El P. Rutilio Grande murió, junto a un niño y un anciano, el 12 de marzo de 1977. Fue el primer sacerdote mártir en El Salvador, asesinado por su trabajo pastoral con campesinos y su compromiso con llevar a la práctica el Evangelio. A pesar de las amenazas y constantes presiones, el P. Rutilio denunció en sus homilías las injusticias sociales y marcó el rumbo cristiano a seguir ante la represión.
Un ejemplo de este mensaje se encuentra en su homilía del 13 de febrero de 1977: “El cristiano no tiene enemigos. Aun los que son ‘Caínes’ no son nuestros enemigos. Son nuestros hermanos. No odiamos a nadie. El amor es conflictivo y exige en los creyentes y en la Iglesia la violencia moral. No he dicho violencia física, sino moral. La violencia está en la Palabra de Dios, que nos violenta a nosotros y que violenta a la sociedad, y que nos une y nos congrega, aunque nos apaleen. Por lo tanto, el código se resume en una palabra: amor contra el anti-amor, contra el pecado, contra la injusticia, contra la dominación de los hombres, contra la destrucción de la fraternidad”.
Para recordar la vida del P. Grande y honrar su trabajo pastoral, el 11 de marzo, en el Auditorio “Ignacio Ellacuría”, se proyectaron videos con relatos y experiencias de personas que convivieron con el jesuita, y se realizó un acto cultural, en el que participaron alumnos del Colegio Externado de San José, Fe y Alegría y la UCA.
Asimismo, fuera del campus, se realizó un concierto en el Teatro Nacional, organizado por el Centro Cultural Universitario, con apoyo de la Embajada de México y la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la República. El homenaje musical estuvo a cargo de la cantante mexicana María Inés Ochoa y más de 20 artistas salvadoreños (integrantes y exintegrantes de agrupaciones como Yolocamba I Ta Histórico, Son ¾, Exceso de Equipaje, Cutumay Guinama, La Cayetana y Las Musas).
Homenajear al P. Grande es importante para la Universidad, porque, de acuerdo al P. Andreu Oliva, rector, con la figura de este mártir jesuita “inició todo un camino de evangelización, en la línea de la liberación y de la misión de la Universidad: transformar la sociedad para que sea justa y busque el bien común”. Una misión que, explicó Oliva, “sigue estando viva y sigue siendo la tarea de la UCA”.
Para Carlos López, director de Pastoral Universitaria, este anhelo de transformación social, cuya realización sigue pendiente, es “un impulso a buscar caminos que produzcan liberación de todas aquellas realidades que en este tiempo siguen siendo de opresión”. Si bien han pasado cuatro décadas desde el martirio de Grande, hacer memoria de las personas que como él mostraron un camino cristiano para buscar la justicia social ayuda, según López, “a recordar cuál es el compromiso adquirido y a no perder el horizonte, pues, aunque haya pasado el tiempo y que las realidades sean distintas, siempre hay un horizonte común que nos los da la inspiración cristiana: el Reino de Dios; no uno en el cielo, sino el que se puede empezar a vivir y a construir ahora”.