José Miguel Vivanco, director de la División de las Américas de Human Rights Watch y exabogado de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, impartió la conferencia “Los derechos humanos en América Latina y los desafíos de El Salvador”, el 2 de mayo en el Auditorio “Segundo Montes, S.J.”.
En el evento, organizado por el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (Idhuca), Vivanco analizó el estado de los derechos humanos en la región y aseguró que, en comparación con la realidad del subcontinente entre los años sesenta y ochenta, “no cabe duda de que se han logrado progresos importantes”, pues hay cambios respecto a la liviandad con la que se trataba el tema, que incluso llevó a justificar las violaciones a los derechos humanos públicamente. “Hoy estamos en un contexto distinto, en donde el grado de conciencia que existen sobre valores tan básicos como la dignidad humana se han instalado en la región”.
Por otro lado, destacó lo que considera un retroceso a nivel conceptual, vinculado a la cuestión ideológica y que representa el principal obstáculo para garantizar la vigencia plena de los derechos humanos: el principio de la soberanía nacional ha sido interpretando por muchos país como “una especie de paraguas, que le da carta blanca a un Gobierno para hacer y deshacer en materia de derechos fundamentales”.
De acuerdo a Vivanco, los países que violan derechos fundamentales argumentan que “el escrutinio, la fiscalización y la supervisión internacional en materia de derechos básicos constituye una injerencia en los asuntos internos”. Y es precisamente ese discurso ideológico “uno de los problemas más serios que ha enfrentado la causa de los derechos humanos y que ha logrado fragmentar a América Latina en relación con la defensa de unos valores que son y que deben tener una vigencia universal”.
Si bien las simpatías políticas son legítimas en el plano personal, no lo son de cara a la evaluación y demanda del cumplimiento de valores jurídicos universales. Para Vivanco, “será difícil recuperar terreno en esa materia y entender que el peor enemigo de la causa de los derechos humanos es la ideología, es la politización, es caer en la aplicación del doble estándar”, pues “no se puede mirar primero cuál es la ideología del Gobierno de turno o de las víctimas para después levantar la bandera o reclamar por la vigencia de los derechos fundamentales”.
Ante este panorama, indicó que en la región es urgente un discurso uniforme y coherente en el tema de las garantías y derechos humanos, ya que “todos, uniformados y civiles, debemos estar sometidos a las mismas reglas”.