Soberanía en inglés para privilegiados

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Rodolfo Cardenal
25/11/2021

El régimen de los Bukele no ha dudado en desconocer las elecciones de Nicaragua y en reprobar la dictadura de Ortega. Sin embargo, sigue de cerca sus pasos. El control de la institucionalidad estatal es total; el hermetismo sobre la gestión pública, férreo; la seguridad ciudadana, militarizada; y la hostilidad y el acoso a la crítica, agobiante. Los dos mandatarios se han erigido a sí mismos en compendio de la soberanía nacional. Ortega hasta aislar a Nicaragua del exterior; Bukele lo sigue de cerca: todo aquel que contradiga su voluntad responde a intereses extranjeros sediciosos. De ahí que los mismos fantasmas irriten a los dos.

Los Bukele enfrentan al “mandante extranjero”, su última creación, un complemento de la sedición promovida por Arena y el FMLN, reforzada ahora con financiamiento externo, esto es, de Estados Unidos. La ofensiva contra “los mandantes extranjeros” irrumpe poco después que Washington avisara que orientaría toda su ayuda financiera a las organizaciones sociales y cobra forma en un anteproyecto de ley, cuyo objetivo es defender la soberanía nacional. La justificación y el contenido del anteproyecto reflejan el miedo del régimen a ver expuesta su incompetencia, sus contradicciones y sus desmanes. El régimen tiene mucho que perder y mucho que ocultar.

El creciente descontento social no proviene de financistas extranjeros, sino del desentendimiento de las necesidades de la gente. Incapacidad o desinterés, el régimen no se hace cargo de ellas. Mira hacia otro lado como la criptomoneda y su ciudad, el hospital de las mascotas y Surf City. Exceptuando la respuesta a la pandemia, en la práctica, ninguno de sus faraónicos proyectos está dirigido a mejorar las condiciones de vida de las mayorías. El régimen no tiene respuesta para el aumento de las desapariciones, la inflación, el desempleo o la violencia social. Por eso, dirigir la mirada hacia estas duras realidades cotidianas es fuente de inestabilidad y una amenaza potencial.

El contenido del anteproyecto de ley dice más de la inseguridad del régimen que de la supuesta conspiración de agentes extranjeros en contra de la soberanía nacional. El texto es vago y equívoco. Quizás por la ineptitud de la inteligencia jurídica de Casa Presidencial. Probablemente porque deja su aplicación al arbitrio de Bukele, quien definirá los conceptos, las atribuciones y las competencias. Él deberá puntualizar cuáles son las “actividades para fines políticos u otros, con el objetivo de alterar el orden público o que pongan en riesgo o amenaza la seguridad nacional, la estabilidad social y política del país, entre otros”. El uso repetido de la fórmula “o y entre otros” admite cualquier acto que no sea del agrado presidencial. Automáticamente, ese acto es catalogado como injerencia de “mandante extranjero”, una expresión que admite igualmente varias connotaciones. Corresponde también a Bukele determinar qué connotación será sancionada de forma drástica. Una cosa es clara, la soberanía nacional es Bukele y quien ose contradecirlo o desobedecerlo atenta contra dicha soberanía.

El arrebato timorato del régimen de los Bukele amenaza con poner fin a la asistencia a las víctimas de las catástrofes, un fenómeno recurrente, y a la actividad de muchas organizaciones dedicadas a atender necesidades apremiantes de la gente; unas necesidades que el presidente tiene descuidadas, por estar ocupado en sus proyectos fantásticos. El régimen no puede suplir esta ayuda internacional por falta de voluntad política y de recursos.

El miedo a la libertad de pensamiento y de expresión le genera tal inseguridad que no piensa con claridad. Si la protesta social no es más que unas cuantas “marchas paupérrimas”, tal como alega el ministro de gobernación, quien tampoco “entiende ni de qué han ido a quejarse”, el anteproyecto de ley es un despropósito. Más aún, el régimen exige a los movimientos sociales una transparencia financiera que él no observa. ¿Por qué tanta inseguridad? ¿Conciencia de su incompetencia, temor a perder el poder, simple inseguridad psicológica o un poco de todo? Las exigencias de la realidad nacional se erigen como obstáculo intolerable para unos Bukele fascinados con proyectos extravagantes, que los colocarían en la cúspide de los retos mundiales.

La tensión entre la realidad y la obsesión mesiánica hace que el régimen se contradiga sistemáticamente. La incoherencia, el desatino y la superficialidad constantes han dejado la credibilidad de Bukele por los suelos. Hoy anuncia la edificación de una ciudad de primer mundo, pero al comienzo de su mandato, prometió convertir El Mozote en un polo de desarrollo. Los privilegios que ahora ofrece en inglés a los extranjeros antes los censuró tajantemente. El adalid de la soberanía nacional promete a extranjeros y nacionales privilegiados por la desigualdad, siempre en inglés y en un tablado de club nocturno playero, un enclave con servicios de primerísima calidad, libre de impuestos y, además, verde. Al resto, la mayoría, lo abandona a su suerte, porque no le resulta atractivo invertir en él.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero. 

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