Semilla de libertad, señal de esperanza

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Margarita Moreno
24/03/2009

"Con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador", afirmaba, días después del magnicidio, el P. Ignacio Ellacuría. Estas palabras resumen lo que, a 29 años de su martirio, sigue representando el arzobispo que en la época más adversa optó por los débiles y las víctimas.

Para homenajear, recordar y celebrar la presencia espiritual del mártir y pastor, la UCA organizó, el 24 de marzo, una eucaristía en la capilla de la Universidad. El acto litúrgico fue presidido por el P. Jon Sobrino y varios sacerdotes, miembros de la comunidad jesuita en el país.

Sobrino habló de monseñor Romero a partir de dos imágenes: el obispo a solas con Dios, en su habitación de la capilla del Hospital Divina Providencia, y el "monseñor del pueblo", en la Catedral Metropolitana. Esta proyección pública es la más conocida, pues sus homilías y denuncias, poco a poco, llevaron a la Iglesia a "convertirse, con derecho, en la Iglesia de los pobres (...) por defender a los pobres", dijo Sobrino.

Para el teólogo, monseñor Romero "mantuvo la esperanza hasta el final; y con ella contagió a su pueblo". En las horas más trágicas y oscuras de El Salvador no se cansó de decir "Dios está con nuestra historia, Dios no nos ha abandonado y nadie debe sentirse desamparado", recordó Sobrino.

Esa fe le permitió ver a Dios en los más pobres. Para comprender mejor esta dimensión de la vida de Romero, Sobrino relató que, en una visita a Aguilares, el arzobispo dijo a un grupo de campesinos: "Ustedes son Jesucristo para mí". Con estas palabras, "les dio una dignidad que no se las daba nadie".

Asimismo, destacó la manera "profética" en que Romero, días antes de ser asesinado, relacionó su muerte con la historia del pueblo salvadoreño: "Que mi sangre sea semilla de libertad y señal de que la esperanza será pronto una realidad". Una relación que quedó patente de nuevo en los actos conmemorativos de este mes, en los que el pueblo "se expresó en un sentimiento de dignidad, de esperanza y de alegría. Con monseñor Romero, podrían seguir viviendo, trabajando y caminado".

El padre Sobrino, dirigiéndose a la comunidad universitaria, hizo un llamado para que el testimonio de vida de Romero ilumine el quehacer de la UCA y la anime a mantener su compromiso con la realidad nacional y los pobres del país a fin de no caer en una "neutralidad falaz".

A la misa asistieron miembros de la comunidad universitaria, visitantes extranjeros y religiosos de diversas congregaciones. Como ofrenda, además del pan y el vino, se entregó la colección de tomos de las homilías de monseñor Romero, publicadas por UCA Editores.

Así, una vez más, como cada 24 de marzo, en la UCA se recordó al mártir, pastor y santo que con su vida dio esperanza a un pueblo sumergido en la violencia y la intolerancia. Por ello no es extraño que aún resuenen en la mente y corazones de los salvadoreños las ígneas palabras de monseñor Romero en su última homilía dominical: "En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión".

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