“La verdadera reconciliación no nace por un decreto de ley, sino que nace del corazón”.
Julio Rivera, testigo y víctima de la masacre en el río Sumpul
Como antesala al IX Tribunal Internacional para la Aplicación de la Justicia Restaurativa en El Salvador, el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (Idhuca) desarrolló dos actividades encaminadas a la promoción de los derechos humanos, la exigencia de justicia y la reparación de las víctimas del conflicto armado.
Así, el 27 de marzo en el Auditorio Elba y Celina Ramos, se realizó el foro “Justicia restaurativa en El Salvador”, en el que participaron José María Tomas y Tío (España), José Ramón Juaniz (España) y Silvia Cuéllar (El Salvador), jueces del Tribunal Internacional; y Manuel Escalante, asesor del Director del Idhuca.
Los tres juristas hablaron sobre su experiencia a lo largo de los ocho años de colaborar con el Tribunal. Afirmaron que su compromiso con el dolor y la verdad de las víctimas seguirá en pie mientras las instituciones del Estado no den respuesta a las reivindicaciones justas y legítimas de quienes sufrieron, sin merecerlo y sin ninguna explicación, la violación de sus derechos más esenciales. “Las heridas nunca se han cerrado, y no se pueden cerrar mientras no haya una verdad publicada, una justicia impartida y una reparación concebida”, dijo José María Tomas.
La segunda actividad se llevó a cabo el 28 de marzo en el mismo auditorio. Se trató de la presentación del libro A la paz, solo por la verdad, y estuvo a cargo de José Ramón Juaniz, compilador del texto; Andreu Oliva, rector de la UCA; y José María Tojeira, director del Idhuca. La publicación recoge la experiencia del Tribunal Internacional para la Aplicación de la Justicia Restaurativa en El Salvador, durante el período 2009-2016.
Juaniz explicó el origen del libro: “Es la respuesta a una petición de las propias víctimas, que nos demandaron y pidieron la sistematización, documentación y difusión de sus testimonios”. “Esta obra expresa la voz de las víctimas, la voz de los que tantos años fueron privados de voz, la voz del dolor. Una voz que estremece por la dureza del relato; pero que te empapa de ternura con las lágrimas que acompañan sus palabras; una voz que te arranca el grito ‘¡nunca más!’ de las entrañas”.