las instituciones, no garantizar que estas ejerzan la función de control que les corresponde.

Llamar a la racionalidad es una necesidad más perentoria que antes, y es tarea de todos. Dado el panorama político actual, la crítica y la propuesta serias serán excepcionales. Permanecer en el ejercicio racional de la información y del debate a favor del bien común, que se refleja siempre en el pleno respeto a los derechos humanos, sigue siendo la tarea prioritaria para quienes desean el pleno desarrollo de El Salvador en justicia y libertad. Ojalá no pasen muchos años antes que la infantilización de la política sea solo parte de un momento tan injusto como irracional de nuestra historia.

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